A 50 años de la publicación de ‘Archipiélago Gulag’

En diciembre de 1983 se publicó en Francia la obra que ayudaría a derrocar a la dictadura soviética. El manuscrito de ‘Archipiélago Gulag’ había sido sacado de contrabando de la Unión Soviética y poco después de su publicación en YMCA-Press su autor, Premio Nobel de Literatura 1970, fue arrestado, esposado y expulsado de su país.
En ese momento los diarios Le Figaro y L'Aurore se refirieron al novelista como "el gran Solzhenitsyn”. Y con toda justicia. Porque aplicarse a la lectura de ‘Archipiélago Gulag’ es reencontrarse con un escritor legendario. Es ver no sólo al hombre valeroso, que apoyándose en su pueblo enfrenta y denuncia al régimen tiránico, sino también al genio literario que escribe de una manera insólita, en un lenguaje capaz de reflejar todos los símbolos, todos los fenómenos de la existencia racional e irracional.

TRADUCCIONES
Visión esta que no llegan a empañar algunas traducciones apresuradas, desganadas y que de a ratos entorpecen innecesariamente el texto. Como por ejemplo la de L. E. Martinez, de la editorial Plaza y Janés. Me limitaré a un sólo ejemplo. “Noch za noch” significa en ruso “noche tras noche’. Absurdamente, leemos: “una noche si y otra también”.
Por añadidura, las notas del traductor no siempre interpretan acertadamente la intención del traducido. Traduttore, traditore. No obstante, la sencillez y precisión con que está escrito "el libro que formó época" (así lo definió un político alemán) neutralizan por entero estos y otros defectos de la versión castellana.
’Archipiélago Gulag’ es el archipiélago soviético de campos de concentración, la historia de ayer, la política, el arte de la literatura, la psicología y la alucinante realidad de la "industria carcelaria" marxista; "un Volga del padecimiento popular".

SOBRE EL SOCIALISMO
La obra no contiene un solo suceso o personaje ficticio. Los hombres y lugares son llamados por su nombre. Con absoluta incontrastabilidad, Aleksandr Solzhenitsyn demuestra que las compuertas del terror fueron abiertas por Lenin en 1917 y no habían sido tabicadas hasta el momento en que el escritor creó su libro. Y tampoco es Stalin el máximo culpable. Es el socialismo mismo que "segrega terror". Terror que -siempre según Solzhenitsyn- ha cobrado 66 millones de víctimas rusas a lo largo de siete décadas de despotismo antiilustrado.
El escritor compara constantemente los sistemas carcelarios zarista y comunista y la conclusión que se impone es que en la Rusia prerrevolucionaria imperaba la libertad y el estado de derecho.
No avizora diferencia alguna entre el nazismo y el marxismo, pero si, hace notar, que mientras decenas de miles de jerarcas hitleristas fueron severamente castigados, los autores y factores de los crímenes marxistas seguían encaramados en el poder.
Solzhenitsyn -cristiano cabal- no clama venganza. Sólo exige que los culpables admitan su culpa. Y que se ponga termino al despotismo soviético.

TESTIMONIO DEMOLEDOR
El libro del Premio Nobel ruso es, al mismo tiempo, una sorprendente obra artística y un testimonio demoledor contra el socialismo marxista. El arresto artero, las "riadas" de condenados, el colosal archipiélago de campos de trabajos forzados para los presos políticos, las torturas y vejámenes, los fusilamientos en masa; todo esto relatado con la tremenda fuerza de expresión de un clásico de nuestro tiempo.
Solzhenitsyn no propone, ni impone: expone. Y plantea interrogantes. Este, por caso: ¿Cómo explicar que la Inglaterra capitalista, cuya oprimida clase obrera fuera tan patéticamente descrita por Marx, durante la Segunda Guerra Mundial alumbró a un solo traidor, William Joyce, locutor de la radio alemana? ¿Y cómo fue posible que en la Unión Soviética "el país del régimen social más justo" y durante "la más justa de las guerras", millones de soldados se rindieron al enemigo sin luchar? Más aún. ¿Cómo fue posible que esos hombres solicitaran a los alemanes las armas y la oportunidad de combatir en el frente Oriental? (en el Ejercito Libertador Ruso del general Andrei Vlasov, aliado a la Wehrmacht). ¿Eran traidores? (¡millones de traidores!), o simplemente deseaban la destrucción de la industria carcelaria que sojuzgaba a su patria?
En algunos capítulos como ‘Los ribetes azules’ y ‘A la pena capital’ (mal traducido ‘Hacia la máxima medida’), el autor analiza con excepcional profundidad la conducta de víctimas y victimarios. Aquí Solzhenitsyn cala aún más hondo que Dostoievsky. Y no por tener mayor talento, sino porque la industria carcelaria a la que fue sometido -cien años después de la condena que sufriera el autor de “Los hermanos Karamazov”- le brinda posibilidades inconmensurablemente mayores para estudiar las variadas proyecciones del mal en el alma y comportamiento humanos. ‘Memorias de la casa muerta’ de Dostoievsky es al ‘Archipiélago Gulag’ lo que una clínica de reposo a la Cayena.

ESCASOS PARANGONES
Ninguno de los que entró al archipielago era el mismo al salir. Y no sólo por la edad y la salud, sino por su nueva concepción de la vida y de los hombres, de la verdad y las ideologías. Pocos de los que abran la primera página de este libro seguirán siendo los mismos al cerrar la última. En ese sentido ‘Archipielago Gulag’ tiene escasos parangones en la literatura universal.
Solzhenitsyn acusa al marxismo-leninismo. Denuncia su crueldad. Su total desaprension por la dignidad humana. Su impiedad. La omnipotencia de sus arbitrariedades Por eso hay tanto dramatismo en este sobrio documento. “Archipiélago Gulag” es la mas simple de las obras de Solzhenitsyn. Y, sin embargo, quita el aliento y el sueño, destroza los nervios leer lo que los comunistas hicieron con el pueblo ruso.