ENTREVISTA AL PSICOLOGO Y ESCRITOR ITALIANO WALTER RISO

Sobre el amor y otros demonios

Walter Riso tiene la tranquilidad de aquellos hombres que lo han vivido y hecho todo. Un desarraigo a los cinco años de vida cuando dejó su Nápoles devastada por la Segunda Guerra Mundial, un exilio político veinticinco años después cuando cursaba Psicología y tuvo que abandonar Buenos Aires por ser acusado de subversivo, y la emancipación en Medellín desde donde construyó su prestigio al mundo. Del país cafetero a Barcelona y de la segunda capital española a todos los países de habla hispana difundiendo sus conocimientos por triplicado, escribiendo libros técnicos, de divulgación y su emotiva ficción Pizzería Vesubio, donde se muestra como nunca, a corazón abierto. A los 72 años y con 37 libros escritos en su haber, presenta De tanto amarte, me olvidé de mí (Planeta, 144 páginas), trabajo inspirado en su tríptico argumental, pacientes, cine y vida sentimental.

-¿Después de escribir 37 libros, qué queda por tratar que no sea ficción?

-Este libro yo lo tenía en la cabeza hace mucho tiempo porque mis fuentes son tres, mis pacientes, el cine y lo que yo mismo vivo. Cuando digo que ya no quiero escribir más nada de amor porque no hay nada nuevo, aparece algo que no había escrito. La verdad es que conocer gente es una fuente inagotable de vivencias, sentimientos e historias. Por eso entendía que este libro hacía falta, al menos entre mis trabajos.

-Es un libro directo, con ejemplos muy concretos. Es fácil visualizarse entre sus párrafos.

-Porque yo quería escribir un libro conciso, sin anestesia, con un realismo feroz pero que genere prevención en la gente. Estos son problemas muy comunes pero nadie les presta atención. Confundimos el amor personal con el amor universal, que el amor no espera nada a cambio, y en las relaciones de pareja es imposible que ninguno espere nada a cambio. Si doy afecto, espero afecto; si doy sexo, espero sexo y si soy fiel, espero fidelidad. Algunas personas entran al amor con el criterio de no esperar nada a cambio, y cuando sucede esto, la pareja siempre se aprovecha.

DOS CULTURAS

-Su vida es itinerante. ¿Dónde tiene su consultorio?

-No tengo más consultorio físico. Los mandé a cerrar todos. Yo atiendo a todas partes del mundo desde Internet. La mayoría de habla hispana. Ellos pueden residir en cualquier ciudad del mundo y sus parejas pueden ser de diferentes nacionalidades, sin embargo cuando tienen el mismo problema, el sufrimiento es el mismo, estén en Noruega o en Puerto Rico. El europeo es más aburrido, el latino es más emocional y menos rígido.

-¿Qué otras diferencias encuentra entre ambas culturas?

-Las mujeres latinoamericanas tienen más inteligencia emocional que las europeas. Son capaces de hacerte entender que tú mandas cuando las que mandan son ellas. Son más vivas. Es mucho más fácil atender a personas latinas, porque están más acostumbradas a lo psicológico. Es increíble que en pleno siglo XXI los europeos miren de costado todo lo relacionado a la Psicología.

-Europa pareciera estar siempre varios pasos delante de América Latina. En todos los aspectos.

-Yo manejo siempre los mismos principios, lo que cambia es cuándo los aplican. Algunos se demoran más en entenderlos, otros en aplicarlos, pero en el amor, los latinos son más valientes. El europeo se sorprende ante cosas que nosotros no. Pero ellos tienen una ventaja con respecto a la autonomía. Nosotros estamos pegados a la idea de que si no nos casamos a los 25, el tren se nos escapa. Allá las mujeres se están casando a los 45 años con hombres menores. Aquí eso está muy mal visto.

-En su libro es intransigente. A veces afirma: “esa pareja no es para usted”.

-Es que con la experiencia me volví más realista. Además no todos los pacientes son para todos los psicólogos. Yo soy rebelde, muy directo. Hay veces que las cosas son mejor decirlas como son y no endulzarlas. Hay gente que tapa el sol con el dedo, quita el dedo y se asusta. Mi terapia es directiva y fuerte y más de un paciente no tolera su verdad.

-¿No teme perder lectores?

-No me interesa que dejen de leerme si les parece fuerte lo que digo. Creo que ese lector no está preparado para mis libros. Hay gente que me echa la culpa a mí por su separación. Me pasó que me escribió un grupo de personas rapadas, de esos que tienen la cruz esvástica tatuada, que si volvía a visitar su país me matarían, porque la novia del jefe lo dejó porque leyó mi libro Amar o depender. Mira lo necio del tipo que cree que lo dejaron por mi culpa y no por todo lo que él hizo mal en la relación. Ya superé la necesidad de aceptación.

-Tiene tres líneas de escritos: los técnicos, los de divulgación y la ficción. ¿Cuál lo representa más?

-Los libros técnicos son los que se usan en los posgrados y en las carreras de Psicología. Cuando los escribo estoy relajado y no pienso en el lector porque el que es profesional, tiene que saber lo que yo digo, entenderlo. No tengo que traducirlo o ver la mejor forma en que se entienda el concepto. Mientras sea claro en su desarrollo, suficiente. Pero en estos libros de ensayo, divulgación o autoayuda como muchos dicen, me tengo que cuidar porque necesito bajarlos para que se comprendan y en el mejor de los casos, se lleven a la práctica.

-¿Sigue alguna estructura establecida o depende el tema?

-El título es mi guía. Después la estructura es el índice y llenar cada uno de esos ítems es la parte más mecánica, lo difícil es traducir el lenguaje académico en divulgación. Porque la idea es promover los aspectos saludables de la mente y el corazón. Disminuir la probabilidad futura de que una persona se enferme por una relación que lo tiene a maltraer. Entonces cuesta porque hay que encontrar la palabra y la frase justa. La libertad plena la tengo cuando escribo ficción, como cuando escribí mi novela Pizzería Vesubio o cuando escribo poesías o cuentos para mí. Ahí sí vuelo sin condicionamientos.

-¿Cómo surgió ’Pizzería Vesubio’?

-Fue una necesidad. A los cuatro años, después de la Segunda Guerra Mundial vienen en barco los hombres de mi familia y después mandaron a llamar a las mujeres. Yo llegué con cinco años al país. Vinimos todos sin saber el idioma, sin trabajo, de polizones. Vengo de una familia de guerreros. Mi abuelo estuvo en la rebelión del pueblo que sacó a los nazis de Nápoles con palas, picos y palos. La primera parte del libro es muy autobiográfica. La pizzería existió. Dar la receta en el libro hizo que mi familia italiana me retirara el saludo durante un año porque conté un secreto casi mitológico. Después, ya instalado en Buenos Aires, a mis 30 años, me tuve que volver a ir por la dictadura. Yo estaba en la facultad de Psicología y para el gobierno de Videla éramos subversivos. Me escapé porque me iban a matar. Me lo habían asegurado. Podría decirte que sobreviví a la miseria de una posguerra devastadora y a una dictadura atroz.