Siete días de política

El mito de la edad de oro “K” y la realidad de su crisis terminal

Cristina Kirchner intenta movilizar el voto peronista usando una leyenda que falsifica la realidad de su gobierno y del de Néstor. Como toda ficción ese relato es inmune al discurso racional

El viernes en la Plaza de Mayo Cristina Kirchner se subió a un palco de campaña excepcional. En lugar de ofrecer un futuro venturoso a sus votantes les habló de dos décadas atrás, de un pasado que describió como una época dorada que debía ser recordada con nostalgia. Les infligió un discurso conservador sobre los “viejos buenos tiempos” en los que supuestamente ella y su difunto esposo habían impuesto la justicia social, la redistribución económica y la consagración de derechos ignorados por el neoliberalismo endeudador. Del peligroso presente y del incierto futuro, ni una palabra.

Mientras hablaba, Mauricio Macri posteó en las redes una estadística del economista Fernando Marull que daba por tierra con el argumento de que la causa del presente desastre sea la deuda con el FMI. Mostraba que en los últimos tres años y medio el aporte de los dólares del agro sumaba US$ 110.000 millones, los pagos al FMI US$ 835 y las reservas del Central habían caído hasta un saldo negativo de US$ 13.000 millones.

Pero ¿cómo refutar con estadísticas un dogma? ¿Cómo explicar que la vice había confundido “corralito” con “corralón”, que pagó los Boden 2012 no como concesión graciosa, sino porque era la obligación del Estado que en ese momento ella dirigía, que ningún o casi ningún gobierno paga la deuda que emite, obligación que queda generalmente para su sucesores?

El mito de los días felices soporta cualquier falacia porque es inmune al razonamiento. A lo que no es inmune es a la realidad que muestra que el “modelo” estatista y de gasto público disparado al infinito destruyó la moneda y que la economía nacional ya no lo puede financiar. Que veinte años de subsidios insostenibles devino en un presente sembrado de pobreza y un futuro inexistente. Sólo le queda falsificar el pasado para consumo de votantes convencidos, de aquellos que asumen el kirchnerismo como una religión política. A ese público restringido pero de fidelidad indestructible le habló en la plaza.

Pero más allá del discurso autoabsolutorio, el acto montado fue una demostración de poder de movilización y un inventario de apoyos. Estuvieron La Campora, tres gobernadores, algunos gremios afines e intendentes del conurbano.

Brillaron, en cambio, por su ausencia los demás gobernadores y la CGT. Fue una escenificación del actual parcelamiento  peronista. Por su parte, ella se paró delante de los tres potenciales candidatos, Axel Kicillof, Eduardo de Pedro y Sergio Massa, que oficiaron de mudos escoltas. Tiene el liderazgo indiscutido de su facción. Al menos por ahora.

Quedó claro que el mensaje más importante no era el de las palabras, sino el de las imágenes: sigo teniendo la lapicera y el candidato saldrá de este palco cuando yo lo disponga, fue lo que dijo sin palabras. Mantiene el secretismo y la discrecionalidad, aunque los plazos se acortan y ya están comenzando a aparecer indicios de un inevitable ajuste con la realidad. A esto agregó una nueva estrategia que también expresó sin palabras: la del juego a dos puntas.

En los últimos días la posibilidad de que De Pedro sea candidato se fortalecieron y la precaria situación de Massa se hizo más precaria. Depende demasiado de los dólares que pueden llegarle del FMI o de China para evitar una devaluación. Su destino ya no está en sus manos (ver Visto y Oído).

Por eso Cristina Kirchner sigue alimentando la incertidumbre y por eso aumentan los candidatos que la desafían, aunque sea para bajarse en algún momento de la negociación. Mañana se lanzará Agustín Rossi y Daniel Scioli exhibe su entusiasmo por todos los canales de TV. Cuenta con el apoyo de un Alberto Fernández cada vez más debilitado que mostró su aislamiento de manera patética viajando solo a Chapadmalal.

Scioli comenzó a armar en la provincia de Buenos Aires. Su posible compañera de fórmula, Victoria Tolosa Paz también es bonaerense y la batalla con el kirchnerismo, si finalmente se libra, tendrá como escenario el mayor distrito electoral del país.

Una de las incógnitas de este panorama que cambia día a día es qué estrategia tendrán los intendentes del conurbano que hoy adhieren a La Cámpora, pero que podrían enfrentar la competencia de listas peronistas que les hagan perder el control de los respectivos concejos deliberantes. Otra duda no menor es la posición final de los grupos piqueteros.

En suma, acto tras acto Cristina Kirchner mantiene la estrategia de apostar al electorado seguro y de prolongar el misterio sobre las candidaturas. Tiene que elegir en primer lugar a un candidato al que le pueda trasmitir el voto. Esa condición la cumple acabadamente Kicillof , pero no se sabe en qué medida lo hace De Pedro. Massa, en ninguna. Debe también evaluar cuánto perderá a manos de Milei de acuerdo con el heredero que nombre.