Adiós al peso: ¿discurso efectista o guía de acción gubernamental?

Por Dante Avaro *

El presidente Milei, tras su regreso de la gira por Israel, Italia y el Vaticano, abrevó de nueva cuenta sobre el polémico, ríspido y confuso asunto de la dolarización.

El tema de marras no opaca el lucimiento con el que se ha presentado la marcha, por ahora a paso redoblado, del saneamiento fiscal. Muy por el contrario, lo refuerza. No es casual que el presidente, en este marco, se haya dado el lujo -quizá como un guiño cómplice e íntimo a su actual pareja sentimental- de repostear una entrada en X de la señora Fátima Florez luciendo un atuendo referido a la moneda de curso legal estadounidense.

En medio de esta puesta en escena hay una incógnita relevante: ¿la dolarización aparece nuevamente en la conversación pública porque obedece a las intenciones gubernamentales (veladas o no) o por una percepción (pública) sobre su necesidad? O bien, ¿resulta una respuesta inamovible ante la natural y propia curiosidad de sus interlocutores? Esta incógnita parece, por ahora, un misterio que sólo el tiempo develará.

En este sentido, resulta útil recordar una afirmación propuesta por el filósofo chino Lao-Tse: “Quienes tienen conocimiento, no predicen; quienes predicen, no tienen conocimiento”. En este caso resulta imposible acceder a la verdad, así como a pronósticos fiables, sólo nos resta participar de la conversación pública mediante nuestras opiniones.

Y éstas pueden ser sobre tres tipos diferentes de tópicos: acerca del marco conceptual que está detrás de la dolarización, sobre su deseabilidad e implementación, y sobre sus consecuencias. Por obvias razones, por ahora, sólo resulta posible abordar el primer tópico. Veamos.

Interrogado en múltiples ocasiones sobre la dolarización, el presidente se desliza argumentalmente hacia la competencia de monedas; y viceversa, cuando la pregunta apunta a la competencia de monedas emerge, en el discurso del ciudadano presidente, la dolarización.

Así, ¿en qué sentido el discurso sobre la dolarización resulta equivalente a una situación de competencia de monedas y cuándo no? A continuación, mostraré de manera reductiva este complejo asunto y, por tanto, apelo a la piedad de la persona lectora por la torpeza y simplificación de esta empresa.

SITUACION 1

Supongamos, hipotéticamente, que en nuestro país no resulte ilegal que los ciudadanos demanden (en función de su necesidad, valor o utilidad), por ejemplo, dólares estadounidenses, euros y criptomonedas. Esto implica que los ciudadanos podrán celebrar contratos voluntarios en cualquiera de esas monedas, y que los bancos y entidades financieras estarán dispuestos a abrir cuentas en aquellas monedas.

Pero dejemos de lado este último tema que, en cierta manera, obedece a asuntos prácticos de la implementación de la apertura o liberalización bancaria y financiera. Sigamos. Si hay competencia de monedas, quiere decir que no hay moneda de curso forzoso y, entonces, sobreviene una pregunta: ¿cuál es la moneda del Estado argentino?

Que él país no imponga coactivamente una moneda de curso forzoso no quiere decir que el Estado argentino no adopte una moneda para cobrar impuestos y pagar sus deudas. Así, la moneda que adopte el Estado en esta hipotética situación resultará una moneda de curso legal. Et voilà: así aparece el dólar estadounidense como moneda de curso legal para los contratos voluntarios y coactivos del Estado con sus ciudadanos. Por tanto, en este esquema el discurso sobre la dolarización parece un atajo conceptual para referirse a un régimen monetario de competencia de monedas.

SITUACION 2

Ahora introduzcamos, a la situación anterior, una pequeña variante. Hay competencia de monedas, el Estado argentino no tiene moneda de curso forzoso, pero, sin embargo, adopta como moneda de curso legal al peso (o cualquier otra moneda que se pueda inventar legislativamente para este caso).

Ahora, supongamos que el peso es convertible en oro (ejemplifico con este metal para maximizar el contraste, pero podría ser cualquier cesta compuesta de monedas o bienes). Como la persona lectora ha notado sigue habiendo, en esta situación, competencia de monedas, pero no dolarización. En esta situación, si se quiere hablar de dolarización, se habrá suplantado por medio de malas artes la esencia conceptual de la competencia de monedas.

Se impone una breve y última anotación. Ambas situaciones encajan en las teorizaciones hechas por Friedrich von Hayek (tanto en su libro la Desnacionalización del dinero, de 1976, como en su trabajo previo, de 1937, El nacionalismo monetario y la estabilidad internacional) y resultan compatibles, hasta donde entiendo, con la propuesta de banca libre de Lawrence H. White.

Subrayo este asunto dado que la Escuela Austríaca es, o parece ser, la orientadora de la política económica del presidente y, por ende, de la actual administración.

Sin embargo, la situación 2, y con esto concluyo, garantiza para el peso el cumplimiento del “teorema regresivo del dinero”, asunto propuesto por Ludwig von Mises en su influyente Teoría del dinero y del crédito publicado en 1912.

Señalo este teorema, es decir, la necesidad de respaldar con activos el pasivo monetario, puesto que siempre se albergan dudas sobre el rol que cumple la matriz contable en la propuesta de competencia de monedas propuesta por Hayek.

Finalmente, lo que debe destacarse es que hacer del peso una moneda de curso legal y convertible, pero no forzosa, no resulta un hueso fácil de roer para aquellos que tengan la última palabra sobre la constitucionalidad o no de dicha propuesta.

 

* Investigador del Conicet. Licenciado en Economía. Doctor en Filosofía.