EL RINCON DE LOS SENSATOS

Educación, ciencia y cultura

Por Ricardo López Göttig

Aunque no es lo habitual en estas latitudes, todo programa de gobierno debería tener una visión de sistema, integrada una pieza con otra, una coherencia interna que la unifique y que le brinde un norte claro. Así fueron, por ejemplo, las presidencias de la etapa fundacional de la organización constitucional.

Atraer capitales, inmigrantes, invertir en nuevas tecnologías, alfabetizar, crear puertos, sembrar ferrocarriles y redes telegráficas, era parte de una enorme política encaminada hacia la modernización material y a brindar herramientas para la movilidad social ascendente de la población. Dentro de ese sistema, hay un subsistema que es el de la educación, la ciencia y la cultura, profundamente concatenadas por su impacto en el nivel de vida de la ciudadanía.

SARMIENTO EJEMPLAR

Cuando Sarmiento asumió la presidencia de la República, se realizó el primer censo nacional, y las cifras del analfabetismo eran apabullantes: tan sólo el 21% sabía leer y escribir, por lo que había que desplegar una energía descomunal no sólo en crear escuelas, sino también en formar docentes (por ello estableció las escuelas normales y trajo a las célebres maestras de Estados Unidos) e impulsar a las bibliotecas populares

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A lo urgente, que era alfabetizar para crear una nación moderna y a la par una ciudadanía para una República, también debían trazarse los inicios de una política científica y cultural para el largo plazo. Y por consiguiente, fundó en su período el Observatorio Astronómico de Córdoba, la Facultad de Ciencias Naturales en la Universidad de Córdoba, la Academia de Ciencias y el Servicio Meteorológico.

La sociedad civil, pujante e imbuida por ese espíritu de progreso, tuvo su aporte cuando varios científicos formaron la prestigiosa Sociedad Científica Argentina en 1872, que apoyó económicamente investigaciones y expediciones por nuestro territorio. Éramos un país nuevo que precisaba conocerse y estudiarse para proyectarse hacia el porvenir.

En esos decenios de tanta fecundidad educativa, cultural y científica, descollaron figuras sobresalientes como Ameghino, Zeballos, Muñiz y Huergo, y ya en el siglo XX otros como Leloir, Houssay, Borges, Bioy Casares, Emilio Pettoruti, Cortázar, la Revista Sur de Victoria Ocampo. Fueron los frutos de un humus que se fue nutriendo de los conocimientos y las vanguardias de su tiempo, y que supieron transmitir hasta las aulas de nuestras escuelas y universidades.

El despegue económico de la República Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, fue resultado de la inversión de capitales, de la apertura de nuestra economía al mundo, de la seguridad jurídica y la protección de los derechos de propiedad. Y también de una política de Estado de alfabetización para que los argentinos supieran leer, escribir y realizar operaciones matemáticas que les brindaran una formación práctica para desempeñarse exitosamente en una economía moderna y cada vez más compleja.

Diarios como La Prensa ilustraron a muchas generaciones en el pensamiento, las ideas, los debates profundos de cada época, educando al soberano lector para que formara su propio juicio de los acontecimientos.

Tras decenios de estragos populistas, de facilismo y ramplonería, una época en la que pareciera ser que sólo importa la imagen, es posible darle nueva vida a nuestra educación, ciencia y cultura, si la ciudadanía empieza a exigir políticas claras y coherentes, a la vez que la sociedad civil recobra fuerza y vigor. En un mundo que va rápidamente hacia economías del conocimiento, es urgente actuar para el largo plazo.

* El autor es Doctor en Historia y profesor universitario.