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Adicciones: ¿Dónde está la brújula?
"El hombre masa vive sin brújula, sin reflexión, sin proyecto, sin dirección propia, movido por modas, impulsos o lo que hacen los demás, vivir sin un norte interior” J. Ortega y Gasset
Oscar llega a nuestro centro, hace unos años, luego de un infarto por consumo de cocaína, pero el en realidad había perdido la brújula o sea el norte de su vida, como diría el filósofo y maestro Ortega y Gasset ya que vivía a la deriva.
Se le podría aplicar a Oscar el pensamiento del filósofo y sabio estoico Seneca (4 a.C - 65 d.C) cuando nos decía: “…No hay viento favorable para el que no sabe adónde va”.
Su sistema cardiovascular dijo hasta acá llegamos… ya que él no podía ponerse un límite. Funcionaba a mil ya que como empresario quería descollar manejando sistemas financieros digitales y monedas en diversas bolsas del mundo.
Tenía que ser el primero y su delirio de omnipotencia y megalomanía no tenía fin. Su vida era un frenesí en donde no podía parar, no escuchaba a nadie y si alguien pensaba distinto la violencia de sus respuestas era la nota permanente. Pero no podemos violentar nuestra naturaleza como ya lo enseñaban los griegos antiguos y luego la medicina de avanzada en cuidados preventivos. No dormía para llegar primero. Tenía familia, pero esta había quedado a un costado y perdía relevancia ante esta fijeza en metas materiales.
El amor estaba en un rincón perdido. La necesidad de sus hijos adolescentes de un padre se había perdido y su mujer observaba a un ser obsesionado en negocios inverosímiles y ya la ternura había quedado a un costado como algo antiguo de las épocas de noviazgo.
La cocaína venia acompañada no solo como combustible para los negocios inverosímiles que se planteaba sino también de juegos sexuales de todo tipo en Only fans (páginas de tipo sexual con videos porno en donde participan con actividad masturbatoria, por ejemplo) o directamente la compra de cocaína con mujeres (varias pueden ser) para ejercitar el sexo. Todo se puede dar en este desborde instintivo hasta que la naturaleza (conjunto somatopsíquico-espiritual) dice basta y aparece el ataque hipertensivo con las secuelas de infarto.
IMPERIO DEL EGO
Llega a nosotros como un ser vencido. Su imperio era de papel. El ego es la tumba de todos nosotros. Esto vale no solo para Oscar sino para todos aquellos que hacen de la soberbia individualista una meta o sea caen subyugados por el Imperio del ego: el Poder, el Dinero, el Sexo, etc. Y todo esto como obsesiones que nos recuerdan aquel título de la célebre película Atracción fatal del año ´87 magistralmente actuada, entre otros, por Michael Douglas.
Hay muchos Oscar y de diferentes edades desde hombres maduros como nuestro paciente hasta jóvenes que recién se inician en la vida adolescente y que descubren las drogas y al sexo como atracciones fatales.
Cuando Oscar comienza a escucharse o sea a hablar del él con un terapeuta y en un grupo terapéutico se da cuenta que se desconoce. Había edificado su vida sobre un “falso self” como diría el gran psicoanalista británico D. Winnicott.
EL FALSO SELF
El que vive encerrado en un “falso self”, nos enseñaba el maestro inglés, actúa en un “como si” o sea como si fueran ellos mismos, pero en realidad viven totalmente abstraídos en lo que los demás creen que el debería ser. Vive en función de los otros y en una megalomanía, en este caso, de una creencia inconmensurable de sí.
Su vida está totalmente adaptada a lo que piensa que el entorno espera de ellas. Él era, en sí mismo, una mascara social. Si no actúa en este “como si” se sentía vacío, no autentico, no podía mostrar sus sentimientos y buscaba una aprobación excesiva con dificultades enormes para elegir o buscar placer si no era a través de un exceso como el del consumir drogas y/o alcohol.
El verdadero self de nosotros es espontaneo en sus expresiones, brota vitalidad y autenticidad, tiene una intimidad en donde su sí mismo no es embaucado, tiene un entorno al cual puede escuchar y preguntar.
El falso self es solo una adaptación defensiva (debía ser el mejor y más poderoso empresario), aunque sea no durmiendo días y usando combustibles autodestructivos como las drogas y el alcohol. Lo que hace en su omnipotencia cree que es lo que los demás esperan de él y de esa manera sentirse superior a todos. Se somete a estos ideales.
El tratamiento trata de lograr en una comunidad terapéutica que se pueda volver a conectar con “lo autentico de si” tratando que pueda de superar la sensación de fracaso y dolor causado por su dolencia cardiaca y cuando empieza a “escucharse” siente que vivió en un escenario creado por su imaginación que lo lleno de deudas económicas, culpas, dolores y remordimientos.
En la clínica adictiva vemos como este falso self funcionó como una “prótesis patológica” de su yo que tapaban traumas infantiles, abandonos tempranos, la sensación “crónica” de no estar en su vida, la necesidad de actuar roles para aparecer ante otros como brillante y estelar, sosteniendo una “mascara social” que ocultaba su vacío y buscando siempre cumplir lo que él creía eran las expectativas ajenas.
La adicción aparecía como esa anestesia emocional que ocultaba todos los agujeros de su vida transformándola, así, en ficticia.
A medida que avanza el tratamiento empieza darse cuenta de ese vacío que lo persiguió durante años, la falta de deseo propio y el intento de ser un Otro Superior a todos y la dificultad de poder sostener una intimidad emocional con sus allegados. Es lo que sucede también en los adictos de alto rendimiento (deportistas, por ejemplo), workaholics (adictos al trabajo); todos ellos también a veces utilizan sustancias para lograr efectos determinados.
Funcionan hacia afuera, pero por dentro están desconectados de su sentir y así surge la adicción como la válvula de escape de un ser real sofocado. Empiezan a reconocer que nunca pudieron estar a solas consigo mismo y aparece así la ansiedad, el vacío y el pánico o buscar compañías sexuales que lo sumen en diversos problemas fruto precisamente de ese frenesí que surgió como una huida de su “sí mismo verdadero" generándose compañías ilusorias.
EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA
En muchas circunstancias estos pacientes nos recuerdan la temática que trata Robert Fisher en El Caballero de la armadura oxidada (1952) o sea alguien que había perdido todo contacto con la realidad y se había refugiado en una prótesis yoica que le impedía todo contacto humano.
Necesito, en la obra maestra del autor, del mago Merlín que lo hizo transitar por distintos estadios de autoconocimiento de ese sí mismo que se había perdido para volver a ser y poder estar con los seres más queridos. No podía quitarse esa armadura que era la prótesis patológica que le costó el olvido de su si-mismo.
Atravesó distintos pasos: el sendero de la verdad, el silencio (para escucharse más allá de la vocinglería en la cual estaba metido), el conocimiento y luego la voluntad y la osadía.
Podríamos decir que así cae la armadura oxidada (prótesis de su yo) y se reencuentra consigo mismo y con su prójimo.
