Anibal F. sabe lo que dice

El poliministro kirchnerista, por algo rebautizado Hannibal por la plebe, explicó brutalmente la estrategia política del peronismo y la situación presente y futura del país

La barrabasada del ministro de Seguridad es, obviamente, antidemocrática y subversiva, además de grosera, una falta de respeto al ciudadano y un acto mafioso profundo y reflexionado. Pero corre el riesgo de ser cierta.

El ministro de Seguridad de nombre (tal cargo no puede tomarse en serio en la Argentina de hoy) en esa síntesis conventillesca y burda quiere expresar, habrá que suponer, que quienquiera intentase un cambio en la caótica situación en que se deja al país, se encontraría con una protesta desenfrenada y saboteadora a la francesa o a la chilena, que desataría inevitablemente una represalia cruenta y cruel.  

Habría que comenzar por dejar claro que ese mecanismo de desprecio de las decisiones electorales es el mismo que manifiesta Cristina Kirchner en cada una de sus defensas proimpunidad, cuando desprecia a las instituciones y sus decisiones, cuando usa al Senado como preservativo y cuando se niega a reconocer el triunfo de su opositor y decide no entregarle los atributos simbólicos de mando o despreciar su saludo protocolar en un acto público.  

Ello no es diferente a la posición histórica de su partido, desde aquél “al enemigo ni justicia”, pasando por la guerrilla prepotente que se enfrentó a un gobierno legítimo, hasta los paros sistemáticos contra Alfonsín para impedirle gobernar. El peronismo se parece al socialismo o progresismo en que sólo clama por democracia cuando le conviene.

Y aun así, la democracia popular o directa que reclaman no se parece en absoluto a los conceptos republicanos, de decencia y trasparencia, ni aún a la democracia verdadera, sino a las asambleas permanentes de voto irreflexivo a mano alzada, prolegómenos de todas las revoluciones francesas o del proletariado, con iguales resultados dictatoriales y sanguinarios.

Entonces es posible indignarse pero no sorprenderse ante este pensamiento -de algún modo hay que llamarlo- que tan bien describe al peronismo de todas las épocas y al kirchnerismo, su actual concesionario.

La estrategia del miedo

También forma parte de la estrategia del movimiento que paradojalmente paraliza al país el meter miedo a cualquiera que intente hacer algo distinto o modificar algunas de las prácticas (políticas sería demasiado decir) Así ocurrió en 2015, cuando la teoría del gradualismo se permeó desde el Círculo rojo hasta muchos analistas y periodistas, que salieron a clamar por lentificar cualquier cambio, hasta lograr echar a la sensata voz de Juan José Aranguren, que habría evitado uno de los mayores dramas económicos y sociopolíticos con que deberá enfrentarse cualquiera que intente conducir la Argentina desde 2024.

Tampoco eso es nuevo. Ocurrió aún con golpes de estado de revoluciones tan temidas, por ejemplo con Onganía, al que se convenció que se apaciguaría la ira de los sindicatos regalándole las Obras Sociales, o del temible Massera al que las huestes terroristas convencieron de que podía ser el futuro presidente de la República, con el apoyo del peronismo, y entonces, además de aliarse con la guerrilla implantó un sistema de control de precios. O Lanusse, con un sueño similar, que terminó trayendo de vuelta a Perón creyendo que este le regalaría el poder. Y recientemente se llamó gradualismo, como se ocupó de puntualizar tardíamente Macri.

Es por otra parte coherente con el viejo eslogan que compró todo el arco político, la prensa, la opinión pública, los exégetas benditos y la sociedad: “el peronismo garantiza la gobernabilidad”. Que es como decir que Don Corleone garantiza que no te rompan el negocio.

El baño de sangre, como enseña la historia del peronismo, pasando por Vandor, Alonso, Ibánez, Rucci, el regreso de Perón y la balacera de Ezeiza, es un mecanismo que no le es ajeno. La historia del justicialismo debería ser escrita por Mario Puzo, para ser mejor contada. (Puzo, Mario Francis; autor especializado en ficción criminal mafiosa, autor de El Padrino, La Familia, Omertá y El último Don) Como definiera certeramente el jefe del movimiento, los peronistas son como los gatos: se pelean para reproducirse. Sobre las calles de la república, y en un baño de sangre – omitió.

Pueblada inducida, ignorancia inducida, violencia inducida

Es también cierto que se ha ido preparando a sabiendas una pueblada, una enorme disconformidad en la sociedad que amenaza explotar en caos ante cualquier medida de cualquier tipo que se tome que no sea populista o concesiva en algún tema central y aún no central. Partiendo del concepto de que el discurso durante muchos años, más de 20, como se suele decir benévolamente, se ha insistido en introducirle en la cabeza de la población la idea de que cada necesidad genera un derecho sin obligación ni contraprestación alguna, garantía de pueblada y subversión para cualquier que intente gobernar con seriedad, independientemente de cualquier ideología.

A esto se debe agregar la ignorancia inducida que se denomina educación pública, que ha hecho estragos no solamente en las clases menos favorecidas, sino en toda la sociedad, que en una parte importante pretende que se baje la inflación sin que se eliminen los subsidios, se suban las tarifas y se baje el gasto público. Una garantía de pedreas, roturas y muertes oportunas y buscadas.

