Vinícius somos todos

Vinícius José Paixao de Oliveira Junior nació en el peligroso barrio Porto do Rosauna, ubicado en una de las zonas más pobres de Río de Janeiro. Hijo de mamá Fernanda y de papá Vinicius, el chico corría pelota al pie alrededor de casitas humildes y de iglesias evangélicas. Pero también de narcos y de las armas de fuego que portaban muchos de sus vecinos. De allí salió el enorme delantero que, en pocos años, llegó al seleccionado brasileño y al fútbol de España, donde hizo fama y fortuna.

Ya sin chances de pelear por el título en La Liga, su club, Real Madrid, jugó (y perdió 1-0) por el honor el domingo frente al Valencia, en el famoso Mestalla. La cita fue en estadio más antiguo que permanece en pie en el torneo de Primera español. Fue inaugurado el 20 de mayo de 1923. El sábado cumplió 100 años la cancha. Un montón. Pero menos del tiempo que lleva arraigado, en la humanidad, el racismo.

La idea de que un grupo étnico puede ser superior a otro y que tiene derecho a destruirlo psicológica, social y económicamente, suena inverosímil a esta altura. Pero no lo es. O muchos no lo creen y no lo desean, pese a que existe una condena sobre el tema y leyes y penas que intentan frenar la discriminación. De todos modos, la lucha se torna a veces demoledora cuando se trata de frenar el odio que escupen algunos hombres y mujeres que sienten mejores que otros, porque sí.

El color negro de la piel de Vinícius Jr. y la magia que ejerce con sus pies cada vez que domina la pelota le dan más relieve a la figura que porta la camiseta inmaculada del club merengue. El negro que la rompe con la casaca blanca. Y sus hinchas lo aman. No así los rivales que lo sufren. Y los racistas, que lo odian.

Lo que ocurrió el fin de semana no es novedoso, pero tampoco se puede pasar por alto. Todo lo contrario. Es necesario seguir pensando el tema. Exponerlo. Interpelarnos. Lo que vivió Vinícius Jr, deportista de elite pero también un chico de apenas 22 años, debe ser noticia hasta que no se repita. Y ahí está el tema. Nadie encuentra la manera de que no se reiteren ese tipo de actos.

El joven fue hostigado desde su llegada al estadio de Valencia con el plantel madrileño, no bien se bajó del micro. Desde ese instante, cuando el brasileño pisó el suelo del Mestalla para dirigirse a los camarines visitantes, comenzó a escuchar insultos en su contra. El más leve le deseaba lo peor. “Vinicius, muérete”, le gritaban mientras caminaba con auriculares en sus orejas, tratando de disimular la escena y no hacerse mala sangre.

Pero lo que siguió fue un bochorno para la especie humana. Una vez comenzado el partido, desde las gradas locales le cantaban: “Viniciuis, eres mono, eres mono” o, lo puteaban de una manera más argentinizada, si se quiere. “Mono de mierda”, le decían. Miles. Desde los cuatro costados. Por momentos, incluso, escuchaba sonidos un poco más amables, onomatopeyas que chillaban “´uh... uh... uh...”, una torpe imitación del ruido que hacen los monos.

"Hay algo mal en esta liga", dijo Carlo Ancelotti. Y tiene razón. 

Entonces Vinícius, después de discutir con ¿los hinchas? locales desde dentro del campo de juego y de pelearse más de la cuenta con sus rivales de turno en medio del juego, se puso a llorar. Explotó. No toleró más la situación y estalló en un llanto. El DT Carlo Ancelotti lo quiso cambiar, pero él se negó. Fueron varios compañeros, incluso jugadores de Valencia como el capitán Gayá, con los que hasta hacía instantes había discutido, que se le acercaron para brindarle consuelo. Al final, el árbitro Ricardo de Burgos Bengoetxea lo expulsó, porque el chico estaba fuera de control. Pero el miércoles el Comité de Competición de LaLiga resolvió anular la roja y sancionar a la institución che con una multa de 45 mil euros y clausurar la tribuna Mario Kempes (esa que lleva el nombre de nuestro querido Matador, quien pasó por las filas del Valencia a fines de los 70 y principios de los 80) por cinco partidos. ¿Alcanza? No, claro que no, pero algo es algo.

Ancelotti se presentó a la conferencia de prensa habitual tras ese partido, pero no quiso contestar preguntas de fútbol. “Solo espero hablar de lo que ha pasado ahí dentro, creo que es más importante. Hay algo malo en esta liga. Si le gritan a un jugador mono y el entrenador tiene que pensar en quitarlo del equipo, hay algo que está mal. Él quería continuar y a mí me parecía injusto que siguiera jugando en esas condiciones, le dije que debían parar el partido (nunca se detuvo el juego por esta cuestión). Acá no se trató de una persona que insultaba a un jugador, fue un estadio que cantaba por racismo”, dijo con razón el veterano entrenador.

Un dato alentador es que hubo tres detenidos en la semana, acusados de haber participado de los cantos racistas. El negativo: ya fueron liberados y, por supuesto, a las autoridades les resultó imposible meter presos a los miles y miles de hinchas que cantaron en contra del futbolista.

Pero hay más. Por eso todo parece imposible de controlar. La mañana del 26 de enero, hace justo cuatro meses, en la previa del derbi que jugaron Real Madrid y Atlético Madrid, apareció un muñeco negro vestido con la camiseta de Vini, colgando de puente, con una leyenda arriba que decía “Madrid odia al Real”. En las últimas horas fueron detenidas cuatro personas por aquel acto de vandalismo en la capital española. La policía investigó todo este tiempo y halló a los culpables. Quizá estos delincuentes se vean obligados a purgar un par de días más tras las rejas.

El asunto es que el círculo no se cierra solo en los racistas países de Europa (famosos son los casos de Italia, con la Lazio al frente, y otras hinchadas de diferentes equipos). El mal se extiende amenazante por todo el planeta. América también podría ser otra capital de la discriminación. De Estados Unidos para abajo, nadie parece ajeno a este tipo de episodios. El último (que trascendió) se dio en la Copa Sudamericana y tuvo como protagonistas a los simpáticos hinchas de Gimnasia La Plata, quienes insultaron durante un partido de la Copa Sudamericana a Hugo Rodallega, el colombiano futbolista de Independiente Santa Fe. El Lobo ahora será sancionado y deberá pagar 100 mil dólares por el chiste de mal gusto. Y su presidente, Mariano Cowen, pidió disculpas por el tema…

El miércoles Real Madrid volvió a jugar (le ganó a Rayo Vallecano 2-1) sin Vini, quien no fue de la partida por una molestia en una rodilla. Y ese día todos los jugadores merengues salieron al campo de juego con la camiseta número 20, la del moreno. Y la leyenda: “Vinícius somos todos”. ¿Somos todos? ¿O todos tenemos algo de racistas?