El holograma Fernández, el poder de Massa y la transición

La renuncia de Alberto Fernández a su sedicente candidatura presidencial sólo sorprendió a los distraídos. Ni siquiera el entorno más incondicional del mandatario creía seriamente en que esa postulación se concretase formalmente y, mucho menos, en que Fernández tuviera chance alguna de ser reelegido.
Sus cuarenta meses de gestión apenas dejan algunos momentos rescatables en un recorrido que ha mostrado principalmente el menoscabo de su autoridad y la pérdida de aliados, sea por fallos propios, sea por impotencia para neutralizar las circunstancias adversas o las operaciones hostiles. El viernes 21 de abril, cuando renunció a su inverosímil candidatura, perfeccionó su creciente transformación en holograma, condenado hasta diciembre a soportar su levedad y a escenificar actos en los que su presencia se ha tornado redundante.
 

LA NATURALEZA ABORRCE EL VACIO
Con dos de los actores principales del elenco oficialista - Cristina Kirchner y el propio Fernandez- al margen de la candidatura presidencial, el tercero, Sergio Massa, pasa a convertirse en el centro del poder y de las especulaciones. La naturaleza aborrece el vacío.
El ministro de Economía es el hombre que hoy más decide en el gobierno y tanto la mayoría del peronismo (sindicatos, buena parte de los jefes territoriales) como, inclusive, la señora de Kirchner y los cuadros camporistas que desconfían de sus amistades internacionales y de sus desprejuiciadas decisiones, parecen convencidos de que él sería el único candidato presidencial en condiciones de recuperar para el oficialismo algo de su añorada competitividad electoral.
En medio de la vorágine económica –con las reservas internacionales por el suelo, los precios de mercancías y servicios, así como el del dólar, subiendo por el ascensor-, Massa vacila con buenos motivos. Sin duda le gustaría ser candidato a Presidente, pero simultáneamente está atado a su misión en el Palacio de Hacienda, que ha conseguido, pese a todo y con medidas descalificadas por la oposición como meros “parches”, evitar la crisis mayor que muchos analistas vaticinaban. “Apareció un parche importante que tiene el sector con el dólar soja –acreditó, por ejemplo, Enrique Flaiban, CEO de Los Grobo, uno de los mayores grupos bioeconómicos del país-; para nosotros es un paliativo sumamente importante porque, en el contexto de una sequía considerada la peor de los últimos 20 años, este parche a nosotros nos permite recomponer el margen, ya que una cosa es vender a $300 y otra es vender a $220 [el dólar oficial]. Los productores pueden verse tentados con la soja a $300″. En todos los sectores productivos, así como en el sector financiero y en influyentes despachos oficiales de Washington y en las entidades internacionales de crédito, la presencia de Massa en Economía es altamente valorada. Y esas funciones (al menos por ahora) parecen poco compatibles con las exigencias de una candidatura presidencial.
Durante la semana en curso, Massa tuvo que tomar decisiones fuertes para ponerle freno a la corrida del dólar. “Notificamos al FMI de las restricciones que pesaban sobre la Argentina y que vamos a cambiar en la rediscusión del programa”, declaró el ministro y dejó de lado el compromiso con el Fondo de no utilizar la venta de bonos para neutralizar la suba de los dólares financieros.
 

