Los All Blacks no pudieron con Porta

El baúl de los recuerdos. El histórico capitán de Los Pumas fue la figura del empate 21-21 con Nueva Zelanda en 1985. Aportó todos los puntos argentinos en un partido que estuvo cerca de terminar en victoria.

Habían consumado una hazaña. Argentina acababa de empatarle a Nueva Zelanda. El 21-21 invitaba a aplaudir sin cesar. Pero esos hombres vestidos de celeste y blanco estaban desconsolados. Habían tenido la victoria al alcance de la mano, pero se les escapó la pelota de esas manos doloridas por los rigores de un partido durísimo. Sin embargo, ese 2 de noviembre de 1985, Los Pumas hicieron historia. Tuvieron contras las cuerdas a los todopoderosos All Blacks, el día en el que los hombres de negro no pudieron con Hugo Porta, autor de los 21 puntos del Seleccionado nacional de rugby.

“Cuando el árbitro marca el scrum cinco, nos miramos todos como diciendo ´acá vamos hacia la victoria´. Empezamos a empujar y los llevábamos, pero en un momento sentí que habíamos dejado de empujar. En esa fracción de segundo decidí levantarme con la pelota para definir. Justo en ese momento, el pack volvió a ir para adelante y en lugar de agarrar la pelota, se me fue para adelante. Me quise morir”. El testimonio de Ernesto Ure denota la frustración que lo envolvió en el momento en el que el partido se extinguía y Los Pumas sintieron la victoria al alcance de la mano.

Las palabras del Flaco, reflejadas en Ser Puma, un excelente libro sobre la historia del Seleccionado argentino de rugby escrito por Alejandro Cloppet -desde siempre, el especialista en ese deporte de La Prensa-, Jorge Búsico y Pablo Mamone, constituyen una postal del dolor que se apoderó de ese grupo de 15 hombres que había dejado el alma en el césped de la cancha de Ferro. Esa fue la última jugada del partido. Así de cerca estuvieron del triunfo…

Los Pumas dejaron el alma en cada acción del juego.

El knock-on, la denominación técnica de lo que en rugby significa que un jugador pierda la posesión de la pelota y ésta salga hacia adelante, se produjo en el ingoal neozelandés. Ure estaba a punto de marcar un try que iba a ser recordado por siempre. Por eso sufrían tanto esos Pumas, los primeros en no ser derrotados por los All Blacks, el poderosísimo seleccionado de Nueva Zelanda.

DOMINIO NEOZELANDÉS

La desazón por la victoria que no fue no oculta que esa tarde el público que poblaba las tribunas asistió a una jornada de esas que perduran para siempre en la memoria. Los Pumas tenían la sangre en el ojo por la derrota 33-20 del 26 de octubre a manos del mismo rival, también en Ferro. En esa oportunidad habían acorralado a los All Blacks. Argentina había sorprendido a su calificado adversario con un incesante despliegue en ataque que servía para confirmar que el rugby de nuestro país estaba alcanzando la mayoría de edad. El equipo ya no se conformaba con perder dignamente, sino que salía a ganar. Como lo había hecho el 22 de junio anterior con un espectacular 24-16 sobre Francia.

Y ese 2 de noviembre del ´85, Los Pumas salieron a escena con la intención de repetir la fantástica labor del primer choque con Nueva Zelanda. No obstante, se encontraron con que las huestes comandadas por Brian Lochore habían tomado nota del susto que se llevaron y plantearon un partido muy diferente.

Los entrenadores del Seleccionado nacional, Héctor Pochola Silva y Ángel Papuchi Guastella, les confiaron a Bernardo Miguens; Juan Lanza, Diego Cuesta Silva, Fabián Turnes, Pedro Lanza; Porta y Guillermo Holmgren; Ure, Tomás Petersen, Jorge Allen; Gustavo Milano, Eliseo Branca; Fernando Morel, Alejandro Cubelli y Diego Cash la responsabilidad de toparse nuevamente con la dura formación neozelandesa.

