El rincón del historiador

A 60 años de su muerte, JFK por Miguel Angel Cárcano

El viernes 22 de noviembre de 1963 a las cinco menos cuarto de la tarde se arriaba la bandera en el colegio, todos los alumnos formábamos respetuosamente y se elegían dos para esa honrosa tarea. Antes de comenzar la ceremonia, la Directora anunció que había muerto el presidente John Fitzgerald Kennedy e hicimos un minuto de silencio. Creo que nadie se olvidó dónde estaba cuando se enteró la noticia de la muerte del mandatario.

Cuando llegué a mi casa me enteré que la muerte había sido un asesinato, y vi por televisión la escena; como recuerdo el mediodía del domingo cuando el asesino Lee Harvey Oswald moría también a manos de Jack Ruby. Pocos o ningún argentino conocieron a Kennedy como Miguel Ángel Cárcano, que a tres años de su muerte le dedicó un pequeño libro.

Joseph P. Kennedy, era embajador de los Estados Unidos ante la corte de Saint James por el presidente Franklin D. Roosevelt y fue designado en marzo de 1939 al frente de la embajada especial para la coronación del nuevo Pontífice Pío XII.

El presidente Roberto M. Ortiz, un verdadero caballero, de altas condiciones morales, ejemplo de respeto a las instituciones que conocía las calidades personales del Dr. Miguel Ángel Cárcano, afianzadas en el gabinete compartido en común años antes; lo había puesto al frente de la embajada en París.
Cuando debió nombrar la representación para la coronación de Pío XII, prevista para el domingo 12 de marzo de 1939, el presidente no dudó en poner al frente de la misma al embajador en Francia.

Dice Cárcano: “En aquel escenario imponente de San Pedro y en el ambiente fastuoso de los palacios del Renacimiento, me encontré diariamente con mi colega el embajador Kennedy y su familia. Su hijo Jack, estudiante en Harvard, se reunía continuamente con mis hijos; tuve oportunidad de tratarlo con frecuencia a él y a su padre”.

La permanencia de ambos diplomáticos se vio interrumpida porque llegaban noticias de Alemania que Hitler preparaba la invasión a Checoslovaquia, por lo que rápidamente los invitados partieron a sus países o sedes diplomáticas.

Poco después el joven Kennedy visitó a los Cárcano en París, se alojaba en la residencia de M. Bulit el embajador de los Estados Unidos ante el gobierno francés. “Concurría a menudo a mi casa y era amigo de los hijos. ¡Sólo tenía 20 años! Todo quería conocer: hombres, ciudades, naciones, ¡Rusia! Había proyectado un viaje en automóvil con mi hijo. Ni las amenazas de guerra le impidieron realizar su propósito”.

EL JOVEN JACK

Es interesante la impresión que le causó “el joven Jack” a Cárcano, por entonces un hombre de 50 años. que había nacido en un hogar político y él mismo se había fogueado como diputado, ministro y diplomático.

“La impresión de una vitalidad desbordante, el deseo de transitar los más diversos caminos y una voluntad de triunfar. ¿De triunfar de quién? No lo sabía entonces él mismo”.

Kennedy dio motivo a cientos de biografías, “hombres de distintas naciones y latitudes, de diferentes orígenes y grupos sociales han dicho todo lo que puede decirse de él. Coincidió en su momento el autor con Hugh Sidey, un destacado periodista que cubrió a nueve presidentes americanos desde Eisenhower hasta Clinton, que John F. era “quizás el único hombre en la historia de los Estados Unidos que fue educado desde la cuna para la presidencia. ¿Educado como un príncipe real? ¡No! Como un ciudadano de la República”.

Refiriéndose a su preparación, elogia la educación que recibió, y lo compara con Churchill, ya que nunca fue un estudiante brillante.

“Su redacción era mediocre y las faltas de sintaxis y ortografía notables. Corrigió y rehízo varias veces su tesis. Consultó a sus maestros y finalmente la publicó entre nosotros con el título Mientras Inglaterra dormía. Nos revela que utilizó para ello los archivos secretos de las embajadas de los Estados Unidos en Londres y París, procedimiento que le valió no pocas críticas”.

