Argentina, en la trinchera de la guerra comercial

La política de aranceles a las importaciones impulsada por Donald Trump sembró incertidumbre. El mundo erige barreras, se defienden posiciones. Cómo deberá operar el gobierno argentino para evitar tensiones y no entrar en el radar de Washington.

 

POR CARLOS PÉREZ *

Con Trump haciendo uso de la política arancelaria como herramienta de negociación, se vuelve mucho más necesario para nuestro país una política comercial pragmática y enfocada en las relaciones bilaterales, país por país y producto por producto, que priorice la inserción de nuestra producción en las nuevas cadenas globales de valor.

En la mirada mercantilista de Trump, nuestro país no ostenta un superávit comercial estructural con los Estados Unidos, por lo tanto, no podemos ser “acusados” de quitarles empleos a los ciudadanos de su país.

No obstante, recientes anuncios como la implementación de aranceles al acero y aluminio (siendo Estados Unidos el destino más relevante para este sector local) o la medida de “aranceles recíprocos” (la tarifa promedio local ronda el 13,5%, mientras que la de Estados Unidos el 3,3%) son alertas para nuestro país.

Por otra parte, un dólar fuerte limita la competitividad cambiaria de nuestras exportaciones, al tiempo que también implica un sesgo a la baja sobre los precios de los commodities, en un marco donde la mitad de las ventas del 2025 provendrían de los tres principales complejos agrícolas y la energía.
Así, en un mundo transaccional, debemos tener firmes posiciones negociadoras para no perder mercados de exportación. Durante los últimos años (caracterizados por las tensiones comerciales, el Covid, la guerra en Ucrania y en Medio Oriente, entre otros) se ha verificado un incremento en las restricciones comerciales a nivel global, cuestión que se ha exacerbado desde la asunción de Trump como presidente de Estados Unidos.

En sólo dos meses se han tomado más de 300 medidas de restricción comercial en el mundo. De hecho, Trump ha hecho uso de la política arancelaria como herramienta de negociación en temas bien diversos, como seguridad, control de drogas, inmigración, armamentos, entre otras.

En detalle, entre los primeros anuncios se encontraron los aranceles del 25% a las importaciones estadounidenses desde México y Canadá, sus dos mayores socios comerciales y con quienes tiene acuerdos comerciales vigentes (el 100% de las exportaciones estadounidenses a México y el 97% a Canadá ingresaron sin pagar aranceles, según datos de la OMC en 2022). Si bien ya entraron en vigor, hay negociaciones en curso y el Secretario de Comercio de Estados Unidos mencionó que podría haber un acuerdo para suavizarlos.

EUROPA

De forma similar, Donald Trump anunció que también le impondría un 25% a las compras desde la Unión Europea (UE), que representa para este bloque el principal destino comercial (para Estados Unidos es el quinto destino de las exportaciones). Vale mencionar que el arancel medio (no agrícola) de la UE sobre los productos estadounidenses es 0,9%, mientras que a la inversa es 1,4%.

No obstante, hay sectores puntuales con aranceles mayores y donde ya han comenzado negociaciones bilaterales. A modo de ejemplo, la UE posee un arancel máximo para los automóviles (en torno al 10%), mientras que Estados Unidos lo tiene para los camiones (máximo de 25%).

Adicionalmente, el presidente norteamericano anunció “aranceles recíprocos” a nivel mundial. Es decir, Estados Unidos replicaría la misma alícuota que sus exportadores enfrentan en los demás países. Entre los más afectados se encontrarían India, Brasil, Japón, Tailandia y Vietnam.
Estos anuncios son más bien una táctica negociadora de Trump para obtener beneficios para su país, salvo en el caso de China. La rivalidad comercial bilateral es de larga data y, de hecho, la participación del país asiático en las compras de Estados Unidos ya ha perdido ocho puntos desde el 2018 (hacia fines de 2024 promediaron el 13% del total).

