Elecciones 2023

Camino a la gran final (con un debate decisivo)

El último miércoles se abrió la temporada de debates electorales del balotaje con la discusión entre candidatos a la vicepresidencia. La pelea de fondo ocurrirá el domingo próximo cuando disputen cara a cara los aspirantes a la presidencia, Javier Milei y Sergio Massa.
La libertaria Victoria Villarruel tuvo una performance inusual en su choque con Agustín Rossi: ella sacrificó el tono medido (aunque siempre filoso) que venía utilizando en sus presentaciones públicas y lo reemplazó con la modalidad más áspera e indignada que suele emplear Javier Milei en sus raptos destemplados. Con esa modulación surfeó con agilidad la tentación de formular propuestas, resumió el tópico con la frase “haremos lo contrario que ustedes” y se dedicó a disparar ráfagas de metralla verbal en condiciones de convertirse en frases efectivas para que las patrullas de trolls libertarios las reprodujeran en el estilo telegráfico de las redes sociales. Villarruel combatía en varios campos de batalla simultáneamente.
De otro lado, Agustín Rossi también cambió su desempeño del debate anterior, cuando inició su participación atacando a Villarruel por sus conexiones con responsables de crímenes de lesa humanidad. Esta vez, el acompañante de Massa eludió la refiega abierta con su competidora y prefirió desarrollar los puntos programáticos de Massa y comparar con la débil oferta que ella exponía: “No pudiste mencionar ni un argumento para fundamentar la dolarización que proponen”, le señaló, por ejemplo. Rossi estuvo más fuerte cuando le reprochó a Villarruel no haber dicho “toda la verdad” en el debate anterior cuando minimizó su visita al exgeneral Videla en la cárcel como “parte de un proyecto de investigación”.
Cada uno de los polemistas del miércoles pudo retirarse con la idea de haber cumplido su cometido fundamental: ambos pretendían satisfacer a sus públicos cautivos y al menos a un sector de los votantes todavía no definidos, además de no cometer errores graves que dejaran mal parados a sus respectivos candidatos presidenciales. En ese sentido, el miércoles terminó en un empate. Las cosas se empezarán a definir dentro de dos días, cuando Milei y Massa estén frente a frente. Los especialistas aseguran que, en elecciones que lucen tan parejas como ésta (todas las encuestas coinciden en un empate técnico), el debate entre los protagonistas se convierte en definitorio.

ANTES DEL PESAJE
¿Cómo llegan los contendientes a esa instancia? La elección de octubre ubicó a Javier Milei en el papel de desafiante. Tras el disgusto y la decepción sufridos por el revés de salir segundo en una puja en la que no sólo pensaba vencer, sino que soñaba coronarse directamente como el próximo presidente argentino, el libertario aceptó gustoso la oferta que Mauricio Macri tenía para él: le ofrecía apoyo en la fiscalización, asesoramiento político, ayuda en la financiación de lo que quedaba de campaña, una convergencia de fuerzas que disimulara las recientes increpaciones recíprocas y se agrupara para “terminar con el populismo” y para representar “el cambio” frente a “la continuidad”. Y, en caso de que Milei ganara, un gobierno compartido.
Esa suma de factores con la que se ilusionan Macri y Milei ya ha empezado a exhibir su complejidad. El grueso de los socios del macrismo en Juntos por el Cambio se rebeló contra el pacto y trata de preservar, invocando una postura neutral ante los candidatos del balotaje, la idea de un Juntos por el Cambio preparado para moverse como oposición moderada en la etapa próxima. Esa actitud de los exsocios de Macri responde a una necesidad objetiva: el país requerirá una fuerza independiente dispuesta a cooperar en la gobernabilidad y el crecimiento y preparada para limitar excesos o delirios hegemónicos en la etapa que se abrirá tras el balotaje.
En el mileísmo, por su parte, el noviazgo con Macri tampoco está siendo fácil de digerir.

