Una ráfaga de balas de fogueo

Por estas horas, hace siete días, la mesa chica del equipo económico mantenía una afiebrada reunión en el intento de armar una batería de medidas que pudiera contener el embate inflacionario. Los datos del viernes anterior habían arrojado un incuestionable 8,4% mensual en abril, que escalaba al 140% en la proyección anual.

Los medios acentuaban la expectativa. Dosificaban los datos como con un gotero y prometían que el lunes el propio Sergio Massa, ministro de Economía, presentaría el nuevo paquete. Sería un golpe de puño contra la mesa. Las medidas fueron, en cambio, una ráfaga de balas de fogueo.

La principal decisión fue aumentar la tasa de interés de referencia hasta el 97%, lo cual a esta altura no hace mella en el envión inflacionario pero, como contrapartida, encarece los créditos y garantiza que la actividad económica marche veloz hacia la recesión.

Decir que los anuncios, que se completaron con algunos beneficios fiscales y en materia de consumo, fueron una desilusión sería mucho, puesto que ya no hay ilusión alguna. Nadie cree que este gobierno, para el cual el año parece tener 24 meses, pueda hacer algo antes de marcharse. Al menos que no hagan daño, dicen algunos economistas con cierta sorna.

El equipo económico no puede liderar un movimiento de cambio en la recta final del mandato porque, como bien afirma el economista Santiago Manoukian, jefe de Research de Ecolatina, carecen del bien más preciado para un gobierno: la credibilidad.

Los datos del Indice de Precios al Consumidor (IPC) difundidos el viernes 12 por el Indec dejó a más de uno sin aliento. Cuatro rubros se ubicaron por encima del promedio del índice general, que fue del 8,4%.

El caso más paradigmático es el de la ropa y el calzado, que experimentó un aumento del 10,8%, seguido por Alimentos y Bebidas, con el 10,1%; Restaurantes y Hoteles, 9,9%; y Equipamiento para el hogar, 8,6%. Los textiles, que han liderado las subas en los últimos meses, dicen no tener la culpa y recalcan, en un argumento repetido, que sus precios son competitivos hasta el portón de la fábrica. Una vez afuera la carga de impuestos y el costo del alquiler de los locales terminan por hacer lo suyo, poniéndolos en el ojo de la tormenta. Le temen y mucho a la apertura de la importación que disciplina precios.

EL CANDIDATO

El Gobierno sabía que el dato de la inflación de abril iba a traer cola, por eso intentó sin éxito postergar su divulgación. La suba de precios lima, sin prisa y sin pausa, la figura del ministro Massa, un candidateable a la presidencia, quien asumió con la promesa de bajar el índice al 3% mensual. En este tema su gestión es a todas luces un fracaso.

La reacción popular se mide ahora en las redes, la nueva platea donde el ciudadano exige renuncias y destituciones, sin transpirar o agotarse en largas manifestaciones públicas en la Plaza de Mayo. El impacto de la bronca virtual también resulta claramente menor.

La pregunta que los analistas políticos se hacen a esta altura es si un ministro de Economía que carga sobre sus espaldas más del 100% de inflación anual puede ser un candidato potable en las elecciones presidenciales. De seguro lo sabremos el próximo jueves 25, cuando probablemente Cristina Fernández entronice a su candidato en el acto a realizarse en la Plaza de Mayo.

La sociedad mira a diciembre como aquellos viejos cowboys que, acorralados por los indios y con dos balas en el tambor del revólver, esperaban por un milagro. ¿Habrá Séptimo Regimiento de Caballería para los argentinos?

LO QUE VIENE

En un escenario de precios rampantes, donde a los especialistas no les tiembla el pulso en afirmar que 2023 podría terminar con 150% de inflación y el poder adquisitivo de los salarios por el piso, los referentes del gobierno parecen haber perdido contacto con la realidad.

Mientras en las casas se postergan compras y se buscan ofertas en un permanente ajuste del cinturón, CFK cuestiona a la Corte Suprema de Justicia y Alberto Fernández inaugura calesitas, toca la guitarra y habla de una Argentina que no es.

