Opinión
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An-Hedonia y Agonía de la Voluntad
“…el tiempo vuelve a pasar, pero no hay primavera en anhedonia…el tiempo vuelve a llorar, pero no hay primavera en anhedonia …no tengo que hacer las maletas, no siento nada” (Charly Garcia -Tema musical: Anhedonia -1989).
Jorge viene a dar un testimonio en el grupo de pacientes en tratamiento. Lo conocí en 2009 y era un adolescente perdido en los recovecos de Villa Soldati en donde parecía haber más “dealers” que habitantes y las armas de fuego eran moneda corriente.
Su padre había muerto en una sobredosis luego de cursar HIV. No sentía nada, su voluntad agonizaba y solo su vida era un repetir incesantemente el consumo de “pasta base” de cocaína.
El amor de su madre unido al equipo lo salvo. Lo acompañaba a todos lados ya que para ir al supermercado debía sortear viejos “compadres” de consumo y de venta de estupefacientes. Hoy nos sorprendió. Casado con 2 hijos, un trabajo sólido. ¿Qué era de aquel que se revolcaba en una abstinencia dolorosa? Nos habla de sus hijos con amor.
Se puede cambiar -me demuestra él- y sentir placer llevando a su hijo al fútbol y con la voluntad de sentido de ser un padre modelo para sus hijos -como nos refiere con orgullo-.
Mientras tanto, el artista nos ilumina mostrándonos que la anhedonia es un territorio subjetivo …un desierto. Ahí, ya el placer no existe. El mundo es indiferente, es un dolor seco y ya sin lágrimas, lúgubre y oscuro. Nada nos llama y así vivía Jorge. El adicto que tratamos vive estos estados de los cuales solo sale volviendo a consumir.
SELLO DE VIDA
Placer cada vez más efímero y diabólicamente evanescente …hasta repetir el consumo luego del agujero de la cesación de las sensaciones. A la vez va quedando como “sello” de su vida lo que podemos llamar la agonía de la voluntad con el deterioro progresivo del paciente para decidir, elegir y sostener actos en el tiempo.
No puede postergar la gratificación ni sostener un propósito en el tiempo. Vive “colonizado” por los impulsos, los anhelos ansiosos por consumir (“craving”) y desbordado por la angustia.
Ahí es donde el paciente necesita un sostén externo que lo contenga con afecto y con límites al mismo tiempo.
EL “PARAISO PERDIDO”
El maestro en adicciones C. Olivienstein nos enseñaba en Paris: “…la droga produce un gran placer (luego supimos que estimula artificialmente centros productores de dopamina de una manera mucho más fuerte que, con el sexo, (por ejemplo) …pero la rehabilitación comienza cuando la persona deja de recibir placer con las drogas y lo tiene por otras vías…es que con las drogas creyó encontrar el paraíso perdido y la carencia lo sume en la mayor de las carencias: la pérdida del paraíso”.
Entonces, ahí, debe volver a consumir. La compulsión eterna de un autocastigo cruel (búsqueda de un placer ya imposible de encontrar) lo condena a la dependencia. El filósofo J. Barylko nos enseñaba: “...la libertad es lo contrario al automatismo; es aprender a ser uno mismo versus el Anónimo Poder que aspira que seamos todos lo mismo” (Vivir y Pensar - 2000).
Es aquí donde la filosofía se une con la neurobiología en la adicción; la perdida de la libertad y el refugio como “nadie” en la masa de lo uniforme se conjuga con un cerebro que funciona en automático buscando la dosis (cerebro subcortical) perdiendo la persona progresivamente la capacidad de decidir (cerebro cortical). A medida que este camino hacia el deterioro avanza, la anhedonia aumenta, así como el aislamiento y la “agonía de la voluntad”.
HISTORIAS DE “NADIES”
Nuestro trabajo es ayudar a que el “nadie” automatizado por el consumo pueda transformarse en “alguien” través de “algunos” (compañeros de tratamiento, equipo profesional, garantes familiares).
