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Adicciones: Tiempo de vértigo

“…con las aplicaciones del celular consigo crédito para comprar drogas…hoy debo todo” (Confesiones de un paciente).

Jorge vive enfrascado en su computadora persiguiendo cotizaciones de bolsas asiáticas y de países centrales persiguiendo la cotización de monedas digitales mientras la cocaína es el “combustible” que lo alimenta y lo deteriora. Oscar pide créditos por aplicaciones, empieza a endeudarse, se abandona y al final tienen que intervenir sus familiares porque ese ciclo de endeudamiento que lo llevaba al delirio termino con una depresión.
Todos jóvenes. También, los hay, mayores que no solo utilizan la cosmética y la cirugía estética sino también “motores artificiales “como las drogas para creerse más jóvenes y culminan con diversas dolencias orgánicas. Son la pintura de una época.
Crisis de la paciencia, de la aceptación, la humildad, la espera y la aceptación del paso del tiempo y de la primacía de disvalores como que todo es dinero o posesión en donde el desprendimiento y la donación brillan por su ausencia.
El arte tiende a adelantarse, precisamente, a la época y así sucedió con una novela televisiva denominada “El tiempo no para” en donde el apuro se traga literalmente a los sujetos atados a ese vértigo. Esa obra de arte que se adelantó a los tiempos magníficamente dirigida por Alejandro Maci en el 2006 narraba en una sucesión desenfrenada de escenas y personajes el vértigo del cual somos parte como sociedad en la cual vivimos.
Al adelantarse a los tiempos es muy actual y esto lo hablaba hace un tiempo con el director. Ya había muerto un cómico excelso tirándose de un balcón luego de un frenesí de drogas, deportistas famosos estaban envueltos en el consumo y en su decadencia. Era un nuevo tiempo el que se avecinaba …el tiempo que no para. Velocidad sin pensamientos, caídas de las intimidades. Déficit de vínculos, transmisiones simbólicas entre generaciones fallidas, padres abandónicos en masa, escuelas en fallas; en fin, otro momento de la historia argentina y también del mundo.

TIEMPO DE LA COCAINA
Es el tiempo de la cocaína. Ni siquiera se respeta a la cronología, el tiempo del reloj quedó separado por el frenesí de la ansiedad que marca un tiempo distinto; los impulsos mandan.
Surge así una voracidad en donde se hace cierta la máxima de los griegos en donde el Dios Cronos (el Dios del tiempo) se comía a sus hijos, la voracidad de un tiempo se come a sus hijos, así como en la novela cada uno de los personajes va cayendo devorado por sus actos que son propuestos por la vorágine que se les impone. Se hace cierta aquella máxima del gran C. Jung “si miras para tu adentro te iluminas, si solo miras para afuera te encegueces”.
El tiempo interno, el tiempo subjetivo parece no existir. El pensar queda suspendido. El impulso manda. La pregunta no existe ya que en toda pregunta hay una apelación al otro y a la mismidad más profunda para sacar conclusiones que nunca son concluyentes sino abiertas a lo que los otros también nos digan. Todo es una respuesta marcada desde la cultura del “ombligo”; hago esto porque me da la gana. Así surge la violencia ante la dura realidad que a veces nos dice no, o a la paranoia como venganza frente a la adversidad de los hechos; todo esto intenta suplantar al tiempo de la espera y la reflexión. El tiempo como vértigo se “come a sus hijos” como en la mitología griega y en la novela, novela también de la vida cotidiana en ciertos ámbitos.
El tiempo que no para, el tiempo del impulso necesita “combustibles” o sea una adrenalina supletoria que proporcione un mundo alucinado que deriva para suplantar la adversidad constante que implica el vivir. Ese combustible es la droga estimulante en esta sociedad. Los últimos datos oficiales hablan del aumento de las drogas estimulantes “artificiales”; siendo Argentina el primer país en consumo de cocaína y marihuana en América Latina junto a Uruguay y surge la pasta base como estocada final junto al crac.
El estimulante (como en la novela en donde la droga esta naturalizada como algo habitual) es el supletorio que complementa la vorágine. Agrega más vorágine y precipita a los personajes al vacío.

