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Drogas: esclavitud y desesperación

La experiencia clínica de la escucha de los pacientes y del resto de las familias existentes se hace cada día más difícil y para nosotros que escuchamos esa agonía que desde el otro nos avizora como tabla de salvación y en donde detrás de la desesperación asoma la salvadora esperanza. Esperanza que parece ser la base de la vida. La presencia del otro (acompañante, terapeuta, persona significativa) suma la virtud de la espera que es el inicio de la virtud de la fortaleza y la entrada en la salida de la desesperación.
Llegan desesperados, o sea en crisis de esperanza, base de todo proceso de cambio, ya sea padres, allegados, pacientes. ¿Con quién contamos? Esa es quizás la primera pregunta ante un afectado de sobredosis, un deseoso de morir, un suicida inveterado, una esclava de un ‘dealer’ que lo busca aun sabiendo que es un objeto para ser usado y luego excretado.
La experiencia de mujeres que consumen es compleja, ya que conviven en la mayoría de los casos con una pareja que también consume, hay traumas por maltrato físico, hijos que no pueden atender, traumas por maltrato psíquico. Hoy esa misma experiencia de desesperación junto con miedos la viven familiares que son sobornados y/o extorsionados por grupos delictivos en donde sus hijos participaron y deben pagar sumas millonarias para no ser asesinados. Esto pasa hoy entre nosotros.
Todo va cambiando a un ritmo rápido en el ámbito de nuestros consultorios. Ya el consumidor forma parte de un grupo que lo coopta aprovechando el embargo de su personalidad. Es un “nadie” que como tal es un objeto de otros que habitualmente actúan con la frialdad de los antisociales.
 

CAMBIOS CULTURALES
En la década de los ‘80, ‘90 en dos puntos del occidente se descubre una nueva realidad. En la Costa Este de los Estados Unidos, un argentino radicado y terapeuta familiar, S. Minuchin, junto a un grupo de estudiosos, descubre en los arrabales de Nueva York la existencia de familias multiproblemáticas o inexistentes con variadas patologías. Vagan “zombies” sin ningún tipo de amparo. Familias en donde predominaba el aislamiento que excluían la ayuda de los demás. La heroína era la compañera de esa soledad, mientras tanto en Colombia se descubre el gran mercado entre esos “soldaditos” y el gran “boom” americano.
Los desesperanzados vagaban de hospital en hospital o de cárcel en cárcel y estaban convencidos de la sin solución de los problemas. Nada que ver con lo que descubría en la Costa Oeste de los Estados Unidos, en donde todavía había familias funcionales, o sea no multiproblemáticas. Ahí, se investigaban los problemas de comunicación que existían ente los miembros, pero había una mayor solidez de los vínculos.
Al mismo tiempo, en Italia, el maestro L. Cancrini descubría la mano de obra de la mafia. Similarmente un estudioso de los temas familiares que trabajaba con Minuchin, Braulio Montalvo, agrega otro concepto: “Es una combinación de problemas de conducta general criminal que no obedecen sencillamente a dificultades de la familia para mantener límites en el interior de una familia; son las fuerzas del barrio, los amigos, en la desorientación moral externa , en la cultura”.
 

DEBACLE CULTURAL
Es la caída de la matriz cultural, base de toda organización social, lo que se estaba describiendo desde la Costa Este en norteamérica y desde el sur Italiano. Cultura territorial y de familias; se puede crecer así, nos podemos preguntar. Sobre este suelo nutricio parecen crecer las drogas en su consumo: abandonos primarios (en los primeros años) y crisis de la identidad adolescente (o sea, de nuestro segundo nacimiento).
Muchos dicen no conocer a su padre y cuando le dicen quién es este los rechaza. Experiencia, quizás, iniciática del odio hacia el mundo. No ser acogidos ni esperados. La experiencia del rechazo es común en los relatos de los pacientes. Muchos, luego, lo repiten con sus parejas o hijos.
En dónde quedó aquello que nos enseñaban los primeros terapeutas familiares de lo que era una familia funcional o que permite el crecimiento de sus miembros: fronteras generacionales (clara delimitación de roles entre padres e hijos), unión entre lo interno y la vida familiar y la facilitación del despegue hacia la vida y la identidad, clima emocional positivo, facilitación y transmisión de normas y valores. Todo esto parece ser, y lo es, de otra época. Hoy la multitud de familias multiproblemáticas es grande y justamente lo contrario a lo anteriormente citado.
El crecimiento se entorpece y máxime cuando la educación también entra en anomia y /o adoctrinamiento político-ideológico y nos refugiamos en relaciones codependientes (nos unimos a relaciones perversas) o a clanes o “barras bravas” que son estructuras tribales que remedan una familia enferma y marginal.
El padre se convierte en ausente, ignorado, en algunos casos abusador, consumidor con sus hijos; la madre -eje de la ternura en muchos casos- también abandona, la autonomía adolescente se congela y máxime cuando se consumen drogas que es donde se apatiza el desarrolloPor otra parte, emergen jóvenes invisibles (no se visibilizan en la cultura, las familias, las escuelas, las instituciones barriales), aumentan las familias multiproblemáticas, las ciudades invisibles o impenetrables por un poder formal y legal casi inexistente, la identidad adolescente se congela, no hay transmisiones generacionales, surgen jóvenes crónicos que como “zombies” dependen una droga.
 

AL RESCATE
Rescatar esta subjetividad extraviada es una tarea compleja, por motivos de daños neurológicos que se presentan y que llevan a trastornos de la memoria, el aprendizaje, el control de impulsos, etc. Vivir el centro de rehabilitación como una casa es fundamental, general un vínculo fusional y armar una terapia como acompañamiento con los garantes familiares o extrafamiliares que todavía existan. Es una tarea que lleva tiempo y el alejamiento de personas, lugares y sitios de consumo también. Tarea titánica. Restaurar la esperanza de vivir.