Alcanzar el podio, pero a qué precio

Una obra teatral reflexiona sobre las múltiples presiones que sufren los deportistas de alto rendimiento. ‘Consagrada’, protagonizada por la exatleta olímpica Gabriela Parigi, saca a la luz el lado B de un ámbito en el que, a menudo, el ser humano es visto como una máquina.

Gabriela Parigi es hoy sinónimo de circo contemporáneo. Egresada de la escuela La Arena y del prestigioso Centre Des Arts du Cirque Le Lido, de Toulouse, actualmente forma parte del Proyecto Migra, compañía creadora del Festival Internacional de Circo Independiente (FICI), que este año celebrará una década en pie.

Además, es la directora pedagógica del laboratorio de circo contemporáneo Eureka e integra el elenco de los espectáculos circenses ‘Un domingo’ y ‘Waminix’.

Pero antes de ser acróbata, actriz (ganó como Revelación el Premio María Guerrero en 2023), docente, directora artística y madre, Gabriela fue gimnasta olímpica. Su paso por la Selección Argentina de Gimnasia Artística marcó la primera parte de su vida de tal manera que eligió contar su historia a través del unipersonal ‘Consagrada’, que se convirtió en un éxito del circuito off y está presentándose nuevamente, los viernes a las 21 en El Galpón de Guevara (Guevara 326). 

COMPETENCIA

“Extractivista”, “militarizado” y “meritocrático” son los adjetivos que más repite Parigi al hablar sobre el competitivo ambiente que habitó de los 4 a los 19 años y que se convirtió en la materia prima de su unipersonal.

“La competencia está presente en todo lo que hacemos, más allá de si te dedicás al deporte o no. La lógica del podio, la meritocracia, el sacrificio, los regímenes, en la metáfora y en la literalidad”, explicó a La Prensa la exatleta, férrea defensora de ver a los deportistas “como seres humanos y no como máquinas”.

“Tenemos que darnos cuenta de que ese ser humano muchas veces es un niño”, subraya la protagonista de ‘Consagrada’, que -con dirección de Flor Micha- fusiona el teatro físico y el de texto para reflexionar sobre cómo la presión por el éxito afecta la salud mental y física de las personas.

-¿Cómo surgió la idea de la obra? 

-Soy exgimnasta, hice gimnasia artística desde los 4 hasta los 19 años; ahora tengo 38. Desde que dejé me dedico al teatro, al circo contemporáneo y a las artes escénicas, y desde fines de 2019 quise ponerme a escribir un unipersonal, más que nada desde el deseo de ponerme en riesgo como artista, de estar una hora en escena. Vengo laburando mucho en proyectos colectivos, tenía mucho experiencia en eso, pero sentí que estaba bueno también probar estar sola en escena. Mi experiencia personal y ciertas temáticas son una brújula para mí, pero no imaginaba que iban a terminar siendo una autobiografía que reflexionar acerca de cómo está presente la competencia en nuestra sociedad, en todo lo que hacemos, más allá de si te dedicás al deporte o no. Existen la lógica del podio, la meritocracia, la lógica del sacrificio, los regímenes, en la metáfora y en la literalidad; hay un régimen militarizado en lo que hacemos y algo de cómo esas lógicas operan en nuestro despliegue en sociedad. También hay ciertas lógicas del sacrificio religioso, por más que uno sea ateo, que operan en la infancia y la adolescencia. Cuando me puse a generar material con la directora venía todo de la mano de estas temáticas y fue manifestándose la obviedad de que la obra tenía que partir desde mi historia personal como gimnasta, representante de la Selección. Así fue sucediendo, y yo venía guardando la corsetería de mi abuela, que sufría mucho de la espalda. Guardé su bastón, y lo junté con mis trofeos, mis medallas, todo el equipamiento del Comité Olímpico. Yo sabía que había un montón de objetos caprichosos que quería utilizarlos en escena y resignificarlos. Ahí dijimos: “vamos a partir de la base de la vida de una exgimnasta”, que es mi historia, pero colectivizándola para que llegue y no quede en algo endogámico del mundo del deporte.

-¿Cuál fue el clic que le hizo darse cuenta que no quería seguir en el mundo del deporte?

-Mis padres me acompañaron mucho y pusieron límites en muchas cosas, por eso siempre tuve una vida por fuera de la gimnasia. Pero también yo disfrutaba mucho más de las exhibiciones que de las competencias, más allá de que me iba bien. En parte, rechazaba esta lógica de que todo sea competir y ganar. Por esas causalidades de la vida, a los 11 años, pedían niñas que hicieran acrobacias para unos números artísticos en el Parque de la Costa. Actué ahí y me di cuenta que ese era mi ecosistema. Cuando dejé la gimnasia viví toda una transición en la que busqué por varios caminos que me gustaban, hasta estudié arquitectura. Fui a la escuela de Reina Reech, de la que salí espantada, y también de la de Julio Bocca, ambas súper competitivas. Pero por esas cosas de la vida fui a ver una amiga a una muestra de acrobacia y bailó un chico utilizando un personaje teatral haciendo danza acrobática. Era súper artístico lo que hacía y yo ahí dije: “es esto”.

NUEVO ABORDAJE

-¿Siente que ahora se habla más de cosas que antes se callaban?

-Estamos en un momento muy complejo a nivel político, más allá del deporte, con discursos de odio y de violencia que se están instalando y naturalizando. Lo que sí festejo de los últimos años es que hay temáticas que se empezaron a poner sobre la mesa, como cuestiones que tienen que ver con la violencia de género, con mirar al deportista como un humano y no como una máquina. Hay que plantearse si uno está siendo repetidor de una lógica meramente productivista, extractivista del deporte, en la que no importa cómo sacar el máximo de recursos, o si se hace esa llegada a la cima olvidándonos de que estamos jugando a un juego. Urge pensar que todo eso debe darse con valores, desde una perspectiva humanista, y darnos cuenta de que ese ser humano muchas veces es un niño. Y ahí ver también qué valores se están instalando en ese niño.

-¿Qué debería cambiar en concreto?

-Creo que los mayores cambios son los límites, para que las prácticas sean pedagógicas, sin abuso de ningún tipo, desmitificando aquello de que para hacerse fuerte no hay que llorar; hablando de que se debe escuchar al cuerpo, los miedos. No legitimar ni un segundo las prácticas violentas o abusivas sobre las personas.


MUNDOS PARALELOS

-La obra tuvo muy buena repercusión, sobre todo de parte de exdeportistas que la vieron y se sintieron identificados. ¿Cómo lo vive?

-La mayor parte de las personas que vienen del deporte no consumen lo teatral porque no salen mucho, pero como la obra toca una temática deportiva los convoca venir a verme justamente por eso. Y también al revés, porque hemos presentado la obra en el CeNARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) y está bueno que ‘Consagrada’ pueda salir del teatro porque se genera una fusión súper interesante. Me di cuenta que los artistas y los deportistas nos parecemos mucho más de lo que creemos. La sociedad nos hace creer que somos diferentes con ese cuento de que al artista no le interesa el Mundial de Fútbol y que a los jugadores no les interesa el teatro, pero es mentira. Tenemos luchas muy parecidas.