Apoyo europeo firme a la integración

El bloque sigue teniendo una enorme significación económica y cultural, a pesar de sus detractores

La lectura de los medios parecería transmitir la impresión de que la idea de una Europa integrada y sus valores compartidos podrían, quizás, no tener demasiada vida por delante. El aparente crecimiento de la disconformidad, así como el florecer -cual ruidoso ramillete- de los peligrosos populismos y del llamado euroescepticismo así parecen sugerirlo. Pero la realidad es bien diferente. Así lo acaba de comprobar una interesante encuesta recientemente difundida por los medios franceses.

En efecto, esa importante compulsa acaba de confirmar que el 70% de los alemanes y de los polacos, así como más del 60% de los españoles y húngaros, sumados a más de la mitad de los italianos, belgas, suecos y franceses creen que es ciertamente positivo que su propio país forme parte de la Unión Europea.

Hablamos de mayorías que, por su contundencia, alejan las dudas sobre el endoso popular que existe acerca de la conveniencia de la integración del Viejo Continente. Pese a que tanto en Francia, como en Bélgica, la adhesión de sus pueblos a la integración europea luce bastante más frágil que en el resto de los países de la Unión Europea.

PREOCUPACION

Pero -pese a lo antedicho- hay algunas preocupaciones. ¿Cuáles son las más intensas? La constante ola migratoria que procura ingresar a Europa desde Medio Oriente y Africa es, nítidamente, la más acuciante.

Se la ve como amenaza grave a la identidad europea. Pero hay ciertamente algunas otras, como: la necesaria protección del medio ambiente; el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales; las disminución de las diferencias económicas entre los distintos miembros de la Unión Europea; y el impacto de las deudas externas ya acumuladas por los distintos países. Nada realmente demasiado sorprendente, queda visto.

Hay un 35% de los encuestados que cree que la actual distribución de competencias soberanas entre la Unión y sus Estados Miembros podría crecer en favor de las instituciones de Bruselas, sin mayores inconvenientes. Y también un 19% que expresa estar conforme con la actual distribución de competencias. Así como un no despreciable 28% de encuestados que sostiene que algunas de las facultades soberanas delegadas a los organismos de Bruselas deberían ser ahora "devueltas" por la Unión Europea a sus Estados Miembros, en una etapa "desintegradora".

DESCONFIANZA

A todo lo que cabe agregar que un nada despreciable 45% (casi la mitad) de los encuestados que sostiene que los Estados Unidos ya no son confiables en materias de defensa, lo que es sumamente grave. Proporción que se eleva enormemente en Alemania, donde quienes hoy desconfían de los Estados Unidos son nada menos que el 68% de los entrevistados. Más de dos de cada tres, entonces. Todo un tema, altamente sensible. E intranquilizador, por todo lo que supone.

Por todo esto, uno de los medios alemanes de prensa más influyentes, el Süddeutsche Zeitung, acaba de sentenciar editorialmente que las relaciones bilaterales de su país con los Estados Unidos están simplemente "en ruinas". Mal, entonces. Todo un tema.

Prueba de ello es la reciente cancelación de la importante reunión bilateral que el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo debió haber mantenido con la Canciller alemana, Angela Merkel. Sin que -curiosamente- ninguno de los dos países emitiera comunicado de prensa alguno que explique adecuadamente esa sorpresiva cancelación.

Un 43% de quienes fueron entrevistados -cabe agregar- sostuvo que es hora de que Europa tenga fuerzas militares comunes. Y un 53% que coincide en que, en el complejo mundo actual, la política exterior europea debe ser única y común, camino que ya ha comenzado a transitarse, aunque sin la cuota necesaria de firmeza y compromiso, todavía. 

En esta última materia, desde el 2017, las divergencias son sensibles y van desde qué hacer ante el fenómeno del cambio climático; a los intercambios comerciales entre ambos países; o a los acuerdos de la comunidad internacional con Irán en la sensible materia nuclear, que Donald Trump ha dejado intempestivamente de lado. Divergencias que incluyen hasta cómo manejar el futuro de la propia OTAN, la poderosa alianza estratégica militar, que aún es la más importante del mundo. 

COMPETIDOR

Pareciera que para Donald Trump, la Unión Europea no es ya tanto un aliado militar clave, como un competidor comercial, contra el cual cabe maniobrar. Quizás por ello es que la nutrida agenda de temas internacionales a encarar y resolver en conjunto pareciera estar atascada, sin que puedan enunciarse acuerdos recientes sobre los delicados temas que ella incluye.

Los países que más recientemente ingresaron a la Unión Europea, como es el caso específico de Polonia o el de Hungría, son los que hoy quisieran ver más políticas sociales comunes, esto es delegadas específicamente a Bruselas. Pese a que, contradictoriamente, aún manifiestan que algunos temas particulares, como el del desempleo, o el de las jubilaciones, o el tema de la atención de la salud, deben aún quedar siendo conducidos en los niveles nacionales. Esto es, no ser necesariamente delegados a la Unión Europea. 

Estas breves reflexiones reflejan -en líneas muy generales- los principales puntos de vista nacionales sobre la marcha de la integración europea. Respecto de Bruselas, ellos definen una saludable presión centrífuga, que en líneas generales tiende bastante claramente a unir y no a separar. Más integración y cohesión. No menos, en otras palabras. Sin mayores cambios, entonces y con una saludable cuota de optimismo generalizado.

En el mes de mayo pasado, los 28 Estados del Viejo Continente que se han integrado en la Unión Europea han tenido elecciones comunitarias, en las que sus ciudadanos votaron por aquellos que aspiran a ocupar las bancas parlamentarias de esa Unión. Las del Parlamento Europeo, entonces. Hablamos de un cuerpo legislativo europeo que hoy contiene 751 escaños y que, consumado que sea el llamado Brexit, pasará a contar con sólo 705 legisladores, que cuentan con mandatos de cinco años. 

IMPORTANCIA RELATIVA

Si medimos la importancia relativa de la Unión Europea en el mundo en función de su superficie, solamente, hablamos de un conjunto unificado de países que se ubica en el séptimo lugar del mundo, donde Francia es el país más grande y Malta, en cambio, el país superficialmente más pequeño.

Pero si la medición se hace en función de la población, la Unión Europea pasa a ser un gigante, ocupando el tercer lugar en el ranking del mundo, con más de 512 millones de personas, donde Alemania es el país más poblado, con más de 82 millones de habitantes y Malta el menos poblado, con menos de medio millón de habitantes. En la segunda medición, la Unión Europea es sólo superada por China y la India países que tienen, cada uno de ellos, unos 1.300 millones de habitantes. Más del doble que la Unión Europea, en su conjunto.

Si la importancia relativa de la Unión Europea se dimensiona en función de la importancia de sus respectivos Productos Brutos Internos, la Unión Europea pasa a ser la segunda potencia económica mundial. En su interior, Alemania es el país individualmente más rico, seguido por el Reino Unido, Francia, Italia y España, en ese orden. En este ordenamiento la novedad más notable es, probablemente, que la India es ya más rica que Francia.

Queda visto que, cualquier sea la forma de comparar a la Unión Europea con el resto del mundo, ella sigue representando a un conjunto de naciones que, en términos relativos -esto es comparado con el resto del mundo- tiene una enorme significación. Particularmente en materia cultural, donde la Unión Europea conforma un conjunto de países de fenomenal relevancia en ese plano y donde las mediciones comparativas son poco certeras y, más aún, en algunos universos concretos, casi imposibles de realizar.