El tratamiento es una historia hacia la libertad. Daniel -mientras tanto- recién comenzando el tratamiento tiene 20 años y vive en un baldío de Flores. Cuando lo veo parece un muerto-vivo, apagado. Su padre murió con una sobredosis. Pienso en ese momento que tendrá que torcer esto que puede operar como un destino y condena.
Para él abrir los ojos era consumir “paco” y pasada la excitación cerraba los ojos hasta la próxima devoración. Nada lo convoca a salir de sí más que el consumir hasta auto devorarse. Así pasa muchos días en su recuperación; sin “alma” (los antiguos decían que el “anima” era el soplo vital).
Oscar -otra historia de vida- tiene 40 años y hoy está en recuperación. Vivió bajo un puente en la Capital. Estado total de abandono con dos hijos también abandonados y un matrimonio roto. El ciclo del automatismo era alcohol, drogas, pastillas. Cuando lo conocí de su sueldo mensual solo podía usar 30 pesos.
Embargado económicamente, psíquicamente y marginado socialmente, así como en decadencia espiritual. Hoy superó su auto condena. Tres años de tratamiento implicaron una toma de decisiones en donde su proyecto vital: su si-mismo dejó de estar alienado en automatismos, sus hijos volvieron a tener un padre, pudo hacerse cargo de su trabajo y disfrutar de sus beneficios.
De vivir bajo un puente empezó a tender puentes con la realidad dejando las “tentaciones” alucinatorias del alcohol que eran su propia tumba.
CONQUISTA DE LA LIBERTAD
La toma de decisiones en libertad o sea pudiendo tomar opciones dependen del funcionamiento del cerebro en plenitud; cuestión ésta que es atacada por el consumo dependiente de drogas. El lóbulo frontal -avatar último de la evolución biológica del sistema nervioso separándonos de los simios- es el garante de la capacidad decisional (memoria, atención, procesamiento del pensamiento, etc). Lo contrario es quedar a merced de los automatismos nerviosos.
El daño frontal tiene una sintomatología clínica llamada síndrome de las 4 A: apatía, abulia, anhedonia y amimia.
Así nos vamos transformando en sujetos pasivos y objetos de los demás. La vía del cambio es encontrar con el paciente una motivación -precisamente- para el cambio. Ayudarlo a que él le encuentre un sentido a la vida. Pero en el día a día su opción necesita ser no volver a consumir. Cuestión central para una recaptura de su sí mismo.
Su padre había muerto en una sobredosis luego de cursar HIV. No sentía nada, su voluntad agonizaba y solo su vida era un repetir incesantemente el consumo de “pasta base” de cocaína.
El amor de su madre unido al equipo lo salvo. Lo acompañaba a todos lados ya que para ir al supermercado debía sortear viejos “compadres” de consumo y de venta de estupefacientes. Hoy nos sorprendió. Casado con 2 hijos, un trabajo sólido. ¿Qué era de aquel que se revolcaba en una abstinencia dolorosa? Nos habla de sus hijos con amor.
Se puede cambiar -me demuestra él- y sentir placer llevando a su hijo al fútbol y con la voluntad de sentido de ser un padre modelo para sus hijos -como nos refiere con orgullo-.
Mientras tanto, el artista nos ilumina mostrándonos que la anhedonia es un territorio subjetivo …un desierto. Ahí, ya el placer no existe. El mundo es indiferente, es un dolor seco y ya sin lágrimas, lúgubre y oscuro. Nada nos llama y así vivía Jorge. El adicto que tratamos vive estos estados de los cuales solo sale volviendo a consumir.
SELLO DE VIDA
Placer cada vez más efímero y diabólicamente evanescente …hasta repetir el consumo luego del agujero de la cesación de las sensaciones. A la vez va quedando como “sello” de su vida lo que podemos llamar la agonía de la voluntad con el deterioro progresivo del paciente para decidir, elegir y sostener actos en el tiempo.
No puede postergar la gratificación ni sostener un propósito en el tiempo. Vive “colonizado” por los impulsos, los anhelos ansiosos por consumir (“craving”) y desbordado por la angustia.
Ahí es donde el paciente necesita un sostén externo que lo contenga con afecto y con límites al mismo tiempo.
