El rincón del historiador

José Mauroner, un marchand en el Buenos Aires de 1828

Don José Mauroner, sabemos por una carta de Rivadavia, que tenía casa en Madrid, sin embargo su nacionalidad sigue siendo un misterio, ya que aparece como francés, español o austríaco. Lo cierto es que a instancias de don Bernardino a quien lo habían recomendado los señores Braillet, Priet y Cia de París, en agosto de 1825 se embarcó a Buenos Aires como propietario “de una bella colección de cuadros”.
No pudo irle peor en el viaje. La nave con mal piloto, falta de vientos o lo que fuere demoró seis medio en llegar al Río de la Plata, “después de mil peligros”; y para colmo de males comenzaba la guerra con el Brasil y nuestro personaje debió quedarse en Montevideo, pero como el conflicto bélico se prolongaba demasiado marchó a Río de Janeiro.
Producida la paz, el 27 de noviembre de 1828 llegó a nuestras costas a bordo del bergantín inglés Hazard que cinco días después nuestra Gaceta Mercantil anunciaba su llegada con “seis cajones de pinturas”.
Con tal colección el 8 de marzo del año siguiente el mismo periódico anunciaba que en una semana “Don José Mauroner, dueño de una soberbia colección de cuadros, para cuya reunión ha empleado más de 30 años de su vida, se propone presentarla al público el domingo próximo en las salas del Colegio de Ciencias Morales que le ha acordado el gobierno. Esta galería, la primera que se ve llegar a la América meridional, está abierta desde las 10 de la mañana a las dos de la tarde. Los billetes de entrada se distribuyen en la librería de la calle de la Universidad Nº 54, a peso cada uno. Estamos persuadidos que el público acudirá con ansia para admirar todos los primores reunidos en el citado local”.


BOCHORNOSOS E INFAMES
Una semana después el diario El Tiempo” da cuenta que en “medio de las atenciones y de las ideas tristes que nos ocupan, nacidas de la guerra interior, que nos ha traído una administración vergonzosa y algunos jefes bárbaros y atrozmente salvajes, hemos tenido la satisfacción de ver la primera colección de pinturas que ha decorado hoy al nuevo mundo y que acaso pudiera envidiarnos el antiguo. Extraño contraste, ciertamente, el tener que ocuparnos al mismo tiempo en hablar de las pampas y de las obras del genio; y mezclar en las columnas del mismo periódico los nombres inmortales de Rubens, Van Dyck, Murillo y Rafael, con los nombres bochornosos e infames de un Molina, de un Rosas, de un Bustos y de un Quiroga”.
Aparentemente, sostiene Francisco Palomar, los redactores eran los hermanos Juan Cruz y Florencio Varela, lo que es posible por su posición política y de ser cierto los convertiría en los autores de la primera crónica de arte en nuestro país.
Prosigue el periódico refiriéndose a la exposición: “Treinta años ha empleado el señor Mauroner en formar su colección y si no detuviera nuestra pluma la prudencia que él mismo nos ha recomendado, diríamos todas las circunstancias que ha sido preciso combinar para reunirla, y cuán importante sería que pudiésemos conservarlas entre nosotros. Pero nos limitaremos por ahora a indicar brevemente lo que la colección contiene, prometiendo después volver sobre asunto tan interesante, y consagrarle en nuestras columnas todo el lugar que nos permitan las numerosas atenciones políticas que cada día se nos presentan”.
Mauroner mandó imprimir un catálogo en la Imprenta de la Independencia de la calle 25 de Mayo, número 11.