¿Dónde hay un mango, viejo Massa?

Por repetido el tema se vuelve aburrido. La semana económica se reitera en un tópico central: la falta de dólares. De allí se desprenden entonces la escalada de la cotización del billete verde en todas sus variantes y el efecto arrastre que esto produce sobre los precios.

La sequía, el nulo crédito externo y el derroche de divisas para aplacar la demanda en la plaza local, que seguirá siendo voraz hasta el último día frente a un peso del que la gente huye como de los leprosos en la época de Cristo, conforman un escenario signado por la mala administración de los recursos.

En la década del ‘30 Tita Merello popularizó el tango ‘Dónde hay un mango’, con letra de Ivo Pelay y música de Francisco Canaro. Era la expresión de angustia de quien rebusca la moneda en épocas de crisis. Pues, es esto de nuevo.

En la semana el presidente de la Nación, Alberto Fernández; el ministro de Economía, Sergio Massa; el ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero; y el embajador argentino en Brasilia, Daniel Scioli; viajaron a Brasil para cerrar lo que luego negaron que fueron a hacer: pedir plata. Al parecer la excursión no tuvo éxito.

La misión, el mismísimo mascarón de proa de la Casa Rosada, tal vez se haya ilusionado con el diálogo que Fernández y Lula sostuvieron hace 10 días, en el cual se analizó la posibilidad de avanzar con la creación de una moneda común para el intercambio comercial bilateral. Fue, se estima, una chispa entre dos nadas.

El miércoles la Universidad de Belgrano fue sede de un seminario sobre Seguridad y Defensa Nacional. El evento tuvo como oradores destacados, ya en horas del mediodía y tras mucho debate, a Ricardo López Murphy -candidato a jefe de Gobierno porteño por Juntos por el Cambio- y Miguel Angel Pichetto, precandidato presidencial por la misma coalición.

Los hombres hundieron la daga en los temas para los cuales habían sido convocados pero no se ahorraron hacer algunos comentarios en materia económica. López Murphy fue certero como un misil Exocet: “El gobierno es limosnero a nivel internacional. Tiran la manga. Lo raro es que Cristina critica al FMI y el otro (Alberto Fernández) va a hincarse. Lo hacen impúdicamente”.

De paso, aprovechó para arrojar munición gruesa sobre la figura de Javier Milei, a quien no nombró, y la propuesta dolarizadora de la economía. “Atacan con una bandería extraña -sostuvo-. La principal propuesta es perder la moneda de los argentinos. Los héroes nuestros van a ser Washington y Lincoln”.

Dijo también que la cuestión económica no es tan difícil de resolver. “Es simple, hay que ser ordenado. Sin orden y seguridad no hay libertad. En la época de Carlos Pellegrini creamos la Caja de Conversión y tuvimos menos inflación que Estados Unidos. Supimos hacerlo, podemos hacerlo de nuevo. Tenemos que volver a escribir nuestra epopeya”.

Lo cierto es que tras una semana de debate encendido sobre la dolarización, esa hoguera parece ir apagándose. Tal vez porque la semana vino tranquila en materia de salto cambiario, porque el feriado del lunes le quitó un día de vorágine y porque entraron algunos dólares de la cosecha, algo así como un apósito para una hemorragia terminal.

LO QUE VIENE

En los albores del siglo XX Lenin escribió ¿Qué hacer?, un libro de estrategia política, análisis que se complementaba con un artículo publicado en 1901 bajo el título ¿Por dónde empezar? Argentina está en esto, pero en clave capitalista.

Aún no sabemos cómo llegaremos al mes de diciembre en un año que se ha vuelto por demás elástico. Las PASO, las elecciones presidenciales y el balotaje son como una carrera de obstáculos hasta el cambio de gobierno. En el transcurso del tiempo van asomando algunas propuestas de cara a resolver el cepo cambiario y el proceso inflacionario.

En Juntos por el Cambio los referentes económicos de Patricia Bullrich le han bajado los decibeles a la idea de salir del cepo de un día para el otro, temerosos del fogonazo inflacionario que provocaría. Así, tienden a converger con el think tank de Horacio Rodríguez Larreta, más propenso a cierto gradualismo ante el problema. Aunque se lo sacuda, del oficialismo, que se sabe derrotado, no cae ninguna propuesta. Es un árbol seco.