Lochore, por su parte, se había decidido por una alineación que parecía una constelación de estrellas en el cielo del rugby: Kieran Crowley; John Kirwan; Victor Simpson, Warwick Taylor, Craig Green; Wayne Smith y Dave Loveridge; Murray Mexted, el capitán Jock Hobbs, Mark Shaw; Andy Haden, Gary Whetton; Brian McGrattan, Hika Reid y Steve McDowell.

Una escena que refleja a la perfección la intensidad del partido.

Los neozelandeses apabullaron a sus adversarios en el primer tiempo, lapso en el que se pusieron en ventaja con un scrum-try de Crowley. Sobre el cierre de esa etapa, los tries del velocísimo wing Kirwan y de Green trasladaban al resultado esa abrumadora superioridad. Los albicelestes habían replicado con tres penales de Porta y se fueron al descanso perdiendo solo 18-9. Para el predominio de los hombres de negro, el marcador parcial permitía mantener en alto la esperanza. Porque, al fin de cuentas, la esperanza es lo último que se pierde.

En realidad, la llamita de la ilusión no se apagaba tan solo porque Crowley, un certero pateador, no acertó las conversiones que pudieron haber agigantado la diferencia al punto de hacerla indescontable.

CON EL PIE DERECHO

Aunque habían regado el césped con el sudor y al amor propio que constituían sus marcas de identidad, Los Pumas la estaban pasando muy mal. Los urgía renacer de sus cenizas. En especial si pretendían demostrar que la notable faena de su último encuentro con los neozelandeses no había sido producto de la casualidad.

Entonces llegó el turno del hombre que en los primeros 40 minutos de acción habían mantenido la resistencia de Los Pumas con su pie derecho. Se trataba de Porta, el emblemático capitán argentino que ese año fue designado mejor jugador del mundo. El apertura de Banco Nación se despachó con tres drops que, promediando el segundo tiempo, establecieron una igualdad inimaginable al término del período inicial.

Esta vez con las manos, Porta enseña el camino.

Las tribunas vibraban por la reacción. A lo largo de ese año, los hombres de Pochola y Papuchi habían acostumbrado al público a impactos impensados. Y esa vez no fue la excepción. Aunque el fullback Crowley adelantó otra vez a los All Blacks con un penal, la sensación de derrota no habitaba en la mente y los corazones de los jugadores y mucho menos en esos hinchas que empezaban a hacer que la vieja y entrañable cancha de Ferro quedara chica y Los Pumas comenzaran a planificar la mudanza al estadio José Amalfitani, la casa de Vélez, el otro protagonista del clásico del Oeste en el fútbol argentino.

Cuando faltaban cuatro minutos, Porta se encargó de definir el pleito. Shaw tuvo un entrevero con Guillo Holmgren y el capitán intervino empujando a su rival. El tercera línea neozelandés reaccionó con una trompada que llevó al árbitro a sancionar un penal a favor de Argentina. Desde la mitad de la cancha salió el derechazo perfecto del apertura para sellar el 21-21.

El milagro estaba consumado. Los Pumas lo habían hecho otra vez. Pero no se conformaron. Siguieron empujando, luchando, dejando la piel en cada escaramuza… Sobrevivieron a un penal de Crowley que se estrelló en un poste y llegó el scrum-try en el que los jugadores y los hinchas albicelestes se apretaron en la formación para prevalecer en la última acción del partido. Se sentían la tensión y el esfuerzo. Se palpitaba la gloria, pero al Flaco Ure se le cayó la pelota y el knock-on impidió el final victorioso.

Así reflejó La Prensa el histórico empate del 2 de noviembre de 1985.

La pena fue inmensa. Los Pumas acababan de ver cómo se les escurría entre las manos un triunfo histórico. Tardaron unos minutos en entender que habían consumado una hazaña. Empataron con los invencibles All Blacks. Los famosos hombres de negro no habían podido con el mágico pie derecho de Hugo Porta.