Páginas de la historia

Argentinos en la Antártida

Más grande el hombre, menos necesita exhibirse".

Todos los años, el 22 de febrero, se celebra el día de la Antártida Argentina. ¿Por qué el 22 de febrero?. Hagamos un poco de historia y para ello trasladémonos a Edimburgo, la capital de Escocia.­

Año 1903. La Real Sociedad Escocesa, decide que una expedición, con un bergantín, explore en misión de estudio el Mar de Weddell, en la Antártida.­

Realizada la tarea y luego de 30 días, deciden invernar en la isla Laurie, en las Orcadas del Sur. Para ello, los escoceses construyen con rocas y otros elementos una casilla. Ya instalados en la misma, efectúan trabajos científicos relacionados con la temperatura y la geografía de la región antártica.­

Gobernaba nuestro país en esa época el General Roca.­

Transcurría el año 1904. Comenzaba la guerra Ruso Japonesa. Francia tomaba Marruecos. En nuestro país se inauguraban los Hospitales Argerich y Tornú y el Colegio Nacional Bartolomé Mitre.­

Roca, gobernante visionario, suscribe un decreto en cuyos fundamentos se indica la conveniencia científica de establecer estaciones meteorológicas y magnéticas en los mares del sur, en el continente antártico.­

En ese mismo momento, el escocés Dr. Bruce, jefe de la expedición escocesa, es autorizado por su gobierno -dada la imposibilidad de seguir en la región por múltiples razones- a obsequiar al gobierno argentino las muy precarias instalaciones construidas en las Orcadas.­

Un decreto de nuestro gobierno, autoriza al Jefe de la Estación Meteorológica Argentina a recibir el regalo. Para efectivizar la donación, llegan a la isla Laurie -Orcadas del Sur- a principios de febrero de 1904, el primer contingente humano enviado por el gobierno argentino.­

Son tres valientes. Sus apellidos: Acuña, Smula y Valette. Son tres hombres que saben que "cuando se ama la soledad no se siente soledad". Tienen el insigne honor de ser los tres primeros argentinos que pisarán suelo antártico.­

La tarea inicial es hacer de la casilla primitiva, que les habían obsequiado, un lugar seguro, confortable, apto para realizar sus trabajos.­

Y un 22 de febrero de 1904, con manos temblorosas esos hombres, tres héroes auténticos, izan la bandera argentina hasta el tope del mástil, por primera vez en la región. Sienten emoción. Suponen que los únicos testigos son la soledad, el frío, el viento. Pero se equivocan. Tienen la platea más numerosa y ferviente que podrían imaginar. Porque todo el país está pendiente de su hazaña. Desde ese día la zona antártica tiene la ininterrumpida presencia argentina, una presencia de estudio y de ciencia. Al día siguiente comienza la tarea específica, que ya no se interrumpirá jamás. Desde ese día hasta hoy, las observaciones magnéticas y meteorológicas junto a estudios climáticos, geológicos y de temperatura, continúa.­

Irán pasando los años y se reemplazan aquellos hombres con otros de la Marina Argentina, que a su vez se renuevan periódicamente. Transcurren más de 60 años.­

Y un episodio a la vez dramático y heroico le toca vivir a la dotación que ocupa las Orcadas, en diciembre de 1967. A 200 Km de allí, en plena península Antártica, se encuentra una isla pequeña y volcánica: La Isla Decepción.­

Un equipo de científicos argentinos se encuentra efectuando investigaciones en ese lugar. Pero un volcán entra repentinamente en erupción. En pocas horas una densa humareda de un fuerte olor sulfuroso, quita casi toda visibilidad e impregna la isla. Del cráter del volcán saltan piedras de gran tamaño, junto a chorros de agua hirviendo. La lava comienza a inundar la isla. Los pingüinos -en una demostración de que el instinto animal es superior al del hombre- se dirigen en su totalidad al ángulo Nor Oeste de la isla. Y los científicos, ¡qué paradoja!, siguen a los animalitos. Un lógico temor por sus vidas se dibuja en los rostros de estos hombres. Pero ya notificados, dos barcos de la Armada Argentina con helicópteros -todos procedentes de la base de las Orcadas- aparecen en el horizonte. Pese a las inclemencias del tiempo y a la difícil visibilidad y con grave riesgo de hombres y máquinas, se realiza el salvataje de la totalidad de los científicos argentinos. Y ya regresan con la satisfacción del deber cumplido.­

Hoy, modernas instalaciones y complejos laboratorios reemplazan a aquellas precarias de 1904. Y otros hombres cumplen la misma tarea silenciosa, útil y beneficiosa.­

Y el aforismo final para estos hombres de ayer y para los de hoy, que cumplen una tarea de paz, de amor y de civilización: "Los que luchan buscando el bien, no necesitan vencer".­