La mirada global

El multipartidismo no indica una democracia saludable, sino más bien un sistema de representación en declive

Por Aldo A. Lorenzzi Bolaños *

América Latina está atravesando momentos de desafío, ya que sus sistemas democráticos están en constante evolución. Después de las etapas de gobiernos autocráticos, se experimentó un breve período de estabilidad democrática, pero en la actualidad las democracias de la región enfrentan desafíos relacionados con el populismo y el multipartidismo.
Dentro de este último, el multipartidismo político, podríamos decir que es crucial analizar sus efectos y las consecuencias que está generando en los sistemas democráticos de la región. Este sistema de partidos agrupa diversas alternativas de representación en una cantidad que podría considerarse desproporcionada. A menudo, estas facciones tienen afinidades ideológicas, pero buscan resaltar sus propias marcas; sin priorizar las demandas de la población por encima de su propia agenda.

NUEVA CRISIS
Uno de los efectos más notables de esta tendencia hacia un sistema pluripartidista es la crisis en la gobernabilidad. La falta de una agenda común fragmenta el sistema de partidos y puede llevar a situaciones en las que los gobiernos se enfrentan a crisis. En ocasiones, la única salida parece ser disolver el congreso o adelantar elecciones.
Para muchos expertos, el multipartidismo o pluripartidismo podría considerarse una característica de una democracia sólida, consolidada y resistente. Sin embargo, la realidad es que en lugar de fortalecer, este sistema conlleva a la fragmentación y a una inestabilidad que dificulta la eficacia en el ejercicio del gobierno, algo fundamental para un desarrollo gubernamental adecuado.
Existen casos evidentes en los que la formación de una nueva entidad política, en lugar de presentar nuevas ideas, se convierte en una táctica electoral para debilitar al oponente. Scott Mainwaring resalta que los sistemas multipartidistas conllevan desafíos para la estabilidad democrática debido a tres principales razones: fomentan regímenes presidencialistas frágiles que resultan en crisis políticas recurrentes, generan polarización en los sistemas políticos y dificultan la formación de coaliciones estables.
Estas tres razones se observan en varios sistemas democráticos, con una mayor incidencia en América Latina. Países como Brasil, Chile, Ecuador y Perú, entre otros de la región, cuentan con una diversidad de partidos políticos que a menudo no presentan cambios significativos en sus propuestas. En lugar de enfocarse en opciones programáticas, buscan alcanzar el poder a través de enfoques personalistas.
En Ecuador, más de 10 partidos políticos están inscritos en su sistema electoral, que abarca a una población electoral de poco más de 13,45 millones. Esto sugiere que alrededor de 1 millón 200 mil o más electores en promedio están afiliados a un partido político. En el caso de Perú, actualmente hay 18 partidos políticos inscritos, con una población electoral de 24 millones 760 mil 062 electores. Esto implica que alrededor de un millón 400 mil aproximadamente tienen una afiliación a un partido político.
Cabe mencionar que las elecciones en Perú están programadas para el 2026, lo que podría resultar en la inscripción de más partidos en el futuro.
Estos son dos ejemplos de la situación actual en América Latina. Sin embargo, también en países europeos como España, que tiene un sistema parlamentarista, el multipartidismo ha generado dificultades para obtener resultados claros en las últimas elecciones. Esto ha impedido la formación de un gobierno sólido en España y ha llevado a negociaciones que no buscan el bien común, sino la obtención de una porción de poder en el nuevo gobierno. Por esta razón, es crucial realizar un análisis exhaustivo sobre el multipartidismo, el cual no ha funcionado como una solución efectiva para representar los intereses ciudadanos, sino que, en cambio, ha debilitado los sistemas democráticos.

EXTREMA DEBILIDAD
En la última edición del Latinobarómetro de 2023, se refleja la debilidad de los sistemas democráticos en la región. Una estadística alarmante muestra que de los últimos 21 presidentes en América Latina, 20 no completaron su mandato y 21 enfrentan condenas por corrupción.
La situación se caracteriza por presidentes autoritarios, caudillismos regionales, crisis sociales y personalismos políticos, evidenciando la polarización creciente en la democracia latinoamericana.
Esta realidad pone en evidencia que la democracia en la región no ha alcanzado un nivel de madurez ni consolidación que fomente la aparición de partidos políticos con liderazgos innovadores y trascendentes. En lugar de basarse en sólidos principios, la formación de sistemas políticos está cediendo a la ideología del populismo, el pragmatismo y la tecnocracia, lo que contribuye a la falta de cohesión y solidez en la región.
Los partidos políticos han experimentado escisiones ideológicas que han llevado a una dispersión de visiones y propuestas entre ellos, generando confusión en la comunidad, los votantes y los ciudadanos en general. En este contexto, el multipartidismo no ha contribuido al bienestar ni al avance de los sistemas políticos; por el contrario, los ha debilitado.

