CFK prepara la resistencia a Juntos o a Milei

A un mes de la fecha límite para la presentación de listas de precandidatos que competirán en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, la turbulencia interna de las principales fuerzas políticas se vuelve frenética. Hasta la pequeña fracción opositora en la que milita Ricardo López Murphy (un dirigente que se distingue por su imperturbable discreción) experimentó un sacudimiento que desalojó al economista de su rol de candidato a jefe de gobierno porteño y consiguió impacientarlo hasta el punto de calificar como “oportunistas y arribistas” a los autores de la maniobra, particularmente al hasta ese momento su compañero de ruta, Roberto “Pampito” García Moritán, empeñado en conseguir la candidatura arrebatada a López.
Si los ánimos están así de alborotados en una corriente a la que los analistas no le vaticinan precisamente una performance destacada, puede entenderse que la temperatura sea mucho más intensa en Juntos por el Cambio, donde prevalece la convicción de una victoria segura y donde, por lo tanto, la pelea por las candidaturas equivale a la lucha por el poder que viene. Puesto que el triunfo sobre el kirchnerismo se da por descontado, el verdadero rival a derrotar es el competidor interno. Así se explica la creciente virulencia entre las dos grandes tribus actuales, la de Horacio Rodríguez Larreta y la de Patricia Bullrich, nombres y apellidos específicos de lo que solía enmascararse tras la metáfora de “palomas” y “halcones”.

Arsénico y encaje antiguo
Con un estilo guerra fría, las dos cabezas de sector maquillan levemente las tensiones, pero los esfuerzos de diplomacia verbal que ensayan no hacen más que subrayar la agresividad recíproca. La batalla sin disimulos la libran las segundas líneas: los halcones pueden reclamar abiertamente a Rodríguez Larreta que renuncie a su candidatura o llamarlo “inspector de veredas”; las palomas, por su parte hostigan tanto a la presidenta del PRO, que ella amenazó con “romperle la cara” a Felipe Miguel, mano derecha de Larreta, si la seguía cruzando en programas de televisión. Bullrich le ha reclamado al jefe de gobierno porteño que “debata en lugar de mandar a sus soldaditos”.
Por detrás de los dos candidatos principales se mueve, entretanto, un no candidato: Mauricio Macri. El ex presidente, que aspira a mantener control sobre su fuerza política, respalda a Patricia Bullrich para ayudarla a derrotar a quien él vive como su principal competidor; con ese respaldo a ella busca, además, manejar palancas cruciales del próximo gobierno, sobre el doble supuesto de que su protegida triunfará en la primaria y también en la general.
Por debajo de la pugna que se libra en los planos superiores del PRO hay que registrar las que se producen en otras dimensiones de la coalición opositora (entre sectores del PRO y en varios escenarios provinciales). Seguramente, aunque cuando llegue el momento de cerrar las presentaciones la lógica del propio interés fuerce a todos a un armisticio, el camino hasta el cierre dará la oportunidad de tensiones mayores.

El desafío de Milei
Un dato que ayuda a contener esas contradicciones fuertes en el seno de Juntos por el Cambio es que lo que les aparecía como una pelea fácil con un kirchnerismo en dacadencia, se ha complejizado con la irrupción de la fuerza que conduce Javier Milei que, lejos de estar en declinación, se muestra -a juzgar por la mayoría de las encuestas- en un ascenso con pocas interrupciones y le presenta a Juntos -particularmente al PRO- desafíos de otro carácter. A diferencia del fenómeno K, Milei no es “el otro” para el público opositor; más bien aparece como una rama diferenciada de la lógica PRO, un sector de “superhalcones”. En rigor, Macri y Patricia Bullrich, en parte para seducirlo y cooptarlo, en parte para neutralizarlo como competidor, contribuyeron a abrirle a Milei la tranquera imaginaria para acceder a su electorado. Ahora, con una fuerza que alcanza gran repercusión mediática y se presenta sin grandes conflictos internos, Milei puede crecer sobre el capital electoral de Juntos por el Cambio. Con el agregado de que también se enriquece con electorado del Frente de Todos, lo que lo convierte en un adversario inesperado que pone en dudas la victoria que Juntos por el Cambio daba por cierta mientras el rival a vencer era el oficialismo.
En la hipótesis de un balotaje protagonizado por Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza no está claro quién podría conquistar los votos del Frente de Todos que quedarían disponibles para la segunda vuelta. Si se juzga por lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses, durante los cuales el oficialismo perdió una gran porción del caudal que había mostrado en 2019 y en 2021, lo que se observa es que esa deserción benefició más al partido de Milei que a Juntos.
A diferencia de sus dos adversarios -Milei y el kirchnerismo- que cuentan con líderes en condiciones de poner orden básico en sus respectivas fuerzas, Juntos por el Cambio debe encontrar su equilibrio en base a la negociación entre partidos, facciones y personalidades. Una tarea no imposible, pero más complicada.

