ALEJANDRO TARRUELLA REVISA EN UNA NOVELA LOS MISTERIOS QUE ENVUELVEN EL MAGNICIDIO DE 1970

Aramburu, el crimen imperfecto

A caballo entre la historia y la ficción, la obra actualiza una de las versiones alternativas que existen sobre el hecho que hace 55 años sacudió al país. Un relato de instigadores ocultos y culpables imaginarios.

El secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu en 1970 consternó a la sociedad argentina y fue aceptado desde entonces como un trágico parteaguas en la historia del país. ¿Pero qué pasaría con la interpretación del pasado reciente argentino si pudiera demostrarse que, en verdad, Aramburu no fue secuestrado ni su muerte fue un asesinato?

Esa premisa es la que orienta la novela de Alejandro C. Tarruella Las dos muertes de Aramburu (Marea, 256 páginas), un libro que hace equilibrio entre la ficción y la historia para ofrecer una versión alternativa del magnicidio del expresidente de facto que constituyó el acto fundacional de la banda guerrillera Montoneros.

No puede decirse que la teoría novelada de Tarruella (Olivos, 1948) sea nueva. Desde el primer día el “caso Aramburu” quedó envuelto en un espeso manto de sospechas y misterio. El periodismo de la época hizo múltiples preguntas que quedaron sin respuesta. Los seguidores de la víctima no tardaron en manifestar su recelo frente a las explicaciones oficiales. Dudas similares abrigaron algunos miembros de la familia del militar. Liberales, peronistas revolucionarios, la izquierda incluyendo al PC y hasta ciertos sectores del nacionalismo católico compartieron los mismos reparos.

Estas suspicacias alcanzaron el paroxismo en septiembre de 1974 cuando, con cuatro años de demora, Montoneros divulgó su propia versión del crimen.

Aquel artículo titulado “Cómo murió Aramburu”, que apareció en la revista de la banda La Causa Peronista, fue un relato de propaganda que desde entonces ha sido objetado por sus incoherencias, contradicciones y elevadas dosis de invención literaria. Pero extrañamente la fábula logró imponerse como historia oficial gracias a la aceptación compartida de guerrilleros y represores.

REVISION

En su novela Tarruella revisa todo el episodio valiéndose de una tenue trama argumental que sirve de excusa para justificar su indagación. El libro bien podría haber sido un ensayo o una crónica histórica. Cabe suponer que se eligió la forma novelada por prudencia, o para llenar huecos documentales que el paso del tiempo hace imposible cubrir.

Hay un narrador principal, Lisandro, que es como el alter ego del autor. Un joven prototípico de comienzos de los años ‘70, integrante de uno de los muchos grupos armados de la izquierda combativa (un sucedáneo de las FAL) que aparecieron en rápida sucesión, aunque el muchacho pretenda ubicarse más o menos cerca del peronismo.

En la primera parte de la novela que culmina en 1973 Lisandro es contemporáneo a los hechos que luego irá relatando en primera persona a partir del recuerdo; en la segunda parte, situada ya a fines del siglo XX y comienzos del XXI, suma dos ayudantes de una generación más joven para profundizar en la investigación de un crimen que parece obsesionarlo.

“Aprendí entonces -reflexiona el protagonista y narrador de la historia- que a veces ciertos hechos caminan hacia uno como poseídos, no saben con quién se meten, pero se deslizan y te muerden”.

No conviene develar los detalles de la averiguación del improvisado detective histórico. Aunque corresponde subrayar que se trata de una variante de las muchas teorías que empezaron a circular a las pocas horas de que se hubiera consumado la desaparición del ex gobernante, el 29 de mayo de 1970, poco después de las 9 de la mañana.

La pesquisa de Lisandro lo lleva a determinar el papel exacto y más bien lateral que les habría correspondido a los Montoneros en un crimen cuyos reales instigadores quedaron ocultos por la participación endilgada a la minúscula organización guerrillera.

Esta constatación lo empuja a repasar el alcance de la actuación pública de Aramburu en 1970 y su proyección como posible sucesor, por medio de un golpe, del general Onganía. Verifica a su vez las supuestas conversaciones que Aramburu habría mantenido por aquel tiempo con Perón y Frondizi, como primeros pasos en la formación de una alianza inusitada que ya en 1970 prometía desandar la proscripción del peronismo y normalizar el sistema político del país. Con la brusca salida de escena del ex jefe de la Revolución Libertadora se habría querido impedir tal acercamiento.

“Algo oscuro y violento estaba transformando la luz de cada día, una vez que se trazó la línea filosa que marcó el antes y el después con el caso Aramburu -medita Lisandro-. Allí, en cierto modo, cambió bastante el color de la historia”.

FUENTES Y NOMBRES

La mayoría de las fuentes a las que acude Lisandro son reales (al final de la obra se agrega una breve bibliografía). Casi todos los capítulos están encabezados por “apuntes” extraídos de citas de diarios, libros o de la causa judicial que investigó el delito. Si bien algunos personajes son inventados, la mayor parte de los nombres mencionados existen y corresponden a un amplio elenco que incluye a guerrilleros, militares, periodistas, espías, historiadores, políticos, policías, literatos, ex funcionarios y personal de la Justicia.

El libro sigue un mecanismo repetido: cada capítulo encierra los recuerdos de Lisandro o el diálogo con algún personaje secundario. Dentro de ese marco imaginario se va insertando, de manera gradual, el desarrollo de la teoría alternativa de lo que en verdad habría sucedido con Aramburu y sus dos muertes: la real y la que después contaron sus presuntos asesinos.

Ya otros antes que Tarruella se habían internado en ese territorio sinuoso abierto por el magnicidio de hace 55 años; un territorio en el que las ideologías se difuminan y las versiones oficiales encubren realidades oblicuas, de intereses cruzados y muchas veces inconfesables.

ENGAÑOS

El autor, que se identifica con el peronismo, lleva hasta el límite las consecuencias de aceptar que el origen de Montoneros pudo haber sido un engaño monumental, pero no quiere ir más allá.

“Los montos hicieron una narración de un episodio que no existió, y por un relato ciego, y con el régimen largaron la violencia de los 70”, opina hacia el final del libro uno de los ayudantes de Lisandro.

El investigador ficticio lo acepta pero para tranquilizar las conciencias se apresura a aclarar que la gigantesca mistificación de medio siglo atrás no cambia nada “con el tema de los derechos humanos y la Justicia”.

Subraya que, más allá de las culpas de “algunos jefes guerrilleros”, en especial Mario Firmenich, los responsables últimos estuvieron en el poder estatal, “que permitió armar la falsa historia para instalar el terrorismo de Estado”. Una “Advertencia al lector” al comienzo del libro avisa que la novela es un “homenaje” a los militantes de Montoneros que “creyeron en un proyecto político que sufrió traiciones y dieron lo mejor de sí para hacer una Argentina mejor”.

Tarruella es periodista, poeta y narrador. Ha trabajado en diferentes publicaciones gráficas y en medios radiales y televisivos. Entre otros libros ha escrito Guardia de Hierro (2005, 2016); El largo adiós de los Montoneros (2012); Envar “Cacho” El Kadri (2014), biografía de uno de los fundadores de las guerrilleras Fuerzas Armadas Peronistas, y Güemes. El héroe postergado ( 2021).