En esta ocasión, no sólo se puso en vigencia un arancel adicional del 10% a las compras desde el país asiático desde febrero, sino que el jueves pasado Trump anunció un nuevo incremento del 10%. En respuesta, China ya había impulsado aranceles sobre bienes específicos (15% carbón y GNL, 10% petróleo crudo, maquinaria agrícola y algunos vehículos) y adoptado controles a las exportaciones de elementos esenciales para la fabricación de tecnología (incluyendo varios catalogados como “minerales críticos” por el Servicio Geológico estadounidense), si bien el día de ayer impuso aranceles adicionales de hasta el 15% a las compras de productos agrícolas norteamericanos.

A nivel sectorial, se impusieron aranceles a las importaciones de acero y aluminio que rigen desde este mes. Vale mencionarse que Estados Unidos no tiene capacidad para reemplazar estos productos importados por producción local y, al ser insumos de uso difundido, el incremento de los aranceles terminará impactando en precios.

A modo de referencia, un cuarto del acero que se utiliza en las industrias norteamericanas es importado, según datos del US Internacional Trade Administration. También se impusieron sanciones sobre el comercio de petróleo crudo iraní (lo que repercutió en el precio del commodity), al tiempo que estudian aranceles a otros productos como medicamentos, petróleo y semiconductores.

En este contexto, resurgen las preocupaciones sobre el fenómeno de la inflación. Se han incrementado las expectativas a un año, ubicándose actualmente en 2,7% (vs. 2,25% entre septiembre y octubre, Federal Reserve Bank of Cleveland).

Lo mismo se evidencia en las proyecciones de PCE (índice de precios del Gasto en Consumo Personal) que releva la Fed trimestralmente: en septiembre se estimaba un incremento del 2,1% anual para 2025, registro que en diciembre se había acelerado al 2,5%.

Por su parte, también se ha verificado cierta corrección de la confianza de los consumidores, que en enero se ubicó en 98,3 puntos (por debajo de la línea de neutralidad de 100 puntos), siendo el peor registro desde junio de 2024. En simultáneo, las ventas minoristas disminuyeron un 0,9% mensual en enero, siendo la primera baja en 12 meses, y el PMI de servicios de S&P Global cayó por debajo de los 50 puntos en febrero (49,7 vs. 52,9 en enero), indicando la primera contracción en la actividad del sector servicios en más de dos años.

En este contexto, la Fed ha pausado el ritmo de bajas en la tasa de interés (dejando el rango objetivo en 4,25%-4,50%) y su presidente, Jerome Powell, ha expresado que no necesitan tener prisa en ajustar su postura en la disertación en el Congreso del 12 de febrero.

En definitiva, nos encontramos ante un nuevo desafío para la economía mundial, con impactos que serán diversos dependiendo de los vínculos comerciales y financieros y de las políticas de retaliación que los países adopten.

Un dólar fortalecido podría alterar los flujos de capitales y presionar sobre las monedas emergentes, cuestión que ya se ha verificado desde el tramo final de la campaña electoral de Estados Unidos y la asunción del nuevo presidente, si bien se han moderado desde los máximos previos (con la excepción de la moneda mexicana, siendo la más afectada en el nuevo panorama mundial).

Además, el contexto global también imprime un sesgo a la baja en los precios de los commodities, cuestión que se evidencia en la soja y el petróleo (aunque este último con mayor volatilidad en un marco geopolítico incierto).

ARGENTINA

Un dólar fortalecido y monedas emergentes más depreciadas suman un reto adicional a nuestra competitividad, especialmente sosteniéndose localmente el esquema de crawling peg.

Vale mencionar que en la actualidad el tipo de cambio real multilateral se ubica sólo 1% por encima del previo a la devaluación del diciembre de 2023. Además, el sesgo a la baja en los precios de los commodities representa sin dudas un reto para Argentina, siendo que entre los tres principales complejos agrícolas (soja, trigo y maíz) y los combustibles y energía se explica el 50% de las exportaciones.