REBELION EN LA GRANJA
La hegemonía de facto que el macrismo pasó a ejercer sobre la campaña de Milei provocó quejas y alejamientos. El macrismo pasteuriza a Milei para evitar algún desborde temperamental del candidato, pero los mielístas de la primera hora se preguntan: ¿cuánto vale en votos un Milei sin motosierra, sin dolarización y aliado a los restos de un partido de lo que Milei definió como casta
?
Ya ocho o nueve legisladores bonaerenses han proclamado públicamente su disconformidad.
Las turbulencias llevaron a que Karina Milei le gritara “traidor” a quien hasta hace unos días era el principal armador de la fuerza, Carlos Kikuchi, otro que comparte las resistencias al control macrista. Pese a las quejas de sus bases, Milei insistirá en la unión con Macri: calcula que aunque sólo una fracción de lo que fue el voto a Patricia Bullrich opte por apoyar su boleta, eso lo aproximará a la ansiada mayoría que debe reunir el domingo 19 de noviembre, inclusive si en el camino se le caen exvotantes decepcionados. Considera además que, si las urnas le resultaran favorables, los cuadros seguidores de Macri, casta o no, le resultarían indispensables para gobernar. El sabe que, aunque cuenta con algunos técnicos de cierta veteranía (sobre todo en materia financiera), su fuerza es una verdadera Armada Brancaleone, entusiasta y en algunos segmentos adoctrinada, pero sin suficiente experiencia política o administrativa.
En cualquier caso, para calmar a los propios Milei tuvo que salir a refirmar que la dolarización y el cierre del Banco Central son cuestiones de principio que no abandonará y a jurar que el apoyo de Macri y Patricia Bullrich fue “incondicional”, que no cerró ningún compromiso de cargos con ellos.
Desde el macrismo, sin embargo, lo corrigió Eduardo Amadeo. Sostuvo que "es mentira” que Macri y Bullrich hubieran otorgado “un apoyo incondicional. "Si gana, Milei va a tener que gobernar con nosotros", sostuvo.
Milei se vió obligado a quejarse a sus socios macristas. Les pidió un período de abstinencia televisiva para calmar a sus leones. “Debemos dejar de copar la campaña”, exhortó Patricia Bullrich a sus camaradas del macrismo a través del whatsapp de una colaboradora. “Estimados –agregó- , nos han pedido que dejemos de aparecer en televisión, y lo hacemos por su demanda. Les pido a todos que se abstengan de participar en programas y les informaremos cuando esta situación cambie. Son solo dos semanas. Por favor, que nadie se sienta ofendido. Dos semanas de abstinencia televisiva". Una solicitud de cumplimiento improbable que testimonia cómo operan las fuerzas centrípetas en la flamante unión entre macristas y mileístas.
Al debate del próximo domingo y al balotaje del 19 Massa llega con una ventaja que complementa su distancia en votos sobre Milei y el macrismo: mientras sus rivales tienen que borrar con el codo agresiones que se propinaron en los rounds anteriores, él, que siempre se cobijó bajo la línea de la unión nacional, y por lo tanto se mostró siempre en tono no agresivo y cooperativo, puede encarar la etapa final sin reconstruir su discurso.

UN NUEVO LIDERAZGO
Si bien se mira, el hecho más relevante de esta fase de la reconfiguración del sistema político es la emergencia incipiente de un nuevo liderazgo en el peronismo. Cuando Sergio Massa se hizo cargo del ministerio de Economía, en agosto del último año, cambió su vistoso papel como Presidente de la Cámara de Diputados por “un fierro caliente” y se puso al hombro un gobierno que capotaba: “Sergio Massa asumió un día antes de que nos fuéramos en helicóptero. Es así”, testimonió Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda y en aquellos días ministro de Habitat. La señora de Kirchner ya era muy escéptica sobre el desempeño electoral que le esperaba al oficialismo, temía que, en una elección de tercios como la que avizoraba, le tocase el papel de tercero excluido. Sus recelos eran compartidos por la mayoría de los cuadros políticos peronistas.
Es obvio que Massa no resolvió los problemas de la economía, pero en condiciones de gran precariedad, con el peso de una sequía que amputó más de 20.000 millones de dólares a las exportaciones argentina, maniobró y negoció para evitar que se cumplieran los pronósticos (o deseos) de una oposición que auguraba (o reclamaba) una explosión de la economía, en lo posible en vísperas de las elecciones.
En esas condiciones, Massa llegó a la candidatura presidencial, impulsado por el requerimiento del movimiento obrero, los movimientos sociales y la mayoría de los gobernadores, que lo veían como una figura con condiciones competitivas. Y puso en ese empeño la cuota de voluntad, trabajo y profesionalismo que el peronismo necesitaba para revitalizarse y disponerse a la lucha electoral (algo que empezó a ocurrir recién después de las primarias de agosto).
La boleta de Massa obtuvo el domingo 22 de octubre una formidable recuperación de más de 10 puntos porcentuales en relación con la primaria de agosto. La diferencia que obtuvo Massa sobre fue de casi siete puntos (más de un millón y medio de votos) y de 13 puntos sobre Patricia Bullrich, la candidata de la fuerza que tres o cuatro meses atrás parecía ganadora segura de la puja presidencial.
Esa victoria consolidó la centralidad de la figura de Massa y su potencial de liderazgo, evidenciado además por el despertar de las estructuras sindicales y territoriales del peronismo que habían sentido el golpe sufrido en las primarias de agosto y recuperaron el entusiasmo.
A diferencia de la oposición, el peronismo emergía de la primera vuelta con una conducción unificada en el candidato y éste, simultáneamente, afirmaba y desarrollaba la consigna estratégica original de su campaña: la construcción de un gobierno de unidad nacional, con la participación de representantes de otras fuerzas políticas, de fuerzas empresariales, sindicales y sociales y apoyado en un programa de producción, trabajo, exportaciones y equilibrio fiscal. Un compromiso de avanzar en la reconfiguración del sistema.
El miércoles, Massa ratificó ante una multitud que colmó la sala del Gran Rex algunos fundamentos de su liderazgo. Durante dos horas desplegó una propuesta de 10 puntos para consensuar un gobierno de unidad nacional como el que él propone al abrirse, como apuntó, “una nueva etapa” , para terminar con la grieta, las divisiones y el odio.
Si se quiere, ese amplio y minucioso discurso representa para Javier Milei un desafío pero también una ventaja: ahora sabe al detalle cuáles serán las propuestas de Massa a las que deberá dar respuesta en el debate.