A más de la formación que recibió en su hogar, “conoció a hombres ilustres y discurrió desde joven sobre asuntos de gobierno, viajó para estudiar y satisfacer curiosidades, y reunió así un conjunto de calidades imponderables, que crean una personalidad selecta, que infunde respeto y consideración, que se destaca en el ambiente político por su cultura y distinción”.

Su participación en la Segunda Guerra Mundial y la herida que sufrió en la columna al caer de la lancha torpedera, “le obligó a largos períodos de reposo, durante esa enfermedad, leía ávidamente. Le atraían los temas históricos. Era proverbial su capacidad para leer. Prefería calarse los lentes y quedarse en cama leyendo una biografía, que asistir a reuniones políticas. La vida política decía, ‘es una rutina embrutecedora’”.
“Pocos han olvidado la serenidad de su mirada celeste, el mechón rubio del cabello rebelde, la permanente sonrisa que aparece entre sus labios sensuales, la fuerte mandíbula. Joven y guapo, como un Eros americano, atrajo la simpatía universal”. A esa formación se agregó su pensamiento liberal que “se formó gradualmente, se definió a medida que se le presentaban los problemas concretos”.

EN CORDOBA

Cárcano recuerda cuando un día de abril de 1941, llegaba a Buenos Aires, un muchacho rubio, de ojos azules, esbelto y guapo. “Poco tiempo permaneció en la capital. Con algunos amigos viajó en automóvil hasta una estancia en Córdoba. Allí asistió a una yerra; montó caballos serranos, tiró el lazo, trabajó en los rodeos y vistió el traje de paisano. Atraía por su vitalidad y simpatía. Le gustaba conversar temas políticos y recitaba discursos de Washington y Lincoln. Decía con candor y también con convencimiento: “Yo seré presidente de los Estados Unidos”. provocando las bromas de sus compañeros. Ese joven era Jack Kennedy. Desde entonces nunca olvidó su permanencia en el país, ni a sus amigos argentinos”.

En el Archivo de la Kennedy Library encontramos una foto de Kennedy comiendo una barbacoa en la casa del pintor Florencio Molina Campos, suponemos que en Moreno. Fue en Córdoba donde cumplió 24 años, el 29 de mayo de 1941, en octubre Kennedy se alistó en la marina y fue destinado a la guerra del Pacifico a cargo de una lancha torpedera de patrullaje.

Cárcano volvió a encontrarlo primero fugazmente en Río de Janeiro y luego en 1945 con motivo de la firma de la Carta de las Naciones Unidas en San Francisco, la que suscribió en nombre de nuestro gobierno. En esa misión lo acompañaba como secretario su hijo Michael y también integró la comitiva su hija Baby, con la que John F. había mantenido una correspondencia que se conserva en la Kennedy Library de Boston, y que dimos a conocer hace algunos años.

Kennedy se desempeñaba como corresponsal del Journal American de Hearst, redactando crónicas sobre la Asamblea. Cárcano recordó que en ese momento “hablamos de política argentina y luego de la Conferencia” y que “el joven de 20 años es ya un hombre tranquilo y ponderado Su sonrisa aparecía en un fondo de melancolía. La vivacidad y su fuerza vital eran menos brillantes”.

Cuando le preguntó que iba hacer la respuesta fue: “No lo sé, estoy vacilando en escoger varios caminos”, cuando le inquirió sobre su gusto sobre la política, se mostró tajante: “Detesto el trato con los politiqueros. Me atrae la acción ejecutiva y la autoridad para poder trabajar en beneficio de mi país”.

Jamás olvidó Kennedy a sus amigos argentinos y los días que había pasado con ellos en estas tierras, el doctor Roberto Alemann recordó que cuando lo recibió en su carácter de ministro de Economía el 24 de mayo de 1961: “Se mostró informado sobre la Argentina. Recordó la visita a Córdoba dos décadas antes y se interesó por el embajador Miguel Ángel Cárcano, quien sería poco después ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Frondizi. Muy al comienzo de la conversación me dijo: ‘Conozco las pampas argentinas y sé de la importancia que tienen las carnes para su país’”.

Seguiremos recordándolo en otra nota a través de esa semblanza de Cárcano, que como nadie conoció en su momento la intimidad del muchacho, que habría de retribuirla como uno de los hombres públicos más relevantes del mundo.