En la mirada mercantilista de Trump, nuestro país no presenta un superávit comercial estructural con los Estados Unidos, por lo tanto, no podemos ser “acusados” de quitarles empleos a los ciudadanos de su país.

Argentina es históricamente deficitaria en la relación bilateral y el rojo comercial rondó los u$s 2.000 millones anuales en el promedio del último quinquenio. Sin embargo, puntualmente en 2024 el resultado se invirtió (superávit de u$s 228 millones) producto de una mejora en las exportaciones locales (+14,3% i.a.) y una baja en las compras desde el país del norte (-27,9% i.a.), explicado en buena parte por menores importaciones energéticas, aunque también con bajas relevantes en otros rubros, en línea con la dinámica local de menor actividad económica. No obstante, la suba del arancel al 25% a las importaciones de acero y aluminio es una alerta.

Estados Unidos importó desde Argentina “hierro y acero y sus manufacturas” por unos u$s 150 millones en 2024, y “aluminio y sus manufacturas” por unos u$s 515 millones, de acuerdo con datos de Comtrade. Si bien estos valores son marginales para la economía del norte (0,2% y 1,8%, respectivamente de sus importaciones de estos productos), para el sector local son más que representativos, siendo casi un 40% y 60% del total exportado, respectivamente.

Vale recordar que durante la primera presidencia de Trump en 2018 ya se había implementado una política similar, pero Argentina había logrado ciertas excepciones (cuota de importaciones de 180.000 toneladas de productos de acero por año).

Si bien desde el sector advierten que la cuota se “cumplió estrictamente”, Estados Unidos expresó que “Argentina ha seguido exportando acero a Estados Unidos en cantidades insostenibles, especialmente un reciente aumento de productos semiacabados. Además, la falta de transparencia de los datos de Argentina ha seguido siendo motivo de preocupación para Estados Unidos. A partir de las estadísticas comerciales oficiales publicadas por Argentina, es difícil evaluar los niveles de acero que se importan de lugares como China y Rusia, y otras fuentes potenciales de exceso de capacidad”.

Respecto a la imposición de “aranceles recíprocos”, si bien aún no tiene fecha específica de entrada en vigor y su implementación resulta compleja, esto representa una alerta para Argentina, que cuenta con aranceles elevados en términos generales.

En efecto, la tarifa promedio local a las importaciones fue de 13,5% en 2023 (más de un tercio de los productos cuentan con una tarifa superior al 15%), mientras que para Estados Unidos fue del 3,3% (menos del 3% de los productos pagan más de 15%), de acuerdo a datos de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Más aún, analizando el desagregado, esta situación se replica en la casi totalidad de los grupos de productos. A modo de ejemplo, los casos más extremos resultan alfombras y textiles, donde la diferencia arancelaria es de 32 puntos, pero también resaltan en sectores como prendas de vestir (22 puntos), calzado (21 puntos), vehículos (20 puntos) y juguetes (15 puntos).

A la inversa, hay sólo dos grupos de productos donde el ingreso a Estados Unidos es más caro que a Argentina: Tabaco y otros productos que contengan nicotina (donde rigen aranceles de hasta el 350% en Estados Unidos) y semillas y frutos oleaginosos (donde ciertos productos cuentan con aranceles de dos dígitos en la Unión).

En definitiva, esta nueva etapa en la política estadounidense conlleva desafíos y Argentina debe tomar la iniciativa con un enfoque pragmático y transaccional. Así, será preciso negociar el ingreso de acero y aluminio, al igual que el del biodiésel, que sigue sin poder ingresar al mercado estadounidense por las medidas antidumping impuestas en 2017.

También se impusieron medidas similares a los tubos de acero para campos petrolíferos y debemos trabajar para poder modificar estas trabas. Así, en cada negociación es preciso procurar alcanzar mayores empleos y más dólares para impulsar la producción nacional.

Más allá de la buena relación entre los mandatarios, Argentina no es prioridad para Estados Unidos, por lo que está en nosotros tomar la iniciativa.

* Director Coordinador de la Fundación Capital.