El columnista invitado

Un análisis de la palabra "popular"

Por Gianluca V. Di Battista

La palabra “popular” es tan habitual que resulta prácticamente imposible no topársela en todos lados. Recitada en los más variados programas de televisión, vocalizada en radio y video, pintada a brocha gorda en murales por las calles, cantada por artistas de todo género, impresa en las más intrépidas notas periodísticas, susurrada por lo bajo, plasmada en carteles de publicidad, editada hasta el cansancio en revistas y libros desechables. Una palabra sacralizada y elevada como sinónimo de bondad o maltratada y condenada al destierro de la pobreza. A decir verdad, ¿acaso tenemos idea de qué significa que algo sea popular?

 

¿QUE ES LO POPULAR
Cuando se le preguntó a San Agustín ¿qué es el tiempo?, respondió: “Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé”. Supongo que a la mayoría de las personas nos pasará lo mismo cuando pensamos en una definición de popular. Resulta fácil identificar cosas o situaciones populares en concreto, pero extremadamente difícil definirlo en abstracto.
La tarea redobla dificultades a la hora de buscar una aproximación que no sea excesivamente académica. Es decir, que no se convierta en una hipótesis lingüística, sociológica y psicológica respaldada con textos de gran edición y una complejísima indexación de datos. Lo cual, a los ojos de cualquier lector despierto, no solo resultará a todas luces “impopular”, sino que también requeriría de un enorme esfuerzo para llegar a una conclusión tan tremenda como elemental: depende. Optaré por un repaso casi tan impreciso como práctico, simplificando bastante las cosas y obviando algunos hechos.
La palabra popular tiene su raíz etimológica en la voz latina populus (pueblo) y el sufijo ar (condición). Uno de sus primeros abanderados fue el mismísimo Julio César, cuando la República Romana se vio envuelta en los conflictos del siglo I a. C. La expresión servía para identificar aquellas pretensiones promovidas por los simpatizantes de César en beneficio de pequeños terratenientes, campesinos y artesanos. En contraposición a los Optimates, que pretendían reafirmar los privilegios de las familias patricias. Nada nuevo bajo el sol.
 

LO POPULAR Y EL PODER
Actualmente el término se encuentra en discusión y existen dos grandes corrientes: por un lado, están quienes asocian lo popular con una identidad determinada y delimitada por lo folclórico, tradicional y consuetudinario de la existencia. Así lo popular sé constituye como una suerte de realidad espiritual de un pueblo conformada por un conjunto de objetos, prácticas y creencias asumidos por la mayoría. Por otro, están quienes plantean que lo popular no responde a cuestiones abstractas, sino que es algo objetivo, cuantitativo y cualitativo. Lo popular desde esta óptica se define como lo masivo, lo aceptado o asumido por la mayoría en un tiempo determinado. Así lo popular de hoy puede ser distinto a lo de mañana y variar según devengan distintos acontecimientos.
La literatura nos puede proporcionar una forma distinta e infinitamente más bella de encarar el tema. En un trillado, pero no por eso menos valioso fragmento de la fábula “Alicia a través del Espejo”, Lewis Carrol nos regala este diálogo:
-Cuando yo uso una palabra -insistió Humpty Dumpty- quiere decir lo que yo quiero que diga: ni más ni menos. - La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
- La cuestión -zanjó Humpty Dumpty- es saber quién manda… eso es todo.

No resulta difícil creerle a Humpty. Bien es sabido que el lenguaje puede tornarse una trinchera sobre la cual los mandamases intentan imponer sus puntos de vista. Es una realidad con la que convivimos día a día. Cuando se habla de “cultura popular”, “arte popular”, “sectores populares”, “barrios populares” y, mi favorita: “economía popular”. El mensaje que se encubre es: “mirá, acá hay dos realidades”, una respecto de la cual se predica, defiende y se dice representar al pueblo y otra que se define por negación de lo que no es esto o lo que queda afuera de aquello. Esta última, generosamente podríamos definirla como lo “impopular”, aunque siendo realistas sabemos que encubre una connotación negativa de tendencia elitista, oligárquica o sectaria. Si existiese tal cosa como un sector exclusivo de economía denominado popular cabría preguntarnos ¿qué es el resto de la economía? ¿economía oligárquica, acaso? Su trampa está en adueñarse del sentimiento popular, aunque lo que se diga en nombre de ello sea obscenamente impopular. En síntesis, lo importante para ellos no es lo popular, sino que sus puntos de vista parezcan populares. También están quienes se quedan fuera de la fiesta. Los que prefieren no entrar al barro de la contienda popular y miran con desprecio los sentimientos del país que pisan. Suelen pintar los motes de “grasa”, “negro” o “cabeza” para distinguirse y reafirmar su condición de élite o, como diría Landriscina, apartados del resto. Para ellos lo popular es sinónimo de vulgar o salvaje. Y curiosamente son quienes más gustan de las arbitrarias clasificaciones que nombramos anteriormente para distinguir lo “popular” de lo “culto”. Así, por ejemplo, gustan diferenciar el “arte popular” de las “bellas artes” o los “barrios populares” de los countrys.


LO POPULAR EN LA COMUNIDAD
Entonces, ¿en qué quedamos? Pareciera ser que lo popular puede ser una multitud de realidades, pero esa es la salida fácil. Si todo es popular, nada lo es. En concreto, creo que lo popular es aquello que responde a los sentimientos de un pueblo. No de una masa de individuos, ni un grupo de ciudadanos o una turba de protestantes. Responde al pueblo como sujeto diferenciado, este es, una fraternidad más allá de la estirpe. Está compuesto de las generaciones pasadas, las actuales y las que vendrán. Es una conciencia de origen y dificultades históricas comunes, comparte el patrimonio de la tradición y un mismo bagaje cultural y religioso.
En síntesis, lo popular es aquello que es común y por lo tanto aúna al pueblo en contraposición a aquello que lo divide o sectoriza, una forma de ser, sentir y pensar común y transversal. Las cosas comunes son más importantes que las cosas extraordinarias. Son preferibles incluso las fantasías y prejuicios de un pueblo que ve la vida desde adentro a la intelectualización que pretende ordenarlo desde afuera. Cómo dice un dicho popular “a buen entendedor, pocas palabras”.