Al milagro económico hay que ayudarlo

Las ventajas comparativas del país fueron desperdiciadas durante décadas por gobiernos izquierdistas, incluyeron programas de bienestar social, redistribución de ingresos y se controló el comercio exterior para aumentar la recaudación.

Aumentó enormemente el sector público, también los impuestos a tasas confiscatorias. En las campañas electorales todos los partidos compitieron por ofrecer aumentos en los subsidios, beneficios sociales, empleos públicos, y extender el intervencionismo. Se sucedieron varias crisis cambiarias, las cuales terminaron en controles de cambio y restricciones comerciales. El objetivo era una economía de tipo socialista, en lo económico al menos, como era de esperar el deterioro del país fue la fatal consecuencia.

El cambio necesario que está produciendo el Gobierno provoca dificultades porque sectores productivos tradicionales, gremios y corporaciones, pierden peso relativo en el conjunto de la estructura social y específicamente en el mercado.

Los cambios sociales acelerados originan acomodamientos en corto tiempo como es el caso del desarrollo industrial, altera las conductas tradicionales, exige redefiniciones creando inseguridad e incertidumbre. Es por ello que escuchamos críticas intransigentes y pesimistas acerca, no sólo del presente sino también del futuro.

PULSEADA

Hasta en el Congreso cuesta confiar en que las fuerzas del mercado traen mayores recompensas que la vida económicamente indiferente, ineficiente, controlada por el Estado. Apurar la estabilidad económica permitiría a los empresarios tener una visión de largo alcance necesaria para adaptarse a políticas económicas y fiscales.

Ya tenemos asegurado un sector productivo, el campo, el cual no necesitó aferrarse al Estado para desarrollarse. Con liberarla de las retenciones la producción agrícola-ganadera crecería aun más.

La estrategia del Gobierno debería ayudar a dirigir la industrialización hacia la exportación, mediante incentivos económicos que atraigan inversiones nacionales y extranjeras. El crecimiento está ligado a aumentos rápidos en la formación de capital, la inversión privada juega un papel esencial en este campo.

La evolución de la industria de exportación crearía numerosos puestos de trabajo, desaparecería la indigerible situación actual de desempleo. Conseguir competitividad en los mercados mundiales para los bienes producidos en Argentina tendría que ser una de las metas de la política laboral.

Cuando los salarios puedan aumentar y haya una mayor elección de empleos, cualquier deseo de apoyo de los obreros a los agitadores sindicales va a disminuir abruptamente. Se precisa un movimiento laboral pacífico. Los sueldos acordados a los trabajadores deberán exceder a las perdidas por la inflación, pero sin llevarlos a impedir competir a la Argentina en el exterior. Los costos laborales demasiado elevados desaceleran el proceso de industrialización y la creación de empleos, tal vez convendría mantenerlos, por un tiempo, por debajo de la tasa de mercado, evitaría que un movimiento laboral organizado consiga pactos salariales excesivos de las empresas.

Un tipo de cambio correcto enlaza los precios internos a los mercados mundiales basados en una producción eficiente de menor costo, sobre una base competitiva. Es ineludible terminar con las distorsiones impuestas a los exportadores: liberar y liquidar el sistema de cuotas para importar, además de los controles para hacerlo, estimular la inversión.

CAMBIOS

Existe el llamado “desempleo tecnológico”, el cambio tecnológico exige nuevas formas de cooperación en la unidad productiva donde se crea o aplica, supone una constante redefinición de la división del trabajo y como consecuencia una constante reasignación de recursos en el mercado laboral.

Si los empresarios pretenden una base tecnológica elevada que ayude al crecimiento y a la producción, deberían, como algunos lo hacen, pagar más a trabajadores altamente capacitados incentivando de este modo a mejorar a los de baja calificación y bajo salario, además de solventar su capacitación.

Es preciso que las fuerzas de la oferta y la demanda prevalezcan en los mercados de la mano de obra, sin imponer leyes de salario mínimo ni medida alguna que aumente su costo. De este modo las mejoras en el sistema económico permitirán pronto que aumenten los salarios reales. La idea debería ser crear empleos, muchos empleos, para lo cual es imprescindible lograr el modo de disminuir las tasas impositivas para generar crecimiento.

La expansión de las exportaciones es el motor que habrá de mejorar la economía. Para ello, la actividad privada es esencial, se la debe impulsar. Tal vez ayudaría darle crédito preferencial, como se hizo en otros países, a los exportadores. O exoneraciones indirectas de impuestos sobre insumos y ventas para la exportación.

También sería positivo una relevación arancelaria sobre materia prima y equipos importados para la producción exportable, quizá zonas libres exentas de impuestos, las cuales generaron en pocos años millones de empleos en muchos países tal como Taiwán en los ‘60. No hay que hacer de lado al sector privado, ni que los impuestos desestimulen el trabajo, el ahorro y las inversiones. Unicamente cuando crezca el ingreso nacional la gente podría darse el lujo de pagar más impuestos.

Las sanas políticas económicas y fiscales son importantes para progresar: darle importancia a las empresas privadas, abrir la economía, desarrollar lazos con la economía internacional y con los gobiernos dedicados a lograr el crecimiento. Sólo así se puede reducir la pobreza y fomentar la prosperidad a todos los niveles del ingreso.

Una política basada en disminuir la tributación elimina las presiones inflacionarias y promueve un régimen de precios estables. Sólo los mercados libres y la empresa privada pueden desarrollar un ambiente competitivo y los incentivos necesarios para impulsar la actividad económica, sin mencionar los errores, es lo que pretende el Gobierno.

Considerando los fracasos de los métodos de desarrollo anteriores, la gente cansada de sobrellevar el estancamiento económico debería insistir en que, en lugar de subsidiar el consumo, se fomenten las inversiones. También apoyar las reformas que incluyen la liberalización del comercio internacional y una economía de mercado libre en que el sector privado juega un papel primordial.

Los argentinos para mejorar deberíamos aspirar a una sociedad civil que asuma muchas funciones, hoy lamentablemente delegadas al Estado. Incluso para que éste nos cueste menos y mejore sustancialmente en transparencia y rigor administrativo.

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).