Economistas afines al macrismo han echado luz sobre el proyecto de relanzar la Convertibilidad, aunque esta vez a partir de la creación de un nuevo peso atado a una canasta de monedas.

La misma podría estar compuesta por el euro, el real y el dólar. La ventaja es que ante cualquier devaluación -principalmente de Brasil- la economía local tendría otras dos patas en las cuales apoyarse. El plan pergeñado por el economista Mariano Flores Vidal se desgrana en una entrevista en nuestro suplemento de Economía.

Esta semana también se publicaron los números de la recaudación fiscal, que en abril subió un 90,2% interanual y quedó ubicada por debajo de la inflación.

“La recaudación se vio gravemente afectada por el desempeño de los tributos asociados al comercio exterior producto de la sequía", destacó Economía.

Metáfora reiterada, el Gobierno rasca el fondo de la olla en busca de recursos, pero no los encuentra. El último informe del Grupo Cohen destaca el bajo impacto que el programa Dólar Agro, popularmente conocido como Dólar Soja III, ha traído a las arcas del Banco Central.

“En el mercado cambiario argentino el sector agropecuario liquidó u$s 166 millones y u$s 99 millones ingresaron al dólar agro. El BCRA registró ventas netas por u$s 125 millones y acumula ventas por u$S 453 millones en las últimas cinco jornadas. Desde el inicio del dólar agro se han liquidado u$s 1.765 millones y el BCRA ha realizado compras netas por sólo u$S 294 millones (equivalentes al 17% del total). En el acumulado de mayo, el BCRA registró ventas de divisas por u$s 258 millones y en lo que va de 2023 vendió u$s 2.772 millones”, subraya el paper.

Sin divisas se fuerza la máquina de la emisión monetaria y se vuelve imposible ponerle un freno al proceso inflacionario. Los pronósticos distan de ser alentadores, mucho menos cuando elecciones mediante existe la chance de que el Gobierno se tiente con relanzar el Plan Platita si es que los guarismos en las urnas lo dejan malherido, pero no liquidado.

“En la actualidad no hay un ancla para bajar la inflación porque no hay un programa, y por eso es muy difícil que se pueda bajar", destacó el miércoles el economista Miguel Kiguel, quien además adelantó que sus números proyectan una inflación del 8% para abril y del 135% para 2023.

Temeroso del efecto que se genera en el mercado cambiario cada vez que se publica el dato de inflación mensual, el Gobierno amagó con postergar su difusión. Sin embargo, ante lo inevitable, dejó en claro que la cifra será revelada el viernes 12, tal como lo establece el cronograma del Indec.

 LAS TASAS

Los países serios, que no se permiten el desliz de tener dos dígitos de inflación anual, suelen usar la tasa de interés para doblegar este flagelo. En eso anda Estados Unidos, que en la semana volvió a subir los tipos de interés, esta vez en un 0,25% para llevarla a un rango que oscila entre 5 y 5,25%.

Encarecido el crédito, se frena la economía, cae el consumo y se moderan los precios. Esa es la lógica.

Se ha vuelto caro pedir plata prestada. Podríamos pensar que a la Argentina, a quien ya nadie le presta a tasas razonables, el movimiento de la Reserva Federal debería resultarle inocuo, pero no es así. Con el incremento de los tipos crece también lo que debemos pagar por los préstamos tomados como Estado.

Según estimaciones del grupo de gestión de activos londinense Janus Henderson, “el costo de la deuda soberana a nivel mundial se duplicará en los próximos tres años, como resultado de las subas de tasas de los principales bancos centrales del mundo, lo cual le colocará mayores presiones a los Estados”.

El documento revela que “los costos de intereses de los gobiernos alcanzarán u$s 2,8 billones para 2025, lo que limitará el gasto fiscal y el gasto gubernamental en áreas económicamente productivas. Esto hará que los gobiernos sean aún más dependientes de los mercados de bonos, incrementando las posibilidades de confrontaciones entre los Estados y los bonistas. Es decir, no habrá peor momento para endeudarse que en los próximos años”.

Esta película ya la vimos. Se vienen tiempos aún más arduos.