En los últimos tiempos se ha comenzado a utilizar, especialmente en el ámbito político, una nueva manera despectiva de calificar a alguien con pocas luces que actúa o dice cosas sin pensar: "Cabeza de termo".
Es así como nos surgió la inquietud de encontrar la explicación de ese calificativo. Investigando un poco surgió la que creemos es la respuesta adecuada: se dice cabeza de termo debido a que lo que se coloca dentro del popular elemento no cambia. Lo que se puso frío se mantiene frío y lo que se puso caliente queda caliente. Es decir, el termo conserva lo que le metieron adentro sin ninguna posibilidad de cambiarlo y, analógicamente quien no tiene la posibilidad de cambiar de acuerdo con la realidad que se presenta, no puede mejorar ni lograr reflexionar sobre otros puntos de vista.
ARGENTINOS A LAS COSAS
El egregio Ortega y Gasset, en 1939, en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata como marco, pronunció la archiconocida sentencia que nos intenta reubicar “¡Argentinos, a las cosas!”, y nos instaba a mantenernos “celosamente al margen de las pasiones destructivas”.
La mirada aguda del intelectual pudo captar esa propensión social de gran parte de nuestra población. Porque ser “cabeza de termo” no es propiedad exclusiva de una clase social, de un partido político, ni producto de un bajo nivel de instrucción. Podría decirse que es casi como una actitud ante la vida que se acentúa en una época guiada por la posverdad y que puede tener consecuencias graves cuando hay que decidir algo tan significativo como darle poder a una persona o agrupación política para que gobierne el país. Esto debería convocar a la reflexión, pero el “cabeza de termo” está protegido por escudos invulnerables que hacen que la realidad no lo pueda penetrar.
LOS HIPERTRANSFORMADORES
Los hay progresistas a ultranza. Todo tiene que cambiar y el movimiento mismo pasa a ser el objetivo. La transformación es continua e independiente de si los lugares a los que se encamina son adecuados, buenos, sanos o no lo son. La cuestión es cambiar, la idea fuerza es la transformación que no para ni tiene fin. El “cabeza de termo hipertransformador” no puede aceptar que la realidad tiene contornos dados por la naturaleza. No puede entender que no todo tiene que regirse por sus propios y subjetivos deseos.
La cultura del relativismo que aflora en estos tiempos posmodernos, hace que se exacerbe lo que cada uno siente o autopercibe en un vaivén fluctuante. Esta especie de “cabeza de termo” quiere cambios indefinidos y acepta sin chistar a todo aquel que lo promete.
LOS NOSTÁLGICOS
Hace unos años en una conferencia en el Círculo Militar, le preguntamos al Sr. Julio Bárbaro: ¿Qué era el peronismo? A lo que respondió: “No tengo todo el día para responder…”, y agregó: “Es un recuerdo que trae votos”.
Es innegable que la historia, personal, familiar o social y los afectos ligados a ello marcan huella, pero anclar todo proceder presente y futuro a un afecto del pasado, no aporta.
Un segmento significativo de la población toma sus decisiones políticas, dejándose llevar marcadamente solo por los sentimientos como si lo que entró por el corazón no pudiera tener un ida y vuelta con el cerebro.
Si bien somos seres afectivos también somos racionales. Ambas cosas debieran estar presentes en cada elección. El peronismo y su actual versión kirchnerista - aunque no son los únicos- son los más importantes exponentes de lo emocional llevado al extremo del fanatismo. El líder nunca se equivoca. En los años 40 y 50 la muchedumbre cantaba “la vida por Perón” o “mañana es San Perón” o proclamaba la santificación política de Eva Perón, entre otras cosas.
Esa actitud también se ve reflejada ahora, con la devoción que sienten los seguidores de la Vicepresidente de la Nación a la que eximen de toda responsabilidad sobre la mayor crisis económica y social de la historia argentina, como si ella no tuviera nada que ver con este gobierno, ni hubiera elegido como candidato al presidente Alberto Fernández.
Juan Domingo Perón, residió casi 18 años en el exilio, sin cobrar remuneraciones de parte del Estado Argentino y sus seguidores no se preguntan cómo hizo para vivir en la época del denostado gobierno del General Francisco Franco, en la suntuosa residencia de Puerta de Hierro. Del mismo modo, hoy sus seguidores no se preguntan cómo la Vicepresidente logró ser millonaria, siendo que hace más de 30 años solo ocupa cargos políticos.
NO NEGOCIAN NADA
Es cierto que no todo es políticamente consensuable y que es necesario plantear unos pocos puntos innegociables para, a partir de ellos, comenzar a hablar. Pero hay quienes se cierran a todo diálogo por proteger su pureza.
Muchas veces las etiquetas impuestas o autoimpuestas impiden a personas muy cercanas en ideas, ponerse a charlar en una misma mesa. Este especimen, a veces, toma el tono de la terquedad o la soberbia. Tales actitudes excluyen al diálogo politico, porque para enriquecerse mutuamente se necesita cierta apertura y, previamente, considerar que hay otro que puede mejorar lo que pienso.
“Cabezas de termo” hay en todos los ambientes, en todos los partidos, en todos los sectores sociales. No cuestionan nada, todo lo justifican. Obedecen y punto.
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