Atletas transgénero: la impostura ideológica no alcanza para cambiar la biología

Los factores fisiológicos clave que deben tener en cuenta las organizaciones deportivas y las autoridades pertinentes a la hora de interpretar la equidad en el deporte. “Dado que la terapia con estrógenos no revierte la mayoría de los parámetros de rendimiento atlético, se deduce que los transexuales entrarán en la división femenina con una ventaja inherente debido a su fisiología masculina previa”, remarca la autora de un reciente estudio. Cuando la trampa se disfraza de "inclusión".

La Asociación Mundial de Atletismo (World Athletics), el organismo que regula las competiciones internacionales de atletismo, votó en marzo último a favor de prohibir completamente que los atletas transexuales (hombres que se han sometido a tratamientos para adquirir características femeninas) que hayan pasado por la pubertad masculina compitan en pruebas internacionales.
La decisión se dio en medio de una oleada de políticas de "competición justa" que se pusieron en marcha después de que Lia Thomas, un nadador de la Universidad de Pensilvania que se identifica como mujer, se convirtiera en el primer transgénero en ganar un campeonato de natación de la Asociación Nacional Atlética Universitaria (NCAA) en la categoría femenina. World Athletics se unió así a World Aquatics y World Rugby como una de las varias organizaciones internacionales que prohíben competir a los atletas transgénero, basándose en si han pasado o no por la pubertad masculina, en lugar de en los niveles de testosterona en sangre.
La decisión de la Asociación Mundial de Atletismo revierte la política anterior que exigía a los transexuales mantener la cantidad de testosterona en sangre por debajo del máximo de cinco nanomoles por litro, y permanecer por debajo de este umbral de forma continuada durante 12 meses antes de competir en la categoría femenina.
Lo cierto es que las atletas mujeres fueron las primeras en poner el grito en el cielo por lo antiético, tramposo e injusto que resulta que hombres autopercibidos mujeres les arrebaten las competencias, con una clara ventaja otorgada ni más ni menos que por la biología. Y aún hoy distintas deportistas, incluso argentinas, son víctimas de esta situación insólita.
Entre los diversos estudios que se han dedicado a analizar el impacto de las obvias diferencias entre los sexos sobre el desempeño deportivo, vale destacar el de la profesora de Fisiología e investigadora de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, Alison Heather, titulado “Atletas de élite transexuales: Su porcentaje extra en relación con la fisiología femenina”, que fue publicado en la revista “International Journal of Environmental Research and Public Health”.
“La mayoría de los deportes de élite se dividen en masculino y femenino debido al mayor rendimiento atlético que muestran los hombres. Sin la división por sexos, las mujeres tendrían pocas posibilidades de ganar porque los hombres son más rápidos, más fuertes y tienen mayor capacidad de resistencia. La fisiología masculina sustenta su mejor rendimiento atlético, incluida una mayor masa y fuerza muscular, huesos más fuertes, una estructura esquelética diferente, sistemas cardiorrespiratorios mejor adaptados y efectos tempranos del desarrollo en las redes cerebrales que inducen a los hombres a ser intrínsecamente más competitivos y agresivos. La testosterona segregada antes del nacimiento, después del parto y tras la pubertad es el principal factor que impulsa estas diferencias fisiológicas entre sexos, y en la edad adulta, los niveles de testosterona son de diez a quince veces superiores en los hombres que en las mujeres”, describe la catedrática.
La autora del estudio concluye que la testosterona impulsa gran parte del mayor rendimiento atlético de los varones a través de la exposición in útero, en los primeros años de vida y en la edad adulta y que muchas de las diferencias anatómicas entre sexos impulsadas por la testosterona no son reversibles. Además, en sintonía con la decisión de World Athletics, destaca que utilizar los niveles de testosterona como base para separar a los deportistas de élite femeninos de los masculinos puede considerarse erróneo. “La fisiología masculina no puede ser reformateada por la terapia estrogénica en atletas transexuales porque la testosterona ha provocado efectos permanentes a través de la exposición temprana en la vida”, insiste.
“Dado que actualmente los deportes se dividen en masculino y femenino porque el rendimiento atlético masculino es superior, y que la terapia con estrógenos no revierte la mayoría de los parámetros de rendimiento atlético, se deduce que las mujeres transexuales entrarán en la división femenina con una ventaja inherente debido a su fisiología masculina previa”, remarca.
La revisión crítica descriptiva realizada por Heather analiza las ventajas fisiológicas inherentes al varón que conducen a un rendimiento atlético superior y aborda cómo la terapia estrogénica no consigue crear una fisiología similar a la femenina en el varón. El trabajo pretende identificar los factores fisiológicos clave que deben tener en cuenta las organizaciones deportivas y las autoridades pertinentes a la hora de interpretar la equidad en el deporte.
“A pesar del reconocimiento del predominio masculino en el rendimiento atlético, las divisiones masculina y femenina se están difuminando a medida que las atletas transexuales (personas que han nacido como hombres y se identifican como mujeres) entran en la división femenina. La inclusión de atletas transgénero ha suscitado preocupación por la equidad de la división femenina para las atletas biológicas (mujeres cisgénero, cuya identidad de género coincide con su sexo biológico)”, advierte la especialista en Fisiología.
La testosterona genera diferencias anatómicas y fisiológicas entre los sexos en el cuerpo humano, apunta la autora. Estas diferencias sexuales pueden ser arquitectónicas y, por tanto, permanentes, o pueden estar influidas por las concentraciones de testosterona circulante en la edad adulta y, por tanto, ser modificables. Las diferencias sexuales permanentes que afectan al rendimiento atlético afectan el cerebro, la estructura esquelética y el sistema cardiorrespiratorio. Las diferencias sexuales modificables incluyen los efectos de la testosterona sobre la masa y la fuerza muscular y la capacidad aeróbica.
Los datos existentes sugieren que la reducción de la testosterona a menos de 10 nmol/L durante 12 meses disminuye la masa muscular pero no a los niveles biológicos femeninos y, a pesar de la disminución de la masa, se puede mantener la fuerza muscular, especialmente si se realiza ejercicio simultáneamente, indica el trabajo.
Asimismo, la investigadora pone de manifiesto que el tratamiento con estrógenos no afecta a la mayoría de las estructuras anatómicas del varón biológico, que aportan un beneficio fisiológico. “Los niveles de hemoglobina disminuyen con la terapia estrogénica y, en consecuencia, el esfuerzo aeróbico máximo puede ser menor, pero este parámetro sólo se manifestará si los niveles de testosterona se suprimen a niveles dentro del rango biológico femenino y se mantienen durante períodos prolongados”, aclara.
En esa línea, hace hincapié en que los estudios publicados demuestran que es difícil suprimir la testosterona de forma continuada en los transexuales. “Dado que la diferencia porcentual entre los puestos de medalla a nivel de élite es normalmente inferior al 1%, debe existir la confianza de que una atleta transexual de élite no conserva ninguna ventaja residual de la anterior exposición a la testosterona, cuando la ventaja inherente dependiendo del deporte podría ser del 10-30%. Las pruebas científicas actuales no pueden ofrecer tales garantías y, por lo tanto, en virtud de las normas vigentes, es necesario reconsiderar la inclusión de ‘mujeres trans’ en la división de élite femenina en aras de la equidad con las atletas nacidas en el sexo femenino”, finaliza.