EL “PARAISO PERDIDO”
El maestro en adicciones C. Olivienstein nos enseñaba en Paris: “…la droga produce un gran placer (luego supimos que estimula artificialmente centros productores de dopamina de una manera mucho más fuerte que, con el sexo, (por ejemplo) …pero la rehabilitación comienza cuando la persona deja de recibir placer con las drogas y lo tiene por otras vías…es que con las drogas creyó encontrar el paraíso perdido y la carencia lo sume en la mayor de las carencias: la pérdida del paraíso”.
Entonces, ahí, debe volver a consumir. La compulsión eterna de un autocastigo cruel (búsqueda de un placer ya imposible de encontrar) lo condena a la dependencia. El filósofo J. Barylko nos enseñaba: “...la libertad es lo contrario al automatismo; es aprender a ser uno mismo versus el Anónimo Poder que aspira que seamos todos lo mismo” (Vivir y Pensar - 2000).
Es aquí donde la filosofía se une con la neurobiología en la adicción; la perdida de la libertad y el refugio como “nadie” en la masa de lo uniforme se conjuga con un cerebro que funciona en automático buscando la dosis (cerebro subcortical) perdiendo la persona progresivamente la capacidad de decidir (cerebro cortical). A medida que este camino hacia el deterioro avanza, la anhedonia aumenta, así como el aislamiento y la “agonía de la voluntad”.
HISTORIAS DE “NADIES”
Nuestro trabajo es ayudar a que el “nadie” automatizado por el consumo pueda transformarse en “alguien” través de “algunos” (compañeros de tratamiento, equipo profesional, garantes familiares).
El tratamiento es una historia hacia la libertad. Daniel -mientras tanto- recién comenzando el tratamiento tiene 20 años y vive en un baldío de Flores. Cuando lo veo parece un muerto-vivo, apagado. Su padre murió con una sobredosis. Pienso en ese momento que tendrá que torcer esto que puede operar como un destino y condena.
Para él abrir los ojos era consumir “paco” y pasada la excitación cerraba los ojos hasta la próxima devoración. Nada lo convoca a salir de sí más que el consumir hasta auto devorarse. Así pasa muchos días en su recuperación; sin “alma” (los antiguos decían que el “anima” era el soplo vital).
Oscar -otra historia de vida- tiene 40 años y hoy está en recuperación. Vivió bajo un puente en la Capital. Estado total de abandono con dos hijos también abandonados y un matrimonio roto. El ciclo del automatismo era alcohol, drogas, pastillas. Cuando lo conocí de su sueldo mensual solo podía usar 30 pesos.
Embargado económicamente, psíquicamente y marginado socialmente, así como en decadencia espiritual. Hoy superó su auto condena. Tres años de tratamiento implicaron una toma de decisiones en donde su proyecto vital: su si-mismo dejó de estar alienado en automatismos, sus hijos volvieron a tener un padre, pudo hacerse cargo de su trabajo y disfrutar de sus beneficios.
De vivir bajo un puente empezó a tender puentes con la realidad dejando las “tentaciones” alucinatorias del alcohol que eran su propia tumba.
CONQUISTA DE LA LIBERTAD
La toma de decisiones en libertad o sea pudiendo tomar opciones dependen del funcionamiento del cerebro en plenitud; cuestión ésta que es atacada por el consumo dependiente de drogas. El lóbulo frontal -avatar último de la evolución biológica del sistema nervioso separándonos de los simios- es el garante de la capacidad decisional (memoria, atención, procesamiento del pensamiento, etc). Lo contrario es quedar a merced de los automatismos nerviosos.
El daño frontal tiene una sintomatología clínica llamada síndrome de las 4 A: apatía, abulia, anhedonia y amimia.
Así nos vamos transformando en sujetos pasivos y objetos de los demás. La vía del cambio es encontrar con el paciente una motivación -precisamente- para el cambio. Ayudarlo a que él le encuentre un sentido a la vida. Pero en el día a día su opción necesita ser no volver a consumir. Cuestión central para una recaptura de su sí mismo.
