Mirador político

Apostar al fracaso

En las últimas 48 horas, dos imágenes resumieron acabadamente el estado actual de la lucha política. El lunes, el presidente de la Nación, flanqueado por cuatro funcionarios clave, exhibió al mismo tiempo su poder y su soledad. Anunció resultados fiscales que ningún gobierno alcanzó en las últimas décadas para combatir una inflación devastadora. Lo hizo sin el habitual público aplaudidor que sus predecesores amontonaban en la Casa Rosada en ocasiones parecidas: sindicalistas, empresarios y militantes disciplinados a fuerza de prebendas, subsidios o cargos públicos.

El Presidente ratificó el rumbo y aseguró que su gobierno solo gastará lo que le permita la recaudación. Prometió mantener la poda del gasto público, es decir, lo que le reprochan y pretenden impedir los que hicieron ayer posible la segunda imagen.

Esta última fue diametralmente opuesta a la anterior. Una multitud salió a la calle, en teoría, contra el ajuste del presupuesto universitario. En la práctica, sin embargo, no era sólo por el dinero para las casas de altos estudios. Ahí estaban todos los que se oponen al hachazo fiscal que los afecta: docentes, militantes, piqueteros, legisladores, sindicalistas, etcétera. En suma, los que viven del dinero público. Resucitaron también los dirigentes que perdieron en noviembre de manera aplastante con Milei. Hasta Cristina Kirchner salió al balcón, aunque esa más que una imagen fue una estampa del pasado.

En síntesis, la pelea es por fondos (es decir por poder) y despareja. No tiene que ver con la educación pública; las universidades sirvieron de mascarón de proa para que volviese a la calle una oposición multiforme y dispersa que, derrotada en las urnas, deambula todavía en estado de shock.

Milei goza hoy del apoyo de la mayoría que lo votó para que haga lo que está haciendo. La soledad que mostraba en la pantalla es, en ese sentido, engañosa.

Por otra parte, los que reclamaron en forma masiva carecen de otra propuesta que no sea la que llevó a la presente crisis: aumentar el gasto público y “financiarlo” con emisión monetaria. Carecen además de cualquier estrategia que no sea esperar que la gente deje de soportar el ajuste. Sueñan con que las facturas de servicios públicos desaten una rebelión de clase media con barricadas anti Aysa, Edesur o Metrogas. Hasta ahí llega su imaginación.

En pocas palabras, apuestan al helicóptero y a que Milei no termine su mandato. No parece importarles que una crisis política, añadida a la fiscal, generaría un desastre social peor que el presente, razón por la cual las encuestas muestran que la mayoría sigue dándole crédito al gobierno por simple horror al vacío. Y ese seguramente es el déficit más grave de la dirigencia opositora. El oficio de los políticos consiste en generar esperanza, convencer a los votantes de que lo que viene es mejor que lo pasado. Pero están haciendo lo contrario, por eso un político improvisado como Milei les arrebató el poder.