¿Dónde poner el acento esta vez?

Sandez. Sin tilde. La RAE es clara: despropósito, simpleza, necedad. Sández. Con tilde. Autor de la sandez. A esta altura, poco importa si fue penal o no la jugada que definió el Superclásico. Pero ese nimio detalle lo desencadenó todo. La caída de Solari. La sanción de Herrera. La disputa entre Palavecino y Borja para patearlo. El gol del colombiano. El festejo desmedido de Agustín. Y la posterior hecatombe. Cien personas moviéndose por la cancha como si conformaran un gigantesco scrum, tomándose de los brazos cual judocas y tirando manotazos como boxeadores. ¿De fútbol? Poco y nada.

River siempre quiso ganarlo, eso sí. Las brillantes atajadas de Romero frente a sendos remates de Nacho Fernández y De la Cruz, uno en cada tiempo, mantuvieron al Xeneize en partido. Aunque habrá que reconocer que Boca casi no tuvo chances para ganarlo, a excepción de dos débiles disparos de Villa.

No hubo figuras anoche. Y si la hubo, no estuvo entre los 22 futbolistas. Darío Herrera se convirtió en el protagonista del clásico. Y, se sabe, los árbitros dirigen mejor cuando pasan inadvertidos. El referí arrancó con amarillas rápidas (algunas incorrectas). Y esa primera decisión condicionó el resto. En el complemento debió expulsar a ambos laterales de River. Pero se contuvo. Si pretendió “sacar el partido” suena extraño que haya cobrado un penal tan fino en tiempo de adición. Sin embargo, parece que el VAR ratificó su decisión. Para coronarlo, tras el tumulto, expulsó por doquier. Horrendo.

Para volver al juego (ah, ¿lo hubo?), River dominó todo el primer tiempo a un Boca maniatado. Advíncula y Barco estuvieron lejos de ser los carrileros que desnivelaron frente a Racing y Colo Colo. Y a los de Demichelis les alcanzaba con las pinceladas de Nacho, las corridas de De la Cruz y la lucha de Beltrán. En el complemento, el Xeneize se paró 15 metros más adelante. Sin embargo, no tuvo creación, pese al correcto desempeño de Medina. Aunque sufrió menos.

Hasta que llegó el polémico penal, la debacle y el posterior final. Herrera terminó el partido tras los malos términos. Lo jubiló. Y el júbilo, una vez más, fue para River.