Buena Data en La Prensa

Abandono del hombre

 

Desde el origen de los tiempos, el hombre trató de explicarse a sí mismo y al mundo. El existencialismo, el panteísmo y el racionalismo, hoy vigentes con diferentes ropajes, son modos de concebirlo que atentan contra quien lo sostiene: el hombre mismo. Vamos a recorrer un camino para comprender las consecuencias lógicas de estos postulados filosóficos que vencieron al paso del tiempo.

HOMBRE SIN ESENCIA
El existencialismo iniciado por Kierkegaard argumenta que el hombre es un ser sin esencia, que mediante su existencia se podrá ir dando un sentido. Este "sujeto existencial" puede salvar su alma por medio de actos morales subjetivos y desligados de toda ley universal. La búsqueda angustiosa se va a radicalizar en el existencialismo ateo nietzscheano, el Ubermensch (superhombre) ni siquiera reconoce que existan valores dados. Solo de él emerge sentido de forma originaria.

Con el pensamiento heideggeriano se ingresa a una especie de panteísmo en el que cada uno es una aparición fenoménica del Ser Absoluto y se pierde la distinción entre el hombre y el resto de las cosas. El Ser absoluto se muestra de diversas maneras con el fin de autoconocerse, y el hombre es el "ser" privilegiado que puede lograr semejante tarea. En palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el caminante se funde totalmente con el camino, que, a su vez, no lleva a ninguna parte. Según esta cosmovisión, el hombre se perfecciona cuando se olvida de sí, cuando permite la destrucción de lo estable, o cuando se aniquila en un proceso dionisíaco, para fundirse en un todo impersonal e indiferenciado. El hombre, como ser aparente, debe ser totalmente el mundo. Esta ausencia de esencia vacía al amor, convirtiéndolo en una amabilidad que abarca todo sin parcialidad y uniformemente.

Respecto de las filosofías orientales, el confucianismo sostiene un principio universal (li). Wang Yang-Ming, procedente de la China Ming, toma al li como una creación de la mente. Como li no es un principio universal objetivo, cada uno debe comportarse de acuerdo con la verdad que es capaz de percibir subjetivamente. También el erudito confuciano Ogy Sorai, sostenía la inexistencia de una ley universal. Según él, las normas, reglas e instituciones fueron creadas exclusivamente por los hombres. Tanto para filósofos alemanes contemporáneos como para la clase alta japonesa de 1910 -como de la Escuela del Abedul Blanco- el que andaba en la verdad, o el "artista", era el que se acercaba más a la naturaleza, olvidándose de sí.

El antropólogo Michitar Tada, sobre el ateísmo occidental, agrega que con "la negación de Dios (...) ya no hay más modelo a seguir. Cada hombre compite solo con su propia originalidad e ingenio, se enfatiza la singularidad de cada uno, y se insiste en ella en la relación con la sociedad". Negar la existencia de lo único y objetivo, como la del Dios cristiano, elimina la idea de bien, y por lo tanto la del perfeccionamiento de una esencia humana. Un camino que puede llevarnos tanto al olvido como al extravío.

HOMBRE SIN VERDAD
"¡Mira! La encumbrada ciencia, de vista penetrante, cómo desde las altas cumbres domina a lo moderno, emitiendo sucesivos mandatos absolutos" escribía Walt Whitman. El racionalismo moderno pretendía ejercer un control completo sobre la totalidad de las cosas, desconociendo todo lo imperceptible por la razón. El hombre moderno era dueño de una realidad estrecha. Pero con la aparición de hechos catastróficos como los de las Guerras Mundiales, la pregunta filosófica discurrió por otros lados. "Tal vez todo sea solo apariencias (...) ¡Cuántas veces pienso que ni yo ni hombre alguno sabemos nada de ellas! Tal vez aparenten ante mí lo que son (...) de acuerdo a mi actual punto de vista", seguía el poeta estadounidense, preguntándose sobre el conocimiento de las cosas.

El hombre comenzó a tener más dudas que certezas, lo que lo llevó a querer adueñarse aún más de la realidad. El posmoderno controla todo lo que ve, pero no por el simple hecho de verlo, sino por el hecho de sentirlo. Lo único que importa son los sentimientos. No hay realidades objetivas, no hay verdad, no hay una moral definida, no hay Dios.
La posmodernidad, influida por el existencialismo, niega la esencia del hombre y le adjudica una completa "libertad". Nada lo condiciona, ni siquiera lo que la naturaleza le ha dado al momento de nacer. Así, queda sin guía.

HOMBRE-PERSONA
"¡Otra vez, mira! El alma, por encima de toda ciencia (...) solo el bien es universal". La visión cristiana del hombre, que afirma la existencia de un Bien, presupone tanto el respeto de la naturaleza del hombre como de las demás cosas que hay en el mundo. La persona está condicionada por un entorno, pero también tiene potencias que le son propias y que, mediante su libertad, es dueño de realizar los actos más viciosos como los más virtuosos. El hombre no se identifica con las cosas, sino que es libre de seguir un modelo, y esa guía respeta su esencia y lo lleva a perfeccionarla.

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