EL GRAN NARRADOR Y LOS ASUNTOS ESENCIALES DE LA EXISTENCIA

Bradbury, viajero de metáforas

Por Fernando Adrián Bermúdez *

El 5 de junio de 2012 nos dejó Ray Bradbury uno de los escritores y pensadores más importantes del género fantástico o ficcional. Entre sus obras más conocidas se pueden citar Fahrenheit 451, Crónicas marcianas o El hombre ilustrado, pero también escribió libros de cuentos, poesía e innumerables ensayos sobre las temáticas más variadas que uno podría imaginar.

En uno de ellos reflexiona sobre el valor de la metáfora para los seres humanos, que es digno de recordar y repasar en los tiempos que corren, donde se van perdiendo, cada vez más, las paradojas, las alegorías, las caricaturas, los símbolos, los cuentos de hadas, las metáforas y el valor de los juguetes.

El diccionario de la Real Academia Española nos dice que la metáfora es la traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita, poniendo como ejemplos “las perlas del rocío”, “la primavera de la vida”, etc. Por su parte, el viejo Aristóteles, en su Poética, nos dice que la metáfora es la transferencia del nombre de una cosa a otra, distinguiendo posteriormente cuatro tipos de metáforas; por otro lado, en su Retórica hace referencia a la utilidad de la metáfora para los discursos y lo justifica diciendo que todos conversamos con metáforas, de manera que es evidente que si alguien la compone bien, podremos ver en la metáfora una contemplación bella y buena de las semejanzas que quiero inculcar en lo que digo a través de la alocución.

En el mismo sentido, Bradbury le asignará un valor superior a la metáfora, resaltando ese significado figurado que lo lleva a interpelarse por las cuestiones esenciales de la existencia, respecto de quién soy y quién quiero llegar a ser o podría llegar a ser. Para Bradbury, la naturaleza de la metáfora es resaltar en sentido figurado la cosa citada o puesta en valor, que oculta una semejanza que se quiere destacar.

Acá se podría observar el valor de la ficción literaria y su complemento con los argumentos de la ciencia o de la filosofía.

TEATRO DEL AMANECER

El mismo Bradbury, en más de una oportunidad, se denominaba maestro de lo obvio, porque tenía el don de tratar de recordarles a las personas quiénes eran y, de esa manera, resolver sus encrucijadas y hallar sus metáforas, que en general lo sabían y solo él se las recordaba. A ese don, el autor lo cultivó en ese “teatro del amanecer”, como él lo denominaba, donde, bajo la embriagante influencia de sus miradas e ideas, empieza a reflexionar sobre las obviedades.

“Llegan en silencio a la hora en que trato de despertarme y recordar cómo me llamo. Las ideas y fantasías se sientan en el borde de mi cordura, me susurran al oído y luego, si no me despierto, me dan más de lo que ofrece cualquier pago: un buen golpe de cabeza, lo que me lleva directamente a correr a mi máquina de escribir antes de que las ideas huyan o mueran, o ambas cosas a la vez” (Ray Bradbury, “Viaje a la lejana metáfora…”, en el libro Fueiserá, 1991).

En el mismo ensayo nos recuerda que en su decimotercera o decimocuarta Navidad, su familia logró arruinarle el día. ¿Cómo? Regalándole suéteres, medias, camisas y varias corbatas con las que quiso ahorcarse al cabo de ese espantoso y aburrido día de diciembre. Ante lo cual dijo fervientemente: “¡No vuelvan a hacerme esto!”, gritó. “Lo que quiero son juguetes. ¡Juguetes! ¿Entendieron?”

Desde entonces, sus gritos no cesaron en cada Navidad. “Tuve que enseñarle a mi esposa, a mis cuatro hijas y a todos mis amigos que para mi cumpleaños o para Navidad tenían que ir de compras solo a las jugueterías Toys-R-U o FAO Schwartz. Mi taller del sótano y mi estudio están abarrotados de juegos de magia, robots, máscaras, dinosaurios y … ¡lagartijas saltarinas!, además de un muñeco de más de dos metros de altura que antes vivía en la vidriera de Rocky and Bullwinkle Emporium, en Sunset Boulevard.”

Recuerda que escribió sus primeros cuentos a los doce años con un juguete, una de esas máquinas de escribir de lata con un alfabeto circular y rotativo que se hace girar y se presiona, y que demora alrededor de media hora en confeccionar uno o dos párrafos. De esa manera, al hacerla girar, lo convirtió en escritor.

¿Cómo se podría explicar el aprecio y la locura de Bradbury por los juguetes? Porque para el autor, los juguetes no solo eran valiosos por sí mismos, sino también por lo que representaban e interpelaban, es decir, por la metáfora oculta que había detrás o delante del juguete que, al igual que la poesía, era la esencia de las cosas, símbolos compactos de vidas posibles e imposibles. “En suma, sabía que la metáfora lo era todo. Metáforas para la hora del desayuno. Con azúcar y crema y… ¡a saborearlas a cucharadas!”

La idea de Bradbury es justamente que el juguete representa ese suceso de vidas posibles o imposibles; por eso, su presencia y referencia nos permiten conocernos a nosotros mismos y a los demás.

En caso contrario, sin metáforas, somos incapaces de entender y comprender estos extremos y tampoco podríamos diferenciarnos. De esta manera: “Sentir, saber y decir a los doce o veinte años: soy escritor, soy artista, soy actor. No quizá lo sea o aspiro a serlo, sino soy.”

LA TRAVESIA

Por eso, Bradbury insiste en que necesitamos maestros y profesores que aprendan a encontrar y enseñar metáforas que, una vez vistas, logren que esos deseos, sueños e ilusiones se eleven en el alma humana de modo que quisiéramos vivir para siempre. De esta manera, se podrá volver a la alegría de enseñar y aprehender que día a día se está perdiendo por una visión escéptica y pesimista.

“Una de las razones por las que disfruto de entrar en una fábrica de juguetes es que me veo rodeado nada más que de metáforas. Celebraciones de ideas alegres…”. Bradbury nos interpela, como en todas sus obras, a tomar partido, a mirar, sentir, saber y viajar a esos mundos que nos plantean las posibilidades más hermosas y profundas de nuestra existencia. Una vida sin imágenes o sin metáforas es vacía y carece de sentido, nos recuerda.

Hagámosle caso y emprendamos el viaje a la metáfora donde nos esperan las celebraciones más hondas que nos definen y que, en definitiva, nos alegran la existencia diaria.

 

* Docente Universitario UM – UNCuyo