A 2027 hay que llegar dolarizados

Al asumir la Presidencia de la Nación, Javier Milei identificó correctamente la prioridad económica que le exigían sus representados: bajar la inflación. Aún hoy, pese a la fortísima reducción del incremento de los precios, desde 289% anual en abril de 2024 hasta 31,8% ahora, la población continúa mencionando la inflación como una de sus preocupaciones principales.

Definir esa prioridad económica también tuvo sentido desde un ángulo político: si tus representados quieren una cosa y se las das, lo lógico es que te voten. Esa es una de las claves de los muy buenos resultados conseguidos el 26 de octubre.

Si bien se consiguió el objetivo antiinflacionario fijado al comienzo de la gestión, simultáneo a 22 meses seguidos de superávit fiscal y miles de desregulaciones, los sobresaltos financieros de las semanas previas a las elecciones confirman que persiste una debilidad de fondo. Una debilidad de fondo que es necesario corregir cuanto antes.

EL SABOTAJE

Se puede argumentar que la irresponsabilidad de la mayoría del Congreso de la Nación, aprobando aumentos de gasto público sin financiamiento, fue el origen del problema.

Aunque fuera cierto, cabe apuntar dos cosas: 1) tenemos que contar con que una parte de la dirigencia argentina seguirá siendo irresponsable y contraria al avance de la libertad; 2) en todos los países hay dirigentes y diputados temerarios y demagogos, pero eso no se traduce en volatilidad en el tipo de cambio y la tasa de interés e incertidumbre generalizada.

Nuestra debilidad de fondo es el peso argentino. Una moneda irrecuperable que el presidente Milei identificó correctamente como “excremento” durante la campaña de 2023.

Una moneda inútil, porque no sirve como unidad de cuenta, ni como reserva de valor, ni como base de contratos. Una moneda contraproducente, pues su inutilidad se traduce en pobreza, incertidumbre, insuficiencia de ahorro y falta de inversión productiva, aunque multiplique las oportunidades de especulación. Una moneda liberticida, pues entorpece las posibilidades de prosperar.

Si el peso es irrecuperable, inútil, contraproducente y liberticida, la solución obvia es terminar con él. Argentina no siempre tuvo moneda propia: el peso moneda nacional empezó a circular en 1882 y el Banco Central solo se fundó en 1932, es decir, 116 años después de la declaración de la independencia. Como país independiente, Argentina lleva todavía más tiempo sin banco central que con él. De eso se desprende que la Constitución no obliga a tener una moneda propia.

Lo lógico es dar libertad para que los argentinos usen la moneda que prefieran. Hoy, eso significa libertad plena para usar el dólar, incluso pagar impuestos. Puede hacerse y hay experiencia internacional. En Hispanoamérica están dolarizados Panamá, El Salvador y Ecuador. Quienes digan que esos países son muy chicos, sepan que Francia, España e Italia también se dolarizaron: adoptaron el marco alemán como moneda aunque, por cortesía germana, le llamaran euro.

Los pesos que circulan podrían seguir circulando. Se establecería una tasa irrevocable de conversión entre pesos y dólares (por ejemplo, ARS 1.500 o 2.000 = u$s 1); sobre esa base se podrían usar los pesos para pagos cotidianos. Los depósitos y títulos públicos en pesos se dolarizarían según esa misma tasa de conversión.

No es necesario que el BCRA tenga dólares suficientes para canjear toda la base monetaria en el acto. El canje puede hacerse gradualmente porque, como dije antes, los pesos que circulan se podrían seguir usando.

El Gobierno podría someter la dolarización a referéndum, para dar respaldo popular a la medida y para que los demagogos que sueñan con volver a emitir pesos y estafar a la gente sepan que tienen a los argentinos en contra. Cuanto mayor el respaldo popular en un referéndum, más fuerte será el impacto económico de la dolarización porque convencerá a todos de que es irreversible.

Con el dólar como moneda, la inflación será siempre baja y las tasas de interés también. Se podrá ahorrar, invertir, contratar, sin tener que adivinar cuánto costará un dólar. Será más fácil comprar una casa, un auto o cosas a crédito. Toda la energía y recursos que hoy se pierden en especular, podrán usarse con fines productivos. Al haber más inversión, habrá más empleo; la productividad crecerá y los salarios reales podrán crecer de forma sostenida. Todas cosas imposibles mientras insistamos en conservar el peso.

Si el objetivo fue llegar a 2025 con una inflación bajo control, el objetivo para 2027 debe ser llegar con la economía dolarizada. Para proteger las libertades y las oportunidades de prosperidad de todos.