Mirador político

Al Congreso no lo tocan las crisis

O brave new world, that has such people in it (W. Shakespeare, The Tempest; Act V, esc I, v.182)

"O brave new world, that has such people in 't!”. William Shakespeare, The Tempest; Act V, esce I, v.182)

Uno de los pocos aciertos de los mensajes con que reapareció Cristina Kirchner es el de haber caracterizado a Javier Milei como un “showman”. El presidente recorre los medios, agota las redes y aprovecha cada oportunidad pública que se le ofrece para desplegar un espectáculo que no para de repetirse.

El lunes llamó nido de ratas al Congreso e injurió al diputado Ricardo López Murphy al que no le perdona, al parecer, que haya competido electoralmente contra él. Esa agresividad monocorde es un recurso precario. El primer insulto puede generar conmoción, pero los siguientes van perdiendo efecto a pesar de que los medios intenten prolongar el escándalo.

Si la idea es deslegitimar al Poder Legislativo, los agravios son innecesarios, porque su imagen es pésima desde hace décadas. Tiene la lamentable fama que caracteriza a los poderes colegiados de casi todo el planeta, la de un lugar de privilegio en que se ganan salarios muy superiores a la media a cambio de hacer prácticamente nada. Incluso, sin necesidad de presentarse a trabajar. Por supuesto hay empleados y funcionarios eficientes, pero no hace falta ser cronista parlamentario durante 40 años para saber que son minoría. Tampoco, para ser consciente de que hay legisladores que tienen más empleados que muchas Pymes.

El problema adicional en el caso argentino es que al Congreso no lo tocan las crisis. Afuera la pobreza se expande, las empresas cierran y la vida se hace cada vez más precaria, pero puertas adentro se comparte “un mundo feliz” que ignora esas pesadillas. El mundo de privilegios que la dirigencia política vive sin culpa mientras vota leyes como la última de actualización previsional que ha condenado a la miseria a millones de jubilados. La desconexión entre los legisladores y la sociedad es cada vez mayor. Un ejemplo entre muchos es el del senador y presidente del Comité Nacional de la UCR, Martín Lousteau, que se ha erigido en férreo opositor a Milei y quiere llevar por ese camino a su partido. Hay gobernadores radicales, como el correntino Gustavo Valdés, que recibió a Milei en su provincia el lunes y que sostuvo que “le importaba tres carajos” lo que pensara Martín Lousteau. Acá la fractura no es ya entre los “políticos” y la gente, sino ya entre los propios políticos que tienen distintos planes.

Valdés debe administrar su provincia con recursos que le recorta la Nación, mientras Lousteau, Massot, Monzó y siguen las firmas se dedican a los juegos de poder desde sus bancas. Los diputados se pueden dar ese lujo; los gobernadores y el presidente, no, porque tienen que administrar fondos en medio de una crisis histórica. Y los fondos son escasos porque los legisladores impidieron una reforma fiscal dirigida a mitigar los efectos del ajuste. Por eso, gobernadores peronistas de Catamarca, Salta y Tucumán trabajan en un acuerdo con el presidente, mientras en el Congreso los radicales votan junto al kirchnerismo. Por eso las injurias sirven de poco. No es necesario degradar a las instituciones, sino simplemente describir por qué los legisladores hacen lo que hacen. Dejar de lado las injurias y exponer los intereses en juego y a quiénes los representan.