Artillería, navegación y una misión por cumplir
Por Gastón Marmonti *
20 de noviembre de 1845. Transcurre suave, tranquila y cálida la mañana de noviembre en el barranco llamado Obligado. La escuadrilla de guerra anglo francesa, avanza sobre el bloqueo argentino. Once buques con 99 cañones de grueso calibre. En ese paraje el ancho del Paraná es de sólo 700 metros. Aprovechando lo angosto entre orillas, es que se lo ha seleccionado. Se va a combatir para apoyar el bloqueo del río e impedir que otros buques transportes, comercialicen con la provincia de Corrientes y con la República del Paraguay. El Brigadier General Juan Manuel de Rosas está dispuesto a vender cara esta afrenta al país.
EL HORA A HORA
A LAS 9: El viento fresco del Paraná limpia la cara de los soldados que han quedado inmóviles. Los bergantines Philomel, Procedur y Expeditive, que encabezan la flota, abren fuego sobre las baterías argentinas. Explosiones, humo, viento, olor a pólvora y silencio.
El General Lucio Norberto Mansilla grita enardecido con su sable ¡Viva… la Patriaaa! Su rostro se pone colorado de la fuerza del grito que saca desde el alma. Con la última letra A (de Patria), las Baterías ‘Restaurador Rosas’, ‘General Brown’, ‘General Mansilla’ y ‘Manuelita’ abren fuego en simultáneo, como asintiendo un: ¡¡¡Vivaaa!!!
La Banda del Batallón Patricios ejecuta el Himno Nacional… explosiones, humo, trayectorias que cortan el aire con silbidos y los impactos en los bergantines Dolphin y Pandour. Los Artilleros cobran vida y a pleno grito imparten órdenes. Son y siempre fueron, un equipo muy unido. Unos observan el tiro y calculan, otros cargan, otros empujan con un baquetón largo la bala para que contacte con la pólvora, otros corrigen la puntería (que les gritan los observadores) y colocan las mechas y otros van seleccionando blancos. Todos dependen de todos. Y vuelven a quedar petrificados.
El Oficial de Artillería argentino en el siglo XIX, era un militar destacado en matemáticas (ciencias exactas), pólvoras y mixtos (química). Calculaban la trayectoria curva de las balas, velocidad, ángulo de caída y volúmen de fuego. Algunos, eran marinos americanos iniciados en la Armada Real Española. En el mar o en el río podían determinar en segundos el viento, la caída del velamen por la popa para perfilar los cañones, el oleaje para la puntería y medir la profundidad de los bancos de arena (como sólo los conocía el irlandés Guillermo Brown).
Otros, como el General José María Paz, podía coordinar (calcular) las cargas de caballería, con el fuego de sus cañones. El Coronel Juan Bautista Thorne, Jefe de la Batería ‘Manuelita’, es el prototipo del Oficial que me refiero.
A LAS 9.30: La fragata a vapor Gordon, se perfila sobre Obligado y al unísono se abren las portas y asoman los (6) cañones de 64 y los (4) de 32. Ondea la insignia del Comandante británico Sir Charles Tothan… señales, gritos en inglés, borbotones de humo negro y gris de chimeneas y calderas al máximo, pitidos… se acercan también la fragata Firebrand, la corbeta Camus, los bergantines Fann y San Martín (apresado a nosotros en Montevideo) con la insignia del comandante francés Trethouart y el vapor Fulton.
El soldado Valentino Añasque (Fuerte Pergamino), artillero de la batería ‘Manuelita’, descubre que sus dos mejores amigos Pedro Jiménez (porteño) y Dalmacio Luna (San Nicolás) acaban de fallecer. Todos están rociados de hierro incandescente. El Sargento Ramiro Benavídez (nunca aclaró, donde nació) le grita y lo zamarrea para despertarlo. Lo empuja a los refugios preparados. El general Mansilla había previsto la construcción de tres merlones de tierra pisada entre cajones de poco más de 2 Varas de espesor y Vara 1/4 de altura (1 Vara = 0.86 m). Añasque recobra vida. Escucha y vuelve en sí, busca a sus amigos y conocidos; algunos están. Se buscan y se saludan con la mirada. Un grito y…. ¡¡A los cañones..!!
A LAS 13.30: El calor es abrazador. Ambos comandantes se observan por catalejo. Hace cuatro horas que el duelo de artillería es intenso. Los aliados no han podido aproximarse a las 24 embarcaciones ancladas y atadas a tres filas de cadenas que bloquean el paso del Paraná. Como dos luchadores que se toman un respiro en la esquina, argentinos, británicos y franceses atienden heridos, cubren los muertos y tratan de reparar sus cañones. Se distribuye munición.
El General Mansilla destaca a dos chasqui a caballo informando a Rosas: “Mi General, es muy probable que esta noche seamos derrotados. Hemos quemado la casi totalidad de los cartuchos y a esta hora, empezamos a racionar cada bala de cañón. ¡Viva la Santa Federación!Dios guarde a su Señoría…”
MANCHADOS DE POLVORA
A LAS 14.30: Los sirvientes artilleros argentinos, manchados de pólvora y sangre, sonríen. Cierran los ojos tratando de penetrar el humo. La corbeta Comus se retira con un incendio en cubierta tratando de extinguir, el bergantín San Martín es puesto fuera de combate sin el palo mayor y el Fulton humeante, ha quedado varado en el río.
