Aquel puñetazo en Ciudad de México

Los genios

Por Jaime Bayly

Galaxia Gutenberg. 238 páginas

Uno de los grandes enigmas en la trastienda del “boom” de la literatura latinoamericana de hace medio siglo fue la espectacular trompada que Mario Vargas Llosa le propinó a Gabriel García Márquez en un cine de Ciudad de México en febrero de 1976. El derechazo que noqueó al colombiano selló el fin de la estrecha amistad entre dos de las principales figuras literarias del mundo de habla hispana, pero la razón de la disputa no ha podido descifrarse del todo y los contendientes siempre se negaron a revelarla en público.

Con ese tema el escritor y periodista peruano Jaime Bayly (Lima, 1965) tejió la trama de Los genios, su novela más reciente en la que pretende ofrecer una explicación, en tono de comedia, sobre el motivo que pudo haber desatado la ira de su ilustre compatriota en aquella inolvidable noche mexicana.

El resultado es un libro divertido, que causa frecuentes sonrisas y alguna carcajada girando en torno al episodio trivial de la pelea, que es el que abre y cierra la narración compacta, ágil, redonda. En el medio, Bayly encontró espacio para contar mucho más. Sus páginas también resumen la vida de los supuestos “genios” del título, recuerdan detalles de la explosión del socorrido “boom”, vuelven al anecdotario inagotable que generó, convocan al elenco de reparto que también participó en su gestación y desarrollo (Carmen Balcells, Jorge Edwards, Carlos Barral, Julio Cortázar, Julio Ramón Ribeyro) y desandan seis decenios de vida cultural y política en España e Hispanoamérica.

Puesto que es una comedia, no se ahorran las situaciones ridículas, a veces desopilantes. En ningún momento se pone en duda el talento literario de sus dos protagonistas, pero se elige mostrarlos de entrecasa, en paños menores, con la guardia baja.

De los dos, el que sale peor parado es Vargas Llosa. Bayly, antiguo amigo del autor de La ciudad y los perros y de su hijo mayor, Alvaro, lo ubicó en las escenas más divertidas de la novela, como si disfrutara imaginando situaciones disparatadas para reírse de un escritor famoso por su disciplina, reserva y orgullo. García Márquez, en cambio, parece el más vital del dúo, el más humano y sensible, el que mejor maneja su ego y más se hace querer por sus amigos, y todo esto sin negar su perruna obsecuencia con Fidel Castro, que Bayly menciona repetidas veces y atribuye a una posible extorsión del régimen cubano.

Desde luego que no conviene revelar el desenlace de la novela, que es la aclaración del enigma del célebre puñetazo en Ciudad de México. Alcanza con decir que a juicio de Bayly, y tal como lo ha aclarado Vargas Llosa en numerosas ocasiones, el altercado nada tuvo que ver con las diferencias políticas que por aquellos años empezaron a separar a dos amigos que parecían inseparables. Su origen, arriesga el novelista, fue mucho más básico, más instintivo y visceral.