El análisis del día

Ahora es Milei el que propone “ir por todo”

Una semana atrás, en este espacio destacábamos: “Por el momento Milei es inmune a las críticas”. Una semana después ya no se puede afirmar categóricamente lo mismo. El último domingo, Javier Milei se levantó temprano –como suele hacerlo- y acudió presuroso al estadio de Boca Juniors para votar por la lista que Mauricio Macri integraba como candidato a vicepresidente. Llegó cubierto con una capucha que lo protegía de la lluvia y la curiosidad, pese a lo cual fue identificado por gran cantidad de hinchas boquenses que lo abuchearon y repudiaron a los gritos. Seguramente se trataba de seguidores de Juan Ramón Riquelme (que terminaría imponiéndose rotundamente a la lista de Macri en un comicio muy controversial).
Muchos observadores se preguntaron si ningún asesor había advertido al Presidente que su gesto lo exponía a un mal momento gratuitamente (el propio Macri se abstuvo de ir a votar) . A posteriori, alguien de su gabinete quiso convertir la necesidad en virtud y destacó “el coraje” de Milei. Tal vez se trató solo de imprevisión. Lo cierto es que el Presidente tuvo esa mañana su primera silbatina.

“NO HAY PLATA”
Desde Boca, Milei viajó a Bahía Blanca, ciudad arrasada por una tempestad que provocó muertos, heridos, desplazados y destrucción. El Presidente y su ministro de Defensa llegaron a la ciudad enfundados en camperas militares de camuflaje. Se esperaba la ayuda del Estado Nacional ante una auténtica situación de emergencia. No obstante, el Presidente en su mensaje dijo a los bahienses: “Sé que ustedes pueden salir adelante con los recursos existentes”. Pareció una versión edulcorada de su “No hay plata”: No esperen recursos especiales.
A la luz de esas palabras, en las redes sociales se censuraba que Milei haya decidido donar a Ucrania dos helicópteros de la Fuerza Aérea, destinados hasta ahora a misiones de transporte, búsqueda y rescate y operaciones antárticas.
Así, la semana fue preparando al Presidente nuevos desafíos. Primero se reunió con todos los gobernadores de provincias y con el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma. Milei buscaba el acompañamiento de los mandatarios a las medidas ya anunciadas y programadas por su ministro de Economía, Luis Caputo, y a la catarata de reformas que se aprestaba a anunciar (pero que no adelantó a los gobernadores). Obtuvo de la mayoría de sus visitantes palabras de comprensión, pero no necesariamente los respaldos que él buscaba.
Todos destacaron el gesto institucional del diálogo entre el Ejecutivo nacional y los ejecutivos locales en conjunto, pero no hubo coincidencias ni en el apoyo a un paquete de normas que aún desconocían y tampoco a la idea de reponer el impuesto a las ganancias a los trabajadores como vía para reponer a las provincias recursos perdidos. Veintidós gobernadores presentaron un proyecto de ley que dispone la coparticipación de un 70% del impuesto al cheque.
El grupo más crítico fue, previsiblemente, el que con forman los gobernadores ligados a la Unión por la Patria. Resumieron sus planteos en un comunicado: “El Gobierno Nacional comenzó a aplicar un plan económico que incluyó una devaluación del 118% -la más grande de la historia- sin medidas compensatorias para los trabajadores y los sectores medios. A partir de ello, se desencadenó de inmediato una aceleración del proceso inflacionario que afectó el poder de compra de la población. Una devaluación no es solamente un ajuste, sino que implica una descomunal transferencia de ingresos desde los sectores trabajadores que tienen sus salarios en pesos hacia los sectores empresariales concentrados y dolarizados”.
No todos los gobernadores peronistas acordaron ese texto: el tucumano Jaldo, el catamarqueño Jalil, junto al cordobesista Llaryora y al salteño Sáenz se mantienen más bien en una actitud de colaboración genérica y críticas punto por punto, tratando de centrar este capítulo en las necesidaddes de sus distritos. Tratan de eludir dos riesgos: el de aparecer poniendo prematuros palos en la rueda a un gobierno que acaba de iniciarse después de cosechar una mayoría clara en el balotaje y el de ser empujados a una suerte de complicidad en las medidas más aventuradas que encara Milei.
Es en ese contexto que cobran mayor importancia los desafíos ulteriores que asumió el gobierno. El miércoles tuvo que afrontar el reto de la movilización que organizaban el Polo Obrero y otros sectores de la izquierda. Patricia Bullrich copó el escenario en rol Dama de Hierro: dictó un protocolo antipiquetes de discutida legalidad, prometió que quienes lo incumplieran serían sancionados y perderían los subsidios que tuvieran y movilizó a cuatro fuerzas de seguridad nacionales para hacerlo obedecer.
El costo no fue reducido, pero en principio consiguió su propósito: la manifestación fue contenida y las calles no fueron cortadas más que esporádicamente. Las medidas de disuasión incluyeron requisas policiales en transportes y rutas: imágenes y métodos enojosos para buena parte de la opinión pública, incluyendo a muchos que se sienten molestos por la frecuencia de los piquetes.

