Siete días de política

Aumenta la ofensiva opositora en el último tramo de la campaña

El Congreso estará cerrado esta semana, pero la presión en el mercado cambiario continuará, a pesar de la intervención directa del Tesoro norteamericano. El círculo rojo reclama devaluación.


Hay hechos que pasan por debajo del radar de la información cotidiana pero que describen con nitidez la situación por la que atraviesa el gobierno de Javier Milei en vísperas de una elección crucial para su permanencia en el poder.

El miércoles, la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, Alejandra Vigo, convocó a reunión para el día siguiente con un temario en el que no había proyectos de peso. Lo importante era una iniciativa que no estaba en la convocatoria: el proyecto aprobado por Diputados que en la práctica priva a Javier Milei del uso de DNUs al exigir como condición ineludible para que mantengan validez su ratificación por ambas Cámaras en un plazo perentorio. El decreto que no la consigue, cae. Un golpe de “knock out” para la gobernabilidad.

La versión que rápidamente comenzó a circular por los pasillos de la Cámara decía que Vigo, que es esposa del exgobernador de Córdoba Juan Schiaretti y actual candidato a diputado por Provincias Unidas, estaba esperando que Martín Menem, girara al Senado la sanción de Diputados para incluirla en el temario.

Se especulaba con que se proponía emitir rápidamente dictamen sobre el proyecto para habilitar su tratamiento en el recinto siete días más tarde. Es decir, convertir en ley una iniciativa que el Gobierno rechaza para propinarle otro duro golpe en el Congreso a pocas horas de la votación.
Pero, contra toda razonabilidad institucional, Martín Menem tardó más de una semana en remitir la sanción al Senado y la oposición vio frustrada la maniobra. Para peor, esto ocurrió el día en que se paseaba por la Cámara la plana mayor de Provincias Unidas con el gobernador cordobés Martín Llaryora a la cabeza. Iba a participar del acto de cierre de campaña de Martín Lousteau.

Cabe apuntar que entre los principales candidatos de Provincias Unidas hay tres exministros de Cristina Kirchner: Martín Lousteau (UCR), Graciela Ocaña (exCarrió) y Florencio Randazzo (PJ). Lo curioso es que esa lista se presenta como una alternariva anti K. Pero no se entiende qué votante antikirchnerista puede puede apoyar, por ejemplo, a Lousteau para cobatir a La Cámpora. Otra muestra, por si hacía falta, de la caducidad del sistema partidario.

Más allá de las rarezas de la presente campaña, lo concreto es que la actividad en el Congreso quedó postergada hasta después de las elecciones. Se espera que los legisladores permanezcan en sus distritos hasta el domingo. Quedó de esa manera desactivado el escenario en el que el Gobierno sufrió varias derrotas durante los últimos meses.

No ocurre igual con el mercado cambiario que sigue dándole guerra al equipo económico con una presión inclaudicable sobre el dólar, a pesar de que Luis Caputo dijo por enésima vez a los miembros más conspicuos del círculo rojo que no piensa devaluar. Lo hizo en el marco del coloquio de IDEA desde los Estados Unidos.

En esa fase de la campaña, las aportaciones de Donald Trump son extraordinarias. Primero resolvió intervenir de manera directa en el mercado local cambiando dólares por pesos para frenar la corrida.

Después pasó a intervenir en la campaña política anticipando que, si el peronismo gana el 26, la “generosidad” del gobierno norteamericano cesará. En pocas palabras: si votan por el peronismo no se quejen después del estallido de otra crisis como las que acostumbran periódicamente a dejar un tendal de pobres en Argentina.

La diferencia entre esa advertencia y un acto de intimidación a los votantes locales es ínfima. Trump dejó a Spruille Braden a la altura de un “boy scout” y a Theodore Roosevelt (el del “big stick”) a la de un aprendiz. Desde la administración Milei trataron de disimular el sentido de la declaración alegando que Trump creía que las elecciones del domingo eran presidenciales y no de medio término, pero la amenaza fue explícita.

De manera sorprendente la respuesta del peronismo no consistió en un ataque de nacionalismo indignado. Nada de “Braden o Perón”. Cristina Kirchner se limitó a emitir un mensaje oracular: “Ya saben qué hacer”. Nunca aclaró a qué se refería.

Los especialistas en opinión pública tampoco explicaron si la amenaza de cortar el chorro de dólares lanzada por Trump persuadiría a los votantes para que no pongan en riesgo la actual estabilidad o por lo contrario los llevaría a repudiar a Milei. En 1945, la Casa Blanca tomó partido en contra de Juan Perón en quien veía un simpatizante del eje nazifascista. Hoy rechaza al peronismo por su política exterior prochina. La lucha geopolítica en el fondo cambia poco, sólo de antagonistas. Pero la sociedad puede cambiar culturalmente mucho en ocho décadas. Por lo pronto hay nuevas categorías de votantes que en los 40 no existían (ver “Siperistas y otras criaturas”).