El inicio de un largo proceso

A medio siglo del final de la llamada “Revolución Argentina” y el regreso del peronismo al gobierno.

Por Gustavo Dalmazzo *

Medio siglo atrás, la Argentina vivió un año crucial de su historia. En 1973 finalizó la dictadura instalada en 1966, que se autodenominó “Revolución Argentina” y el peronismo, derrocado en 1955 y que permaneció proscripto durante dieciocho años, volvió a participar electoralmente y ganar las elecciones de marzo y septiembre. En está últimas, Juan Domingo Perón fue consagrado presidente de la Nación por tercera vez.
Siete años antes, en 1966, el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Arturo Illia e impuso en su lugar al general Juan Carlos Onganía, se consideró a sí mismo como un gobierno “revolucionario”, que iba a cambiar al país, desarrollando la economía para luego distribuir la riqueza creada en la etapa anterior y finalmente sentar las bases de un nuevo orden político. La teoría de los tres tiempos: el económico, el social y el político. Un intento de modernizar la política y la economía en la Argentina.
 

¿QUE HACER CON EL PERONISMO?
¿Pero cuándo empezó esta historia? Fue en septiembre de 1955. El derrocamiento de Perón abrió la discusión acerca de qué hacer con el peronismo. El general Eduardo Lonardi, primer presidente provisional, fue partidario de mantener al peronismo dentro del sistema político, aunque sin Perón. Apartado en noviembre del cargo por el general Pedro Eugenio Aramburu, se inició un proceso de “desperonización” a sangre y fuego“.
Desde la disolución del Partido Peronista y el secuestro del cadáver de Eva Perón, hasta la prohibición de mencionar el nombre del General y ni siquiera poder cantar la marcha partidaria. Sin embargo, ni la disolución de la Confederación General del Trabajo (CGT), ni la intervención de los sindicatos impidieron que se organizaran boicots y huelgas: fue “la resistencia peronista”.
El qué hacer con el peronismo generó divisiones y enfrentamientos internos en las Fuerzas Armadas y en los partidos políticos. Y si bien se impuso la política de excluir al peronismo del sistema político, lejos estuvo el antiperonismo de hallar la solución. En 1958 los militares se fueron y Arturo Frondizi se convirtió en presidente.
El dirigente radical intransigente había ganado las elecciones gracias a los votos que Perón le dio a cambio de la promesa de que el peronismo pudiera volver a participar en la política. Pero Frondizi, presionado por los militares que actuaron como guardia pretoriana, no pudo cumplir con Perón, lo que generó la ruptura.
Por otra parte, la transformación económica llevada adelante, incorporando capitales extranjeros para el desarrollo de las fuerzas productivas, el apoyo a la educación libre universitaria, el nombramiento de ministros del establishment liberal, enojo a propios y a ajenos.
 

AZULES Y COLORADOS
La tensión política en el interior de las FF.AA., las dividió en dos grupos antagónicos: legalistas y planteistas primero, azules y colorados después. Los azules, tan antiperonistas como los colorados, sin embargo pensaron un peronismo (sin Perón) que pudiera incorporarse en algún momento a la política. Fueron un conglomerado de liberales, nacionalistas y desarrollistas que mayormente pertenecieron al Arma de Caballería, en menor medida a la de Artillería del Ejército y una buena parte de la Fuerza Aérea. Los colorados imaginaron una Argentina ideal sin nada de peronismo. En su mayoría pertenecieron al Arma de Infantería e Ingenieros y decididamente a la Armada.
La tensión política y cuartelaria terminó, el 28 de marzo de 1962, con el derrocamiento de Frondizi, pero los golpistas no impusieron a un militar en su lugar. Alejandro Gómez, el ex vicepresidente había renunciado en discrepancia con la política petrolera del presidente. Fue entonces que la inacción de los militares y la ausencia de Gómez, le permitió a los amigos de Frondizi designar al presidente provisional del Senado, José María Guido, como jefe del Estado, haciendo uso legal de la Ley de acefalía.
 

EL HOMBRE QUE CAMBIARIA LA POLITICA
Durante la gestión de Guido se resolvió el enfrentamiento entre azules y colorados. El general Onganía, jefe de los primeros, comandó las últimas operaciones contra los segundos y obtuvo la victoria. Los azules empezaron a imaginar que ese jefe militar podía ser el hombre que impidiera el regreso de Perón y cambiara la política argentina.
Para ello necesitaban un medio gráfico que influyera en la opinión pública. Así nació, en noviembre de 1962, la revista Primera Plana, dirigida por Jacobo Timerman, un periodista en ascenso, vinculado al sionismo de izquierda y ahora a los militares. La revista fue una renovación de estilo del lenguaje y de los contenidos. Dedicó una gran cantidad de páginas a las actividades culturales y a entrevistar a las personalidades que iban camino a la celebridad. Primera Plana buscó a un lector de alto poder adquisitivo y nivel cultural.
El triunfo militar de los azules, en abril de 1963, cuando doblegaron al veterano general golpista Benjamín Menéndez (se había sublevado contra Perón en 1951), el jefe de la última sublevación colorada, permitió llegar a las elecciones del 7 de julio, aunque dejó un saldo de 24 muertos; 87 heridos y 212 oficiales juzgados por el Consejo de Guerra, que recibieron penas reducidas. Otros militares colorados fueron perdonados por sus superiores inmediatos, como les ocurrió a los tenientes coroneles Jorge Videla y Roberto Viola.
Sin embargo, el triunfo azul en el campo de batalla, no se correspondió en la política. Algo había salido mal. Si bien se mantuvo la proscripción del peronismo, los azules no pudieron encontrar su “candidato” (se especuló con Onganía) y el ganador fue el radical del pueblo Arturo Illia, es decir, triunfaron políticamente los que estuvieron del lado colorado.
 

CASI UN MONARCA
A pesar de la prolijidad que tuvo el gobierno de Illia: sus logros económicos, la plena vigencia de las libertades y la mejora de las condiciones sociales, no pudieron impedir la maquinaria golpista de los azules, antes defensores del regreso a la vida democrática pero ahora decididos a terminarla: el triunfo electoral de la neoperonista Unión Popular, en las legislativas de 1965, aceleraron la idea de una revolución, de arriba para abajo, que diera una vuelta de página a la Argentina peronista, como así también al antiperonismo más acérrimo. Modernización, eficacia y desarrollo sin preocuparse más por salidas electorales.
A fines de 1965, Onganía dejó la jefatura del Ejército y se sentó a esperar. El 28 de junio de 1966, las FF.AA. derrocaron a Illia, disolvieron los partidos políticos, clausuraron el Congreso, designaron una nueva Corte Suprema, intervinieron las provincias y le ofrecieron la presidencia a Onganía, quien aceptó de inmediato. La Argentina tuvo, entonces, casi un monarca.

*Historiador