ELECTORADO VOLATIL
Lo que antes eran militancias comprometidas ha evolucionado hacia un electorado más volátil, donde los ciudadanos pueden cambiar sus preferencias ideológicas de un día para otro.
Esta volatilidad va en detrimento de la solidez de las organizaciones políticas y su función de representar las demandas ciudadanas ante el Estado. En lugar de ser una plataforma para la articulación de fuerzas políticas en beneficio del país, el multipartidismo ha generado una constante fragmentación y dificultades en la construcción de consensos.
Sin embargo, algunos países han demostrado la capacidad de lograr un alto nivel de negociación y diálogo, como se evidenció en la Concertación de Partidos por la Democracia en Chile tras el régimen de Pinochet.
El ejemplo resalta la posibilidad de alcanzar este tipo de entendimiento. En los primeros años de la concertación, Chile se convirtió en un modelo que se adaptó rápidamente a las tendencias globales.
Este grado de apertura y diálogo ha sido crucial para que los chilenos pudieran establecer una dirección que contribuyó a moldear su democracia y gobernanza, especialmente a través de la alternancia en el poder. Sin embargo, la democracia es inherentemente imperfecta y esta dinámica generó una crisis en Chile de la que aún no ha emergido por completo. Esta situación ha creado el espacio para un gobierno de izquierda socialista con tendencias extremistas.
Por otro lado, existen casos que representan la otra cara de la moneda, como el caso peruano. Este país ha experimentado la presidencia de casi cinco líderes en menos de ocho años, lo que refleja un nivel de consenso escaso y deficiente. Hasta el día de hoy, no se ha logrado forjar una coalición política que sea capaz de generar consenso en torno a candidaturas únicas.
Un ejemplo memorable se remonta a 1990, cuando los partidos de centroderecha y derecha se unieron para respaldar la candidatura de Mario Vargas Llosa. Sin embargo, esta coalición no resultó en la victoria en las elecciones.
En ese momento, los partidos políticos llevaban una imagen excesivamente desgastada debido al mal gobierno del APRA entre 1985 y 1990, lo que influyó en los resultados electorales.
En la actualidad, en el contexto peruano, las coaliciones políticas enfrentan dificultades para consolidarse y, en caso de lograrlo, a menudo su unidad es efímera y solo se sostiene hasta el momento de las elecciones. Esto se debe en parte a la dinámica de los partidos inscritos y aquellos que buscan inscribirse, que ocasionalmente forman alianzas con la promesa de transferir votos, una expectativa que puede ser ilusoria.
El electorado peruano tiende a actuar más influenciado por emociones que por razones lógicas, lo que complica aún más la construcción y sostenibilidad de coaliciones políticas.

‘OUTSIDER’
El multipartidismo surge en etapas en las que la ciudadanía busca alternativas diversas para ser representada, o incluso aspira a tomar esa responsabilidad por sí misma. Grupos de ciudadanos con demandas similares se unen en la búsqueda de representación. Es en este contexto que surge la frecuente declaración de muchos líderes carismáticos: “Yo no soy político, pero alguien tiene que hacerlo, ya que los políticos tradicionales no lo han sabido hacer”.
A modo de conclusión, digamos que el multipartidismo es una consecuencia de la debilidad de los sistemas democráticos, particularmente notoria en América Latina. Esta debilidad está relacionada con los regímenes presidencialistas. Mientras que en estos regímenes el multipartidismo puede tener impactos negativos, en los sistemas parlamentarios su efecto puede ser menos perjudicial debido a su propia naturaleza.
El pluripartidismo o multipartidismo está creciendo en esta región. La personalización de facciones bajo una misma ideología empobrece el debate político. Las ideas son temporales y carecen de profundidad ideológica.
Esta tendencia debilita la estructura política y la formación de cuadros políticos. En conclusión, el multipartidismo no indica una democracia saludable, sino más bien un sistema de representación en declive. A menos que los actores políticos unifiquen las diversas facciones en un plan programático común, esta diversidad de propuestas puede erosionar la gobernabilidad.
Es esencial priorizar el bien común sobre las agendas partidistas en las contiendas electorales para evitar la transformación superficial de partidos y garantizar un sistema político sólido y efectivo.
* Escritor peruano y analista político.