Buena Data en LA PRENSA

Ampliar la zona cómoda

¿A quién no le agrada sentirse cómodo? Hasta la etimología de la palabra nos ubica en un lugar sin muchas dificultades: “Cómodo” deriva del latín commodus que significa apropiado, oportuno. Pero como la mayoría de las cosas de la vida, lo que presenta su lado bueno también tiene su contrapartida: rutina, resignación costumbre, no animarse, no arriesgar y renunciar a la libertad, son contrapartes de la comodidad que nos afectan a la gran mayoría de los seres humanos. 

ESPACIO DE CONFORT

La Dra. Judith M. Bardwick definió a la zona cómoda o zona de confort como: “Un estado de comportamiento dentro del cual una persona opera en una condición de ansiedad neutral, utilizando un conjunto limitado de comportamientos para lograr un nivel constante de desempeño”.

La zona cómoda es dónde nos sentimos seguros y con control de lo que sucede alrededor nuestro. No se refiere a un espacio geográfico. Es un espacio mental y metafórico. Nuestras actividades y comportamientos habituales se adhieren a un patrón de rutina, que reduce el riesgo y el estrés, y generan un estado psicológico de seguridad mental y angustia minimizada.

En los hábitos rutinarios y repetitivos es donde surge nuestra zona cómoda. Nos movemos por los mismos lugares, hablamos con las mismas personas, sin demasiada reflexión ni deliberación al respecto, respondemos estereotipadamente a los cuestionamientos que la vida nos plantea... 
Nuestros comportamientos condicionados y los patrones continuos de pensamiento con los que nos involucramos todos los días, desarrollan con el tiempo un espacio donde nos sentimos seguros y confortables. Podemos operar a un ritmo estable y familiar sin riesgos o amenazas a nuestra seguridad percibida. Tranquilos, pero inhibiendo nuestras posibilidades de crecimiento.

EL GRAN DESAFÍO

El escritor y conferencista estadounidense Dale Carnegie, famoso por sus libros sobre liderazgo, comunicación eficaz y relaciones humanas, expuso a través de su obra y sus cursos que el gran desafío para mejorar nuestras vidas y afrontar los diversos problemas que van surgiendo es lograr ampliar la zona de confort. 

En sus entrenamientos en RR.HH. y comunicación, desarrolló técnicas que sirven para que el individuo logre manejar sin dificultad situaciones de la vida cotidiana que antes no podía enfrentar y que lo haga con seguridad y naturalidad. 

En situaciones de crisis y de grandes cambios como los que estamos viviendo, sería muy útil tener en cuenta esta propuesta de ampliar nuestra zona cómoda, para poder enfrentar estos momentos difíciles y desarrollar habilidades que no teníamos o que no sabíamos que podíamos poner en práctica.
Como hemos mencionado hace poco en esta misma columna, para lograr los cambios que queremos, es necesario contar con una ciudadanía activa y comprometida, además de políticos y dirigentes probos y decididos a enfrentar situaciones incómodas o difíciles, en búsqueda del progreso y del bienestar general.

UN PECADO CAPITAL

No querer ampliar la zona cómoda y encerrarse en el círculo de lo rutinario puede obedecer a factores diversos, desde temperamentales (incluso vinculados a aspectos biológicos) hasta espirituales. En ese espacio exclusivamente humano, el hábito de la pereza constituye uno de los siete pecados capitales.

Quizás una mala traducción banaliza el concepto oponiéndolo a la diligencia, la laboriosidad o al activismo. No es ese el vicio. Quizás sea mejor descripto bajo el nombre de “acedia”, que al decir de Josef Pieper es “el principio y la raíz de la desesperación”.

SENTIDO Y MOTIVACIÓN

Muchas veces se ha dicho que la nuestra es una sociedad hedonista, que solo se mueve por el placer. Quizás haya algo peor: que no se mueva, ni siquiera por el placer, porque todo esfuerzo es inútil. Aquí volvemos a encontrar la relación entre la zona cómoda, la acedia, la pereza y el sin sentido que engendra desesperación.

 Hoy, la realidad que vivimos nos exige salir de la zona confortable, que no implica en absoluto caer en un activismo ciego, ni dar respuestas “alocadas y novedosas” por el solo hecho de mostrarse creativo. Nada más lejos. Sino estar con la mirada atenta para colaborar de forma genuina y personal con aquello que se necesita para construir un futuro mejor, una sociedad más justa y más humana, para uno y los demás, que es en última instancia para lo que fuimos puestos en este mundo.   

Continúa el filósofo Pieper: “La pereza como pecado capital es la renuncia malhumorada y triste, estúpidamente egoísta, del hombre a la “nobleza que obliga” de ser hijos de Dios...por eso la acedia, en último término, significa que el hombre no quiere ser lo que Dios quiere que sea, es decir, que no quiere ser lo que realmente es”.

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