EL CIELO ENTENDIDO COMO “SOBORNO” DE DIOS
Borges, Shaw y una frase insensata que hizo carrera
POR TOMÁS I. GONZÁLEZ PONDAL
Corría julio de 1980, y el periodista Tomás Barna le hizo una entrevista al literato argentino de fama mundial, Jorge Luis Borges. En una parte de la conversación, el periodista pregunta al escritor qué significaba Dios y el diablo en su vida, obteniendo por respuesta lo siguiente: “Recuerdo una frase muy linda de no sé qué comedia de Bernard Shaw en la que un personaje dice: ‘He dejado atrás el soborno del cielo’. El Cielo vendría a ser un soborno. El infierno, una amenaza. Ese personaje quiere decir que ha obrado bien, y que no lo ha hecho urgido por la esperanza de un premio o por temor a un castigo. Ha dejado atrás ese soborno que es el cielo. ¡Es una frase muy linda! Lo que quiero decir es que el Infierno no se refiere a ideas éticas sino a ideas inmorales.” De ahí que circule en modo abreviado y como máxima borgiana la frase: “¿Qué es el cielo sino un soborno, y qué es el infierno sino una amenaza?”
Así las cosas, tenemos que a partir de dos escritores famosos, Shaw y Borges, el cielo, soborna, y el infierno, amenaza. Nunca me ha gustado la literatura de Jorge Luis, gusto que quizá no sea compartido por un 97% de personas. Pero aquí no se trata de mero gusto literario, sino de afirmaciones con implicancias teológicas.
Si se le advierte a seis jóvenes que en treinta metros hay un gran pozo con una profundidad de quinientos metros, y si ellos por rebeldía e indiferencia deciden hacer caso omiso de la advertencia y pasar “caminando” por el pozo como si no existiera, y si tras la muerte de los muchachos alguien se crispase diciendo que fueron amenazados por la indicación, ese tal rumbea con ceguera parecida a la de los desafiantes que volaron sin paracaídas.
Mas estas breves líneas apuntan a decir unas pocas palabras sobre ese cielo que “soborna”. A ver… Analicemos eso a lo que algunos le llamaron “soborno”.
LA SALVACION
Una criatura finita llamada “hombre” es creada de modo enterísimamente gratuito por un ser infinito llamado Dios, el cual le dio a aquél dones maravillosos: naturales, preternaturales y sobrenaturales. Recordemos algo elemental: nuestro corazón late y respiramos porque así lo permite la Divina Providencia. La soberbia del hombre despreció todo y ofendió a la Trinidad infinita. Pero Dios no abandonó al ofensor. La Segunda Persona de la Augustísima Trinidad, el Hijo, se encarnó por nuestra salvación hasta dar Su vida en la Cruz, reparando así la ofensa infinita, abriéndonos las puertas del cielo y librándonos del infierno. ¿Cuál es el soborno? ¿Merecíamos algo? Pobre Shaw y pobre Borges que no entendieron nada, viendo soborno en la fuente del amor y la misericordia.
Imagino a un pobre tipo al que un rey bondadoso le regaló tierras, casas, joyas, y hasta le dio una hermosa mujer por compañera de vida. El obsequiado, fruto de su arrogancia y crueldad, decidió un día abandonar los campos regalados, destruir las casas, perder las joyas en el mar y matar a su señora. El buen monarca decide perdonar al miserable, pero ha puesto pautas, tanto para acceder al castillo como sobre su conducción en su reino. ¿Hablaría con coherencia y justicia el dilapidador que acusase al rey de estar sobornando? Evidentemente, no.
La dicción “soborno” nos remite a la dicción “economía”. Y como los literatos consabidos usaron la primera de las palabras en relación al cielo, la segunda, en referencia al mismo tema, nos lleva a mencionar lo que se conoce como “economía de la salvación”. ¿Y qué es esto? Podría decirse que es el plan de administración que Dios tiene sobre todo. Por analogía, lo que decíamos del monarca, pero ahora aplicado a la Providencia Divina. ¿Y quién más que Dios sabe qué nos conviene mejor? Tildar de “soborno” a la “economía de la salvación”, no solo es injustísimo, no solo es falso, sino que es blasfemo. Si estoy podrido, con miembros gangrenados, supurando, emanando olores hediondos, y si un eminente cirujano, bisturí en mano, aplica sus conocimientos y me opera salvándome la vida, tendría que estar del remate si llamase al galeno que me operó torturador y despiadado, y no solo mi labia sería injusta, no solo sería engañosa, sino que estaría insultando al buen médico.
MISERICORDIA
No solo Dios no soborna a nadie, sino que, si bien se mira, podría incluso ser confundido con un ecónomo que practica una economía desacertada: paga iguales jornales a jornaleros que laboraron distintas horas, llegando a decir “hoy estarás conmigo en el paraíso” a un ladrón crucificado y a punto de morir; hace fiesta ante un hijo pródigo arrepentido que ido de la casa y en largo viaje dilapidó todo; deja noventa y nueve ovejas y sale en busca de la perdida; nos llama a que atesoremos en las arcas celestiales; siendo como somos pecadores nos perdona si nos arrepentimos, y nos promete tras la muerte una vida eterna gozando de la felicidad plena, es decir, de Él, en una Jerusalén celestial hecha de piedras preciosas. Y cómo será la cosa que hasta hay quienes, con temeridad diabólica, abusan de Su misericordia diciendo: “Él perdona todo, sigo haciendo el mal, total ya me perdonará”.
A un alma que quiere buscar la santidad, un “soborno” que implica tanto amor le mueve indiscutiblemente a adorar al “sobornador.”
Dios jamás soborna a nadie. Ha dado libertad a todos. Sus mandatos, Sus órdenes, Sus planes, todo está fundado en Él, Caridad misma. Dios Padre entregó a Su Hijo muy amado por nuestro amor: ¿alguien puede hacer la cuenta?