Pero un lanchón oculto de la fragata Firebrand al mando del intrépido oficial jefe inglés Hope, logra cortar las cadenas. Como cruzando una línea de meta muy despacio ya navegan la Firebrand, el Fulton y el temible vapor Gordon. El coronel Thorne los recibe a cañonazos, pero van quedando fuera del límite izquierdo del fuego de las baterías argentinas. El bergantín Expeditive, desmonta sus mejores cañones a playa y produce muchas bajas a los artilleros criollos.
El Teniente Benjamín Santamarina (rosarino), que ha enroscado el escapulario de su madre en el sable, cada regreso al refugio reza, casi gritando: “Salve, Virgen divina, Bárbara generosa… del rayo enemigo líbranos; defiende nuestra vida esta noche y al amanecer del próximo día”. El sargento Benavídez solo recuerda la parte “defiende nuestra vida…” el soldado Añasque ya la recuerda de memoria. Además, cada vez que la repiten los artilleros, están seguros que van a volver al próximo intervalo de combate.
A LAS 17.10: La Batería de Thorne es alcanzada por la munición explosiva aliada. Se produce una detonación enorme que sacude todo Obligado varias leguas a la redonda. Nubes de humo negro y llamas enormes, se retuercen camino al cielo. El espectáculo es dantesco. Los artilleros mueren ahora consumidos por las llamas, buscando algún tipo de suicidio. La Batería ‘Manuelita’ ha sido destruida. El mismo Thorne, vuela para atrás, fracturándose un brazo y la cabeza contra un tala. Allí perdió para siempre la audición.
Seguidamente los británicos, desembarcan fracciones de Infantería de Marina. El general Mansilla se coloca a la cabeza de una fracción de infantería, ordena cargar a la bayoneta con los tambores repicando como locos. Pero el ataque es recibido con un intenso fuego de metralla, las esquirlas inglesas que no lo habían tocado en las Baterías, ahora le alcanzan el estómago y el General ‘Artillero’ Mansilla cae herido.
El coronel Ramón Rodríguez al mando del Batallón ‘Patricios’, continúa el contraataque. Los ingleses han conquistado la Batería ‘Manuelita’ y capturan la bandera argentina. A pesar del terrible fuego de balas rasantes incendiarias, los infantes de Rodríguez se posicionan y los ingleses horas más tarde, con la protección del atardecer, reembarcan.
El cuerpo del teniente Santamarina yace boca abajo muy próximo a los restos de un cañón de marina de la 10; el sargento Benavídez sin poder mover su brazo derecho, busca entre los heridos al soldado Añasque. Lo encuentra sentado, junto a otros mal heridos, ensangrentado, ennegrecido, mirando la nada misma, con la cabeza gacha, sigue repitiendo entre sollozos la jaculatoria de Santa Bárbara. El sargento lo levanta con su brazo izquierdo y se lo lleva. “Vamos Añasque -le dice- ya rezaste demasiáo; estamos vivos y los gringos… ya se enteraron como recibimos a los que quieren mandarnos en este páis…”.
LA FLOTA
El general Mansilla, se recuperó de sus heridas y volvió a enfrentar a la flota aliada. El 4 de junio del año siguiente (1846) cuando la flota se encontraba de regreso, la volvió a atacar en las localidades de Acevedo, San Lorenzo (el del combate del 3 de febrero de 1813) y Quebracho.
En Quebracho, el ‘Artillero y Agrimensor’ Mansilla, pudo vengar las 642 bajas de Obligado; esta vez, sus baterías se posicionaron más alto que la flota aliada. Además los artilleros concentraron el fuego sobre los buques transportes, ocasionándoles severos daños. Luego de más de tres horas de combate, la flota enemiga siguió su camino con varias bajas y muchos destrozos materiales. Las fuerzas argentinas no sufrieron mayores daños. La flota aliada nunca más buscó comercializar, ni navegar por los ríos argentinos.
El contralmirante británico Inglefield informó al Almirantazgo: “Siento vivamente que este bizarro hecho de armas haya sido empañado con tanta pérdida de vidas; pero, considerando la fuerte oposición del enemigo, y la obstinación con que defendía, tenemos motivos para agradecer a la Providencia que no haya sido mayor”.
He aquí una mirada distinta del combate de la Vuelta de Obligado, relatado desde las piezas de artillería. No siempre se profundiza lo encarnizado y terrible que resultó para las armas argentinas, esta acción. Con sus ‘Artilleros’ convencidos de la misión que cumplir. Varios equipos de valientes que demostraron a una formidable flota europea cómo somos y reaccionamos defendiendo nuestro territorio. Nuestra tierra, nuestro pueblo, es decir: la Patria.
Héroes argentinos, unidos por su enseña que flameó en cada Batería de Obligado. Bandera argentina, baterías de artillería y la defensa de las costas del río Paraná: tres símbolos que los unen también al general Manuel Belgrano, a las baterías ‘Libertad’ e ‘Independencia’ y al Cuerpo de Granaderos a Caballo del entonces coronel José de San Martín.
PD1: El Coronel Thorne, volverá a Buenos Aires, con el mote de ‘El sordo de Obligado’.
PD2: El autor incorpora personajes ficticios, sobre la base de las técnicas y usos extraídos de la historia militar.
* Coronel. Director del Servicio Histórico del Ejército.