Mirador político

Del piloto de tormentas al plomero del Titanic

Cristina Kirchner va a ocupar, este miércoles, un palco en la Plaza de Mayo que tendrá a sus espaldas la Casa Rosada con dos objetivos. El primero, cuestionar el gobierno del ausente Alberto Fernández y desentenderse de él. El segundo, demostrar que su liderazgo dentro del peronismo sigue operativo.

Ambos deseos, sin embargo, parecen elusivos por buenas razones. Ella es integrante del gobierno y no puede estar en la calle y el palacio simultáneamente; disponer del poder y quejarse de cómo es usado. Tampoco gritar contra la incapacidad del Presidente que ella eligió, porque son responsables por igual de la desastrosa crisis inflacionaria en curso.

Por otra parte, poder de movilización no es sinónimo de liderazgo. Reunir empleados públicos, sindicalistas  y militantes subvencionados para que la aplaudan no representa una garantía de que pueda evitar el descontrol del peronismo por las candidaturas. El primer signo de que está tropezando con ese inconveniente es que, a menos de un mes de la presentación de las listas para las PASO, las del oficialismo siguen en el misterio. No hay al parecer como arreglar eso con un tweet.

En las últimas horas hubo dos indicios de que la lapicera de la vice no funciona como antes. Sergio Massa le dijo a su tropa que ponía plazo hasta el 10 de junio para ver si se mantenía en la coalición oficialista y La Cámpora terminó aceptando mediante trascendidos la posibilidad de ir a unas internas abiertas, algo a lo que antes se había negado férreamente.

La situación de Massa se volvió inestable porque su gestión fue peor que la de Martín Guzmán, cráneo formado por Stiglitz y mantenido en el Ministerio de Economía por Alberto Fernández, a pesar de que los resultados que obtuvo fueron siempre malos. A Massa se le escaparon el dólar y la inflación más lejos que a Guzmán, ante el silencio de la vice que le había dado la media palabra de apoyar su candidatura. Pero ahora parece que se arrepintió.

Hoy, que la gestión del “superministro” no se incendie, depende de que el FMI se apiade de él y le dé los dólares necesarios para llegar a las elecciones. Pero el humo electoral ya empezó a disiparse y Cristina Kirchner exteriorizó su intención de consagrar a alguno de sus protégés

como candidato a la presidencia: De Pedro o Kicillof.

Al mismo tiempo, La Cámpora mandó decir por los medios que no se opone a las PASO y Daniel Scioli avisó que dará batalla. El embajador en Brasil cuenta con el apoyo del presidente de la Nación de quien se espera que sea vapuleado mañana en la plaza.

Carlos Pellegrini fue bautizado “piloto de tormentas” por haber superado la crisis de 1890. A Sergio Massa no le dio la talla ni para plomero del Titanic. Por eso Cristina Kirchner anda a la deriva y para la candidatura a presidente debe elegir a alguno de sus subordinados con escaso atractivo electoral mientras corre a refugiarse en la provincia a la voz de orden de sálvese quien pueda. Su estrategia no es más compleja que eso.