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Al que quiera celeste que le cueste


Al que quiera celeste que le cueste... El mentado refrán parece tener origen en el Renacimiento. Este color era muy deseado por artistas y aficionados al arte. Para pintar el cielo y el mar eran imprescindibles. “Ganarse el cielo” y abrirse a la libertad del mar –aun simbólicamente- requería esfuerzos.

El color celeste se conseguía mezclando blanco con el azul de ultramar obtenido a partir del lapislázuli. Para ello se necesitaban artes avanzadas, pero, además, la piedra semipreciosa se importaba de Oriente y su obtención era muy costosa. Por lo cual, el famoso dicho pasó a significar que a quien le interesa algo valioso tiene que hacer esfuerzos y sacrificios para lograrlo.

A partir de la grieta surgida entre pañuelos de colores, la famosa sentencia parece encajar perfectamente con la realidad que nos toca vivir a los que defendemos la vida de los niños que están dentro del vientre materno o ya nacidos y queremos protegerlos de la perniciosa ideología de género.

IGUALES O DISTINTOS

Bien sabemos que uno de los pilares en los que se asientan las izquierdas es el conflicto. El antagonismo de intereses entre clases económicas, sexos, razas, edades, etc., ocupa un lugar central porque lo ven como impulsor del cambio social, motor de la historia y catalizador de la revolución. La izquierda sabe trabajar con el conflicto, se encuentra cómoda en una ‘cancha’ de rivales y relaciones de poder. Militan las causas, y aunque sean representativamente minúsculos, hacen alianzas circunstanciales que duran mientras sirven y se cortan sin dolor cuando dejan de ser útiles.

Los que defendemos la vida naciente, en cambio, somos un conjunto mayoritario que queremos vivir en paz, en familia y sin grandes disturbios que alteren lo que más queremos. Añoramos la armonía. El conflicto continuo nos aturde y no nos deja pensar los mejores caminos para lograr lo que buscamos. Tenemos diferentes miradas políticas, acordamos en unos temas y no en otros, nos movemos por distintos intereses prioritarios y pensamos caminos diferentes, aunque queramos llegar a los mismos objetivos.

Quisiéramos ser hermanos idénticos y la realidad es que somos diferentes. No está mal que así sea, pero no nos encontramos cómodos en ese terreno.

NO TE VOTO

Uno de los principios expresados, tanto en el país como en foros internacionales, por el actual gobierno, es la defensa de la vida desde la concepción. Tenemos conciencia de que no es fácil volver atrás una vez sancionada una ley que habilita el aborto a voluntad. A Estados Unidos le llevó casi cincuenta años empezar a desenredar la trama de la cultura de la muerte embrionaria.

Hubo un momento en que la política se fijó en nosotros y gracias a Dios existen legisladores que siguen manteniendo y defendiendo sus convicciones en defensa de la vida. Pero los números no dan, por ahora, para derogar la nefasta legislación.

Y aunque haya expresiones de deseo, sabemos que sin mayoría en el Congreso los deseos quedan solo en eso. Pero, ¿se cuidó ese detalle al armar las listas?

La realidad que nos toca vivir nos somete a estar permanentemente en alerta por los renovados ataques de parte de los cultores de la muerte y de la destructiva ideología de género.

Todos recuerdan la renombrada frase “es la economía, estúpido”, que fue muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton contra George Bush (padre), en 1992. La frasecita llegó a usarse internacionalmente, como meme y con variaciones queriendo mostrar qué era lo realmente central, nuclear, importante y significativo de un problema en cuestión.

Es necesario pararse con la misma fuerza y decir que ¡no siempre es la economía, estúpidos! Porque -si seguimos con frases hechas- sabemos que, si bien el hombre necesita pan, “no solo de pan vive el hombre”. Hay cosas que, aunque puedan estar atravesadas también por la economía, no se solucionan simplemente con lograr un buen pasar, materialmente cómodo y estable para todos. Entendemos que es imprescindible primero “arreglar las cuentas”, pero lo demás ha de ser paralelo.

¡No es sólo la economía lo que nos preocupa! Defender la vida y a las familias de nuestra nación también debería ser una prioridad.

Tenemos que asumir que la lucha en defensa de la vida y la familia va a ser difícil. Como sabemos, del otro lado hay un gran poder económico a escala global financiando al “progresismo”. Tienen muchísimo dinero para costear las carreras políticas de sus adherentes, a los grandes medios e influencers, y a las organizaciones políticas que salen a la calle.

Recordemos que el próximo martes 7 de octubre a las 14 hay una convocatoria ciudadana frente al Congreso de la Nación para manifestarse contra el turbio proceso en que la bicameral eligió una candidata a Defensora de Niñas, Niños y Adolescentes favorable al aborto y a las “infancias trans”. Es una buena oportunidad para expresar nuestro descontento a la clase política.

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