PAPEL MOJADO
En todo caso, el protocolo de la ministra de Seguridad se convertiría en papel mojado una horas más tarde, cuando los piqueteros ya habían vuelto a sus barrios y a partir de que el Presidente ocupó durante un cuarto de hora la cadena nacional para enunciar su vastísimo proyecto de desregulación embutido en un decreto de necesidad y urgencia. Fue la hora del “vamos por todo” de Milei: incluyó en la extensa nómina desde la transformación de clubes de fútbol en sociedades anónimas hasta la posibilidad de que haya odontólogos en las farmacias y de que los remedios puedan venderse en negocios no específicamente farmacéuticos, pero en ese fárrago incluyó la liberación de precios de las prepagas médicas, cambios en el sistema de obras sociales y en los descuentos patronales destinados a la organización sindical, la anulación de la ley de alquileres (así como de otras leyes).
Casi de inmediato y espontáneamente se inició el primer cacerolazo de cuestionamiento al gobierno: abarcó desde centros del conurbano como Lomas de Zamora y Avellaneda hasta barrios de clase media porteños como Belgrano, Caballito, Palermo y Almagro y tuvo una significativa expresión callejera en varias esquinas y, sobre todo, en la Plaza del Congreso, que fue centro de una movilización. Las exteriorizaciones callejeras omitieron deliberadamente el cumplimiento del protocolo de Patricia Bullrich (y también la copia resumida del ministerio de Seguridad porteño): se cortaron calles y los colectivos debieron modificar sus recorridos. En algunos casos, los choferes hicieron sonar sus bocinas solidariamente. Ya no había cuatro fuerzas de seguridad en la calle. (¿Se podría acaso tenerlas en esas funciones todo el tiempo?)

PERDER LA INMUNIDAD
La legislación anunciada por Milei fue ampliamente cuestionada: empinados juristas la consideraron inconstitucional, criterio en el que coincidieron desde la CGT hasta líderes de lo que fue Juntos por el Cambio, como Miguel Pichetto, Nicolás Massot, Martín Lousteau y dirigentes independientes como Margarita Stolbizer. Se avecinan decenas de amparos sobre aspectos particulares del proyecto de Milei y recursos ante la Corte pidiendo que se la declare inconstitucional. La CGT vacila entre llamar a una movilización o convocar a un paro general.Milei empieza a perder la inmunidad.
Es un desafío a su capacidad de liderazgo. Decíamos una semana atrás: “Lo que Milei ha ido dejando claro a partir de la etapa previa a su asunción formal como primer mandatario es que, sostenido en el apoyo de la opinión pública y en una votación excepcional, está dispuesto a ejercer liderazgo (…) pero el liderazgo debería asentarse en fuerzas orgánicas, no sólo en una opinión pública que se define por la volubilidad”.
Algo ha ido cambiando desde el triunfo electoral y parece haber cambiado más esta semana. En una medición registrada días antes del último miércoles, la encuestadora Circuitos ya observaba que Milei “tiene un diferencial de imagen positiva de apenas 5 puntos, algo inusualmente bajo para un gobierno que lleva poco más de una semana. Ese número resulta al sumar las imágenes muy buena (23) y buena (20) y restarles la mala (11) y muy mala (27)”. Y agregaba, midiendo la reacción a la devaluación y a las disposiciones económica tomadas por Luis Caputo: “Sólo el 41 por ciento de los encuestados se mostró de acuerdo con las medidas implementadas, dato que confirma el malestar entre sus propios votantes”.
Ir “por todo” puede ser un error. Otros y otras que lo intentaron antes chocaron y se desgastaron. Con una consigna parecida (“Si no es todo, es nada”) Patricia Bullrich perdió una candidatura presidencial lo que quizás considera ahora un buen motivo para repetir la prueba como ministra.