¿Es ya primavera en Ucrania?

por Rafael L. Bardají

Los españoles nos habíamos acostumbrados a que el arranque de la primavera no nos lo diera la agencia de meteorología, sino el Corte Inglés. Afortunados materialistas a pesar del cambio de hábitos traído por la pandemia y la crisis. En Ucrania, al menos este año 2023, la primavera iba a coincidir bien con la esperada contraofensiva de Kiev, bien con un nuevo empuje invasor ruso. De momento, ni uno ni otro se han iniciado y la guerra sigue más o menos como desde el verano pasado: no se puede ni perder ni ganar. Más exactamente, Zelenski no la podía perder ni Putin la podía ganar.
No obstante, y es muy relevante, en este año 2023 las tornas se habrían trastocado: es Ucrania quien no pueda ganarla y Rusia quien no puede perderla.
Precisamente para cambiar este delicado -e insatisfactorio para todos- equilibrio, se esperaba la llegada de la primavera, el buen tiempo y el terreno seco, que permitiera recuperar la movilidad de las fuerzas. Sobre todo, de las ucranianas, que llevan meses preparándose para lanzar un asalto que haga recular a las tropas de Putin hacia el Este.
Hace unos semanas, unos hackers rusos diseminaron información clasificada del Pentágono y la CIA donde se detallaban movimientos de tropas, localizaciones de instalaciones de la defensa de Ucrania y otros detalles cuyo conocimiento por Rusia, se dice ahora, podría poner en peligro los planes de las fuerzas de Kiev y obligar a cambiar sus planes. Después de haber visto con cierto detenimiento la información, la explicación del retraso de la ofensiva por la filtración es poco creíble. No hay nada en ella que no supieran los rusos y mucha otra gente. La realidad del retraso es doble: el más visible, las carencias de munición para la artillería ucraniana, así como la falta de sistemas de largo alcance. En una defensa se consume mucha munición, como hemos podido comprobar, pero en una acción ofensiva, el consumo se dispara exponencialmente. Precisamente ese ha sido uno de los problemas de que mermado la capacidad de las tropas rusas para seguir avanzando.

LA CARTA CRIMEA
Pero también hay otra causa menos visible. El cambio de objetivos estratégico en Kiev. Hasta ahora sabíamos que Kiev se planteaba la recuperación de todo su territorio nacional, comenzando por el Donbas y el este del país. Ahora se podría estar planteando poner el énfasis de sus operaciones en aislar Crimea para forzar su caída.
La pérdida de esa península se ve ahora como la carta más rápida para poner fin a los días de Putin al frente de Rusia, objetivo último de Ucrania. A diferencia de muchos europeos que preferirían una salida negociada a la guerra y evitar a toda costa un descenso en el caos en Moscú, para los ucranianos la continuidad del régimen de Putin equivaldría a diferir la guerra hasta que Putin se hubiera rearmado de nuevo. Para Kiev, sin cambio de régimen en Moscú no puede haber paz duradera. En cualquier caso, no es extraño que, por tanto, la ofensiva de primavera se retrase. Para Kiev, no lograr sus objetivos resulta muy arriesgado ya que alimentaría las voces de quienes piden acabar ya con la guerra mediante una negociación con Moscú aunque Ucrania tuviera que ceder parte de su suelo. Pero Kiev no puede esperar demasiado tampoco. Cuanto más tiempo transcurra, las tropas rusas estarán mejor preparadas para repeler los ataques y sin claras ganancias sobre el terreno, todo se complica política y diplomáticamente para Kiev. Máxime si llegáramos al año electoral en los Estados Unidos con un Donald Trump como candidato del partido republicano. Muchos de sus representantes ahora en el Congreso, necesitados de su reelección, tenderían a moderar su apoyo a Ucrania por lo que la renovación de la ayudas militar y financiera americana podría limitarse. Es a Moscú a quien la prolongación del conflicto le viene mejor, siempre y cuando el nivel de violencia se mantenga en los niveles actuales y no exceda ciertos límites. Por ejemplo, sabemos que si la guerra se extiende hasta el 2025, Moscú se quedaría sin carros de combate que enviar al frente, entre otros muchos sistemas. Y por mucho abrazo que Putin enseñe con Xi, China no está dándole la ayuda que requiere. Los intereses de Pekín y los rusos son distintos y divergentes. Pekín está esperando hacerse con Rusia en saldos.

NO LINEAL
En fin, la guerra se demuestra una vez más como una actividad compleja, no lineal y llena de sorpresas. Baste recordar lo que se decía de este conflicto en el inicio de la invasión: cuatro días para que Kiev cayera. Hasta Washington y Paris le ofrecieron a Zelenski -más de una vez- una ruta de escape para él y su familia: luego, tras el fracaso del asalto inicial sobre Kiev, vino lo opuesto, que Putin estaba acabado y el ejército ruso en descomposición.
Tras décadas de pacifismo psicológico, los occidentales hemos perdido la capacidad para entender la guerra real. De hecho, si hay algo que saco de las toneladas de documentos filtrados estos días, es que cuanta más información tenemos en nuestra ,manos, peores somos en analizar los datos y entender que ésta pasando. Que una agencia de inteligencia como la CIA se equivoque en sus interpretaciones se puede entender. Pero que se equivoque en sus análisis no por falta de información sino porque la ideología imperante, la necesidad de acomodarse a lo que esperan los políticos de turno, la politización extrema de la inteligencia, la ideología blanda, woke y políticamente correcta, impida ver la realidad o decir la verdad, es del todo inaceptable.
* Director del GEES, el ‘think tank’ más antiguo de España.