Hace tiempo ya que la aceleración del proceso inflacionario es una dinámica palpable que erosiona el bolsillo del consumidor. Las señales de precios han sido destruidas y la dispersión es total. Un yogurt de primera marca que en un barrio se comercializa a $978, en otro cuesta $210.

En la Argentina, ese país adonde lo comerciantes fuman debajo del agua, la consultora PxQ, que encabeza el economista Emmanuel Alvarez Agis, publicó un seguimiento de los productos electrónicos previos al Hot Sale, demostrando que los descuentos se aplicaron sobre precios que habían sido aumentados de manera considerable días antes del evento.

Lo peor no es que abril haya tenido precios para el espanto sino que la tendencia se confirmará en los meses por venir. La consultora Ecolatina, en su último informe, destacó que el IPC de mayo llegaría al 9% mensual.

“En el mes impactarán puntualmente los ajustes en las tarifas de electricidad y gas, transporte público en AMBA (colectivos y trenes subiendo +7,8%, subtes +16%), taxis (+20%), combustibles (+4%), peajes (entre 40 y 50%), prepagas (+3,6% en promedio), servicio doméstico (+7%), encargados de edificio (+6%) y colegios”, afirma el paper.

Los analistas del campo económico coinciden en buena medida a la hora de describir el escenario actual. La Fundación Capital, liderada por Martín Redrado, aseguró en su balance semanal que “las últimas medidas anunciadas dejan en evidencia el voluntarismo como su principal característica”.

Y agrega, de cara al futuro, que “transcurriendo el quinto mes, el año difícilmente termine con una nominalidad por

debajo del 130%, con un techo que todavía no es claro.

En este contexto, no puede descartarse una aceleración extra hacia la segunda mitad de año, con la inflación finalizando el año en el 145% interanual”.

Quien asuma el poder en diciembre deberá construir un programa de estabilización económica que combine ortodoxia y heterodoxia, golpes de shock con políticas graduales. Hará falta ímpetu, diálogo, muñeca y brújula para navegar estas aguas.

El economista Martín Rapetti, director de Equilibra Consultores, realizó un estudio en el cual evaluó los planes de estabilización que tuvieron éxito en países donde la inflación estaba descontrolada. Halló que los mismos tenían tres rasgos en común:

1) Lograron alcanzar el superávit fiscal, para lo cual talaron el gasto público.

2) Experimentaron un ingreso extra de dólares, que pudo haber sido por un incremento en las exportaciones o por haber obtenido crédito externo para enfrentar la transición.

3) Tuvieron suerte. Es decir, no sufrieron ningún desastre natural como la sequía o la inundación, ni padecieron pestes o guerras.

Se espera que para 2024 el nuevo gobierno cuente con algo de viento de cola, envión que podría venir de un mayor crecimiento a escala global, la mejora notable de las exportaciones de granos -estiman que la cosecha rondaría los u$s 60.000 millones-, y las divisas que generará Vaca Muerta, gasoducto mediante.

Por su impacto en la inflación, la salida del cepo cambiario representa todo un dilema. Abrirlo de un día para el otro o hacerlo en forma gradual divide aguas entre los equipos económicos. Daniel Marx, director de Quantum Finanzas, cree que el tema estará resuelto para la Navidad del 2024.

En el ensayo de supuestos, destaca que “para lo que queda de 2023 la nominalidad en inflación y variables vinculadas continúa elevada, con episodios en los que se acelera, pero en el marco de una trayectoria controlada”.

Y añade: “En enero ‘24 se implementa un programa de estabilización que, al inicio, corrige precios relativos y genera una aceleración inicial temporaria de la tasa de inflación mensual, pero que logra bajarla sensiblemente en el segundo semestre de 2024. La foto de diciembre ‘24 supone un tipo de cambio real bilateral que está depreciado un 26% respecto del promedio del tipo de cambio libre entre 1997-2023. En diciembre ‘24 desaparece la brecha cambiaria”. Ver para creer.