El próximo 22 de diciembre se cumplirán 50 años de la muerte martirial de Carlos Alberto Sacheri. Muchas son las lecciones que nos deja una vida como la suya, tanto en lo que se refiere a la vida de la Patria como de la Iglesia.
Buen escritor y, según quienes lo conocieron, mejor orador, Sacheri, fuera de algún trabajo mayor como su tesis doctoral, publicó artículos, reseñas, transcripciones de sus conferencias, etcétera. Sus alumnos recuerdan que su palabra resultaba cautivadora.
Además de ser un teórico, fue hombre de acción, pero de una acción inteligente y, todavía mejor, concertada. Esta última característica de su labor apostólica y patriótica es muy importante recordarla en nuestros días. En este sentido, hay un texto suyo que, dicho y escrito hace tantos años, sin embargo reviste creciente actualidad. En él se revela el mejor espíritu sacheriano, humilde y magnánimo a la vez, cercano a la efectiva primacía del bien común y alejado de toda forma de egocentrismo.
Un texto que muestra, a su vez, el realismo cristiano encarnado en su persona, que sabe de la primacía de la gracia y de la propia condición pecadora de la que, por otra parte, no hay que desesperar.
El texto dice así: “Todos tendemos en nuestra actividad personal a creer que lo nuestro es lo más importante de todo. Ésa es una obra del amor propio, no una obra de santidad; es una tentación muy humana, lo sabemos bien, pero es el barro de lo humano. Nosotros tenemos que tender por una ascesis personal a superar ese espíritu de clan. Es el único modo de estar permanentemente abierto en una actitud de caridad al servicio de los demás”.
EL ESPÍRITU DE CLAN
El texto exigiría una extensa glosa por las implicancias que tienes sus afirmaciones articuladas entre sí. Rescato una idea principal que brota de una mirada serena y que tiene alcances bien prácticos: “Nosotros tenemos que tender por una ascesis personal a superar ese espíritu de clan”. Aquí hay una clave: el espíritu de clan es una de las cosas más perniciosas que puede haber para la concertación o complementariedad de las obras, otra expresión querida por Sacheri.
El espíritu de clan ataca, de raíz, al núcleo de la acción inteligentemente organizada: la comunión -común unión- en la búsqueda del bien común. El espíritu de clan ve imitadores donde hay aliados por la misma causa. El espíritu de clan ve competidores donde hay compañeros de ruta en pos del mismo fin. El espíritu de clan, podría agregarse, no puede alegrarse del bien que hacen otros no obstante no hacerlo uno mismo.
El espíritu de clan, finalmente, es lo más contrario al restablecimiento del orden social según el orden natural y cristiano.
Dios nos libre de fomentar el espíritu de clan en nuestro corazón y en nuestra acción. Como bien apunta Carlos Alberto Sacheri, se requiere ascesis personal para no caer en él.
Se trata de una ascesis personal que no resulta incompatible con cultivar los propios talentos sabiendo que hacerlo así es una de las mejores maneras de aportar al bien común. De lo que se trata es de salir de uno mismo –o del clan al que uno pertenece– para ver bien y actuar mejor.