El Club Evaristo XIII: el caso del Gaucho Rivero


Antes de que en el Club Evaristo se tratara el caso del Gaucho Rivero tuvo lugar un suceso inesperado en el restaurant Asturias. Sucedió que, pese a ser Avelino reacio a las novedades y los cambios, admitió por fin reemplazar la gran heladera que se hallaba en la cocina por otra más moderna. Porque ocurría que aquélla funcionaba en base a barras de hielo, cuyo proveedor dejó de fabricar pues ya nadie las compraba. De manera que, forzado a ello, el asturiano adquirió una heladera último modelo. Pero, eso sí, no quiso desprenderse de la anterior, que resolvió conservar en un cobertizo que existía en la terraza del edificio para guardar cachivaches.

Levantar la vieja heladera desde la planta baja hasta la terraza, se presentaba como una tarea más vale complicada. Hubo que improvisar un guinche en la azotea, sacar la heladera a un estrecho patio interior, engancharla a una cuerda que colgaba del guinche e izarla con mil precauciones para que no golpeara en la medianera.

En eso estaban Avelino y un par de operarios, cuando ocurrió la catástrofe: la heladera se vino abajo antes de completar su ascenso, por una falla del guinche. Su aterrizaje fue estrepitoso y Dios quiso que no causara víctimas. Pero, aunque no hubo muertos ni heridos, tuvo una consecuencia sorprendente. Porque, al llegar al suelo, éste cedió y el artefacto quedó depositado en un subterráneo sombrío que quedó al descubierto. Cosa que se pudo establecer al disiparse la nube de polvo provocada por el formidable impacto.

Se asomó Avelino al agujero, vio los restos de la heladera dipersos por el fondo y un tramo de galería que se perdía en la sombra.

–¡Que nadie toque nada! –ordenó–. ¡Voy a llamar a mis amigos del club para revisar este subterráneo!

Cosa que hizo de inmediato, de modo que, por esa circunstancia imprevista, se realizó una reunión societaria fuera de programa. Casi todos los miembros acudieron, dejando lo que tenían entre manos ante el llamado del asturiano. Que agradecieron efusivamente por haberles dado oportunidad de realizar una exploración decididamente interesante.

Hubo que colocar una escalera de mano para llegar al fondo del pozo. Y todos fueron descendiendo, provisto Avelino de una linterna.
Había allá abajo un fuerte olor a humedad y lo que observaron los exploradores fue el tramo de una galería abovedada, prolijamente calzada en ladrillo. Pero su decepción fue grande pues los extremos del túnel estaban cortados por los cimientos de dos edificios: aquel que albergaba al restaurant y su vecino.

–Estamos en uno de los misteriosos subterráneos que cruzan bajo el centro de la ciudad –explicó Zapiola.–Con el cual seguramente dieron quienes levantaron estas construcciones, callando su hallazgo para que las autoridades no les pararan la obra. Abundan bajo la llamada Manzana de las Luces, delimitada por las calles Moreno, Perú, Alsina y Bolívar. Pero no sabía que alguno de ellos pasara por aquí. Realmente es emocionante haber podido asomarnos así al pasado colonial. Aunque nuestra exploración quede reducida a los pocos metros de este túnel que tenemos a la vista.

Avelino dirigió el haz de luz de su linterna en todas direcciones, sin descubrir otra cosa que los cimientos que clausuraban la galería, su bóveda de ladrillo y su piso de tierra. Pero, cuando ya iniciaban la retirada, O’Connor pisó algo duro y, agachándose, recogió un objeto enterrado. Era la empuñadura de una espada con su hoja partida.

Como recuerdo de aquella aventura, la empuñadura del arma fue colocada bajo la lámina que mostraba al Plus Ultra y su tripulación. Decidiéndose además que, después de que Medrano tratara el caso del Gaucho Rivero, en la reunión siguiente Zapiola se ocuparía de informar sobre Los Túneles de Buenos Aires.

REGRESO A MALVINAS
–En nuestra última sesión –comenzó diciendo Medrano –dejamos a las Malvinas en poder del capitán Onslow, comandante de la corbeta Clío, que tomó las islas sin que Pinedo pudiera combatir para impedirlo. Éste ha partido hacia Buenos Aires, dejando a Juan Simón, capataz de Vernet, como Comandante Político y Militar del archipiélago. Muy pronto partiría asimismo Onslow, luego de haber nombrado representante de la corona a Guillermo Dickson, también dependiente de Vernet. Situación sin duda extraña, que se presentaba en una población que, en primer lugar, había sido asolada por la represalia del capitán norteamericano Silas Duncan y, después, por las tropelías del ayudante Gomila y los amotinados que dieran muerte al gobernador provisional Esteban Mestivier.