No haría falta reiterar la preparación del terreno de la violencia y la droga, junto a la tolerancia cómplice y abolicionista del sistema penal, que garantiza que cualquier actitud de prepotencia, ilegalidad, delito o ataque personal y a la propiedad será condonada, ignorada o minimizada por el sistema.

La teoría ahora universalizada por la patria grande y todo el francisquismo universal, la agenda 2030 y los gourmets de cucarachas que inventaron la promesa de la equidad y la igualdad - conceptos inalcanzables e incumplibles que garantizan la protesta y el malón saqueador - son parte del escenario que ve Hannibal, perdón, Aníbal. ¿Se equivoca?

El peronismo deja minas y campo arrasado en su éxodo, como tantos han comentado. La irresponsable emisión de “platita” de Cristina, que aún no ha terminado de hacer pleno impacto en la inflación, el desempleo no sólo tolerado sino inducido y remunerado mejor que el empleo, las 4 millones de jubilaciones sin aportes, el millón de pensiones por súbita discapacidad, los sindicatos hasta de piqueteros, los sindicatos de billonarios gordos o flacos,  las empresas privadas de delincuentes que viven del estado y de estafarlo y ordeñarlo, las empresas y entes estatales que no son sólo monopólicas e ineficientes sino que son ultra deficitarias, hacen asegurar al ministro que habrá un baño de sangre en las calles argentinas. Ya sabe que la salida pasará por algo muy parecido a una guerra. Y sabe quiénes la fomentarán.

Que es un falso argumento. Una vez más, se intentará mandar al muere, o a la pueblada y la pedrea o la represión, a los más necesitados, a los desprotegidos para salvar a los ricos sindicalistas, empresarios, acomodados en el privilegio del poder, a los entronizados en las falsas empresas y ministerios estatales, en las jubilaciones de privilegio, en la mafia multipartidaria del gasto, la prebenda y el acomodo. Una vez más se engañará a quienes siguen la religión peronista.

Bajar el gasto de golpe no es echar trabajadores de golpe

Esta amenaza-profecía-expectativa minada por el poliministro, se debe combatir desde las plataformas de cada partido o candidato. Cualquier periodista se disfraza de inteligente y les pregunta: “¿Cómo hará para bajar la inflación y obviamente el gasto? “Esperan que les respondan que echarán dos millones de empleados públicos en un mes. O al menos implícitamente hacen pensar eso, deliberadamente. El gasto se corta de golpe atacando a los grandes ladrones. Los grandes sindicalistas, los grandes jefes piqueteros, los grandes funcionarios de cientos de reparticiones inventadas con un grupito de funcionarios con altas remuneraciones y gastos, las gobernaciones e intendencias con gasto libre, donde el empresario principal es el gobernador o el intendente, en sociedad con la oposición casi siempre.

El gasto se baja de golpe analizando las concesiones con o sin contrato, y denunciando penalmente cada contrato, porque cada contrato es un delito. O la compra de armamentos o equipamientos.  O prohibiendo las tercerizaciones, compra de informes, festivales, servicios de cualquier cosa inventados. Y por supuesto analizando con retroactividad todo contrato similar, en todas las jurisdicciones. Y eso incluye las exenciones y regalos impositivos en cualquier área del país, incluyendo a Tierra del Fuego y los laboratorios, claro.

El gasto se baja manejando con seriedad las cajas de la Cámpora, procesando a quienes las dirigieron por estafa y trasparentando su gestión de aquí en más. Esa es una tarea fundamental de cada político que se postule como candidato: explicarle a la sociedad de qué modo va a bajar el gasto y luego hacerlo. Por supuesto que eso implica estudiar muy bien por donde se escapa la gran mayoría del dinero público, y no temerle a los grandes intereses. También se llama en Contabilidad Pública Presupuesto de base cero.

Los que amenazan con un baño de sangre, o claman por un ridículo e imposible pacto del tipo de La Moncloa, o publicitan que se lanzará a la calle a más de dos millones de personas que dependen del estado en un mes, sólo buscan una gran excusa para que no se les quite lo mal habido, ni hacia atrás ni hacia adelante.

El proteccionismo también es inflación

Se deben reemplazar las calles ensangrentadas que amarían el ministro y su partido por una tarea profesional, sólida, técnica, minuciosa y rápida, que baje de un plumazo la mitad del gasto, que es la que se ha mencionado. Se debe reemplazar la sangre por la justicia, por la seriedad técnica, por la investigación del fraude sistémico en los presupuestos de todas las jurisdicciones, incluyendo a los privilegiados de todo tipo, que hace décadas que viven de ese gasto y del proteccionismo, culpables de todas las inflaciones.

Porque también el proteccionismo, desde el de Aerolíneas Argentinas al de la Industria Textil, pasando por todas las demás, es inflacionario a gran escala. El país está secuestrado por ladrones públicos de todo tipo de ropaje y calaña. Disfrazados de lo que fuera, o de lo que conviniera.

Por eso quien quiera tener éxito gobernando, debe estar dispuesto a traicionar, si hace falta, a todos los que le aportaron fondos o ayuda para la campaña y subordinarse a los únicos intereses que cuentan.

Sólo los ladrones amenazan con baños de sangre. O reclaman imposibles pactos de La Moncloa con los delincuentes. Quien sea capaz de romper ese círculo, le hará un gran servicio a la Nación. Suponiendo que ese político exista y tenga el coraje, el talento y la decisión para hacerlo.