CFK y el tercer tercio
En el Frente de Todos, aún contando con el peso arbitral centralizador que conserva la señora de Kirchner la resolución de las divergencias sobre candidaturas resulta trabajosa. Ayer, la vicepresidenta pudo exhibir su capacidad de convocatoria y la adhesión incondicional de sus seguidores en el acto en el que su corriente celebró el vigésimo aniversario del acceso de Néstor Kirchner al gobierno. Lo que no pudo, todavía, fue señalar un candidato y una estrategia electoral en condiciones de, por lo menos, evitar que su fuerza termine en el tercer puesto y que pierda la provincia de Buenos Aires.
Ella subió al escenario montado en la Plaza de Mayo a las tres principales figuras que podrían encabezar su oferta presidencial: el ministro de Economía, Sergio Massa; el ministro de Interior, Eduardo Wado De Pedro y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Pero no señaló su preferencia.
Quizás podría excluirse uno de esos nombres, a partir de las definiciones programáticas que la señora reclamó como condición para la puja electoral. Los rasgos generales de ese programa, dibujados por ella a mano alzada son clásicos K: intervencionismo estatal, proteccionismo y sustitución de importaciones, distribucionismo como base del crecimiento, demonización del Fondo Monetario Internacional. ¿Podría ser ese un programa electoral enarbolado por Sergio Massa, incluso suponiendo que su performance en la cartera económica consiga el objetivo de evitar un estallido y aun de alcanzar una mejora en los meses que restan? Todo parece indicar que no.
Si así fuera, quedarían en juego los otros dos nombres: Kicillof y De Pedro. Allí hay un dilema. Kicillof quiere ir por la reelección en la provincia, un distrito donde no hay balotaje y se alcanza la victoria por mayoría simple. Las encuestas le dicen que al día de hoy él puede alcanzar ese resultado. Alrededor y muy cerca de la señora de Kirchner -su hijo Máximo, por ejemplo- se opina que la victoria en Buenos Aires surge del arrastre del candidato a presidente. Citan, por caso, el inopinado triunfo de un político de Saladillo de bajo perfil, Alejandro Armendáriz, beneficiado en las elecciones de 1985 por la candidatura presidencial de Raúl Alfonsín, que encabezaba la boleta. La idea sería, pues, que Kicillof que, según las encuestas es el candidato que mejor conserva el voto de Cristina Kirchner, ayudaría mejor a ganar la provincia como candidato a presidente que como candidato a gobernador, perdido en la mitad de una boleta encabezada por un poco conocido Wado de Pedro, candidato a presidente. Le mejor sería invertir esos términos, razonan Máximo Kirchner y varios intendentes del conurbano.
La réplica de Kicillof es temible para un amplio sector de los intendentes: separar la elección provincial de la elección nacional. De ese modo, su nombre encabezaría la boleta del Frente de Todos (o el nombre que adopte el oficialismo) y aseguraría la victoria en el territorio donde el kirchnerismo espera atrincherarse ante la eventual (probable) derrota nacional.
La señora no sabe aún cómo arbitrar. No tiene nombre ni estrategia electoral. Lo que está dibujando en declaraciones y actos como el de ayer en Plaza de Mayo es el posicionamiento desde el cual piensa afrontar la derrota que espera sufrir en octubre (ser el tercer tercio).
Ya está organizando la resistencia.