–Así es –confirmó Pérez–. Sigamos adelante.

–Prosigo. A poco de partir Onslow, llegó a las Malvinas el capitán Fitz Roy, comandante del Beagle, quien venía realizando una extensa expedición científica y contaba entre los tripulantes de su barco a Charles Darwin, tenido como padre de la teoría evolucionista. ”Fitz Roy compró en las islas la goleta Unicorn, que sumó a su expedición, adquiriéndola a un tal William Low, arruinado luego de una fracasada correría en procura de lobos marinos”.

”Pero volvió a quedar en claro que la violencia seguiría asociada con esas regiones inhóspitas, dejando impresa en ellas su impronta sangrienta. Sucedió que Vernet pagaba a su gente con vales, que habilitaban para retirar mercaderías del almacén a cargo de Dickson. Y sucedió también que Onslow, durante su estadía y a fin de ganar voluntades, habría anunciado que en el futuro los pagos se realizarían en moneda corriente de plata y que, ausente Vernet, los colonos serían autorizados para capturar en beneficio propio las vacas cimarronas que seguían pastando tierra adentro. Ninguna de las promesas se cumplió. Lo cual dio lugar a que se iniciara una revuelta feroz, protagonizada por tres peones y cinco o seis indios, capitaneados todos por uno de aquéllos, Antonio Rivero”.

”En la mañana del 26 de agosto de 1833, los revoltosos ‘armados con fusiles, sables, puñales y cuchillos’, según contaría un testigo, iniciaron una ronda trágica, asesinando a Simón, a Dickson, a un tal Ventura Paso, a un sujeto llamado Brisbane y a un colono alemán de nombre Antonio Wagner. Al cadáver de Brisbane lo arrastraron con un caballo, abandonándolo fuera del poblado y procediendo luego a saquear su casa”.

”El resto de los habitantes, unidos a Low y sus loberos, que no habían abandonado el lugar, huyeron para refugiarse en las colinas y en algún islote próximo. Donde permanecieron, aterrados, hasta recibir auxilio del bergantín Hopeful que arribó en octubre”.

”A comienzos de 1834 llegó otro buque británico, la fragata de guerra HMS Challenger, que desembarcó fuerzas para apresar a Rivero y los suyos. Como la tarea no era fácil y la fragata debía seguir viaje a Chile, el teniente Harry Smith fue designado Comandante de las islas y se quedó en ellas a fin de cumplir su cometido”.

”Después de una pelea entre los integrantes del temible grupo, a raíz de la cual uno de ellos resultó muerto, Rivero negoció su rendición y se entregó a Smith, comprometiéndose éste a pedir clemencia para él. Presos todos, fueron remitidos a Río de Janeiro, donde el jefe de la estación naval realizó una investigación de los sucesos y, considerando que la información reunida lo justificaba, envió los detenidos a Inglaterra para ser juzgados”.

EL DESENLACE

”El desenlace del suceso es extrañísimo. Pues se resolvió que, dadas las particularidades del caso, no sería aconsejable ejecutar la sentencia que pudiera dictarse, disponiéndose en consecuencia no instar la acusación y repatriar a los acusados. Que fueron embarcados en el buque Talbot y liberados en Montevideo”.

”Algunos han creído ver una intención patriótica en las tropelías consumadas por Rivero y sus compañeros. Hipótesis aventurada pues parecería, más bien, que hubieran actuado movidos por un interés pecuniario, siendo varias de sus víctimas dependientes de Vernet, tanto Dickson, comisionado por Onslow para izar la bandera inglesa en ciertas oportunidades, como Simón, designado por Pinedo Comandante Político y Militar de las Malvinas. Es todo lo que sé sobre El Gaucho Rivero”.

–Que es bastante, por cierto –aprobó Ferro.

–¿Cómo definirían ustedes a Rivero, en base a lo que he relatado de su actuación?

–De acuerdo con lo que contaste, parecería que fue un bandido y que su actuación no obedeció a motivos patrióticos. Con el agravante de que se entregó pidiendo clemencia a Su Majestad Británica.

Pedido que, transmitido por el teniente Smith, quizá haya tenido influencia en el curioso fallo que lo benefició.

–¿Alguien considera a Rivero un patriota malvinero?

El silencio que siguió a la pregunta resultó elocuente, resultando así condenado Rivero por unanimidad.