COMO LLEGAN A CONSULTA
Vencidos, desvencijados algunos luego de días en terapia intensiva. Otros querellantes y sintiéndose injustamente llevados a tratamientos por algún familiar. Todos desesperanzados y ocultando un vacío en donde la “nada” de ser “nadies” sin ese “combustible mágico” dibuja una mueca de dolor que llamamos abstinencia. No reconocen su esclavitud porque en los primeros momentos la soberbia les impide aceptar su dolor de ya no ser.
Aceptación, humildad y transparencia son los tres valores fundamentales para iniciar un dialogo terapéutico. Esto cuesta ya que el ensimismamiento a los que los llevo la química como solución a sus vidas les impide encontrar en la palabra o sea el dialogo la salida humana a sus problemas. Recuerdo el “Mito de la Caverna” de Platón en la “La República”, en la misma el filósofo remeda la situación de hombres prisioneros en una caverna desde su nacimiento con su rostro y cuerpos inmovilizados de modo que solo pueden ver la pared que esta enfrente. Las sombras que se proyectan en la pared les parecen la realidad, solo viven en un mundo de sombras.
Otros autores relatan que alguno sale de la caverna y ve la luz y el mundo existente y les dice a los que viven en ese mundo de sombras que salgan porque la vida es diferente ya que hay árboles, pájaros, paisajes, etc. Pero muchos prefieren quedarse en ese mundo de sombras. La clínica nos muestra esto hoy todos los días: prisioneros en una caverna en un mundo de sombras.
El gran tema es como llegar a ellos en su intimidad más profunda. Ahí recuerdo que en mi juventud conocí a uno de los más grandes terapeutas del siglo XX Carl Rogers. Estudiando en California en una región idílica llamada la Jolla vivía el sabio. Lo visité y me encuentro a un hombre muy mayor en una granja; era él. Me comenta que sus antepasados habían sido granjeros y el nunca dejo de sembrar: “Ud., me dijo con la sencillez de los sabios, como terapeuta siempre debe sembrar, en muchos habrá frutos; pero Ud. no debe olvidar que es un sembrador”.
Desde ahí me di cuenta de que las primeras entrevistas son fundamentales y el asunto fundamental es como lograr un encuentro humano. El paciente al poco tiempo se da cuenta que le hablamos desde el corazón y va respondiendo.
Es como lograr un “milagro” desde la palabra en alguien que solo acostumbraba a manejarse con la química. Va surgiendo la empatía como fruto de esa siembra pregonada por C. Rogers; luego de esa empatía habrá que esperar los frutos. Rogers decía que comprender al otro no es un acto racional solamente, sino que es “leer desde adentro”.

LOS OPIACEOS
Ahora ya en el mundo surgen los opiáceos y Jean Cocteau en su libro “Opio” nos dice que para algunos “la droga es la única manera de saltar del túnel de la vida”. Una vez que se abandona el vértigo hacia la nada el hombre parece enfrentarse con la vida como sombra como túnel sin esperanza. La vida como túnel, como oscuridad sin luz ni sentido. Ese tiempo cataclísmico está marcado por un “combustible” prestigiado socialmente y surge desde la nada de sentido. No hay luz. Pero es un salto. Un intento alucinado de crear otro mundo, aunque sea por un instante. Instante cada vez más pequeño ya que la abstinencia de la droga, la falta de ella en nuestro cuerpo y mente nos devuelve al túnel.
El “combustible” elegido les permite por un instante la omnipotencia de atravesar todos los límites. Ir a mil se transforma en un fin en sí mismo, pero ahora creando mundos paralelos que los opiáceos ofrecen incluso vagando como “nadies” por plazas o calles. La droga así seduce, se transforma en un modo de dominio en un mundo de Poder, como nos enseñaba el maestro en psicoanálisis Guillermo Maci.
Quedamos sometidos al vértigo para salir del túnel (vida a la cual no le hemos encontrado ideales superiores al “ombligo”) y sujetos al “combustible” mortífero de nuestras neuronas y nuestra mente como son las drogas. Todo sea por comprar por un ratito un mundo alucinatorio que nos permita, también por un ratito, salir del túnel. Quedamos presos del tiempo que no para. Es el nuevo “campo de concentración” en la sociedad postmoderna. Es el tiempo del ya, del impulso; ahí somos nadie o somos nada.
La prevención en drogas se cancela y se apela a la libertad del consumidor. Libertad para ser esclavos, dire. Uruguay en 2010 legalizo la marihuana y hoy es junto a Argentina el primer consumidor de cocaína y marihuana. Así empieza la tragedia y máxime rodeados estos países por países productores (Colombia, Bolivia, Méjico, etc.). Colombia paso de plantaciones de hojas de coca de 40.000 hectáreas hace unos 10 años a las actuales 300.000 con una exportación de 3.000 toneladas anuales. Ganancias al por mayor y multitud de esclavos asegurados.
Generar a miles en el mundo del vértigo para que después entren en el mundo de las sombras y los túneles que preanunciaba J. Cocteau. Lo preanunciaba G. Orwell en sus novelas allá por 1958: “…no se necesitará bayonetas para conquistar espacios de otros países solo propaganda y drogas…”.