“DESALENTADOR E INQUIETANTE”
Massa se siente con respaldo. Hace semanas que él mismo y sus hombres de confianza Gabriel Rubinstein y Leonardo Madcur (que ayer volvieron a Washington) vienen conversando con el FMI la rediscusión de los términos del programa acordado en su momento por Martín Guzmán y el Fondo admitió oficialmente que “los intercambios entre las autoridades (argentinas) y el equipo del Fondo Monetario Internacional avanzan de manera constructiva”.
Economía busca que la entidad adelante unos 10.800 millones de dólares, correspondientes a los desembolsos previstos para el corriente año (en rigor, agendados para llegar en tres tramos: junio, septiembre y diciembre, en función al cumplimiento de metas referidas a la acumulación de reservas, la contención del déficit fiscal y el cese de la emisión monetaria). Varios de los argumentos esgrimidos por Economía para flexibilizar las condiciones han sido admitidos en Washington. Por ejemplo: el impacto de la sequía y de las nuevas condiciones generadas por la guerra en Ucrania sobre las exportaciones (y, por ende, los objetivos de acumulación de reservas), así como el impacto de la caída de exportaciones sobre los recursos fiscales.
Dado que Massa aparece como el eje de un eventual aumento de la competitividad electoral oficialista, no es aventurado admitir que la oposición dedica esfuerzos a frustrar sus negociaciones. Por ejemplo, trabajando sobre las confrontaciones internas habituales en organismos internacionales.
El representante argentino ante el Fondo, Sergio Chodos aseguró que economistas de Juntos por el Cambio se entrevistaron con representantes de la entidad para objetar que se produzcan aportes de divisas antes de las elecciones, en especial si el gobierno argentino se resiste a hacer ajustes y devaluar. Chodos descalificó esa gestión considerándola “triste y antipatria”. Del otro lado, la información proporcionada por Chodos fue calificada, sin mayores detalles, como “algo mafioso”.
El argumento para objetar que el Fondo autorice lo que Economía pretende fue resumido por el prestigioso columnista Carlos Pagni: “Los técnicos del Fondo no tienen tanto margen de maniobra para tratar a la Argentina como un caso especial. Porque junto con la caída de las exportaciones por la sequía, hay una caída en las retenciones, que significan mucho menos ingresos para el Tesoro. Y como el Gobierno no quiere devaluar, todo el ajuste que se lleva adelante es por el nivel de actividad, y al caer el nivel de actividad, también cae la recaudación. Por lo tanto, la cuestión cambiaria y la sequía terminan afectando las cuentas públicas y hacen que el compromiso del Gobierno, ya no de metas de reserva sino de metas de déficit, también esté incumplido frente al FMI. Entonces, el Fondo tendría que pedir un nuevo ajuste para conceder lo que Massa iría a reclamar”. Alejandro Werner, que era titular de Departamento del Hemisferio Occidental del FMI cuando la entidad otorgó el crédito de más de 40.000 millones de dólares al gobierno de Mauricio Macri (y más tarde sufrió consecuencias de esa operación que lo alejaron del organismo) también estimó «muy difícil pensar que el FMI suelte recursos adicionales para financiar el faltante de reservas«. El miércoles 26 opinó que “es difícil que el FMI haga un desembolso a un gobierno que no tomó las medidas necesarias en tres años, no lo va a hacer ahora a punto de cambiar la administración”.
Carlos Pagni resume lo que define como “un cuadro muy desalentador, inquietante, para Massa:.. balance: faltan dólares, el sector exportador no los provee y el Fondo está por verse”.
 

LOS DESAFIOS DE MASSA
Sobreponerse a ese “cuadro inquietante” es una prueba para el ministro de Economía. Acaba de refinanciar deuda por 127.000 millones de pesos, consigue las reservas que los analistas pintan como tan improbables de obtener, si puede poner en marcha un acuerdo plausible de precios y salarios como el que describió ante la CGT el miércoles (falta sentar a la mesa a los empresarios), si contiene los corcoveos del dólar –objetivos que pintan como muy improbables- Massa podría quizás, en dos o tres meses sentirse en condiciones de pasar la posta a alguien en condiciones de aparecer como su continuador, mientras él acepta la candidatura, como cada vez con más intensidad desde el peronismo le reclamarán que haga.
El anuncio de la renuncia de Fernández a ser candidato había generado cierto revuelo en los círculos políticos. Muy pronto se comprendió que la idea de que era un paso hacia un cierto ordenamiento relativo de la situación, era más un deseo que una realidad: el oficialismo no tiene orden interno suficiente, diciembre parece aún muy lejano y las urgencias económicas se sobreponen al largo plazo.
Fernández mantuvo extensamente la simulación de su candidatura a la reelección con la ilusión de evitar un prematuro debilitamiento terminal de su autoridad. Al precipitar su renuncia incrementó su dependencia de las decisiones de otros actores políticos. En primera instancia, Cristina Kirchner y Massa.
Las relaciones con su vicepresidenta y original valedora venían desgastadas desde hace meses. A su modo curialesco y no sin reiterados repliegues, Fernández había resistido la influencia determinante de la señora. Haber dejado caer su pretendida voluntad reeleccionista es un gesto de sumisión: el inquilino de la Casa Rosada comprendió que no podía atrincherarse en esa ficción y abandonó ese campo de batalla.
Todavía se dispuso a intentar, sin embargo, un gesto de pertinacia: reclamar que la candidatura presidencial del oficialismo surja de una elección interna (en ocasión de las PASO) y no de un conciliábulo de la elite partidaria ni, mucho menos, de un dedazo hegemónico (como ocurrió con la suya).
Con esa obcecación Fernández pretende concretar una carambola: limitar la influencia de la señora de Kirchner y obligar al ministro de Economía, Sergio Massa, a abandonar sus propias ambiciones de ser un candidato de unidad, ungido por tirios y troyanos como resultante de la debilidad general del oficialismo. La insistencia de Fernández en que la candidatura se dirima en una elección primaria intenta desalentar a Massa amenazándolo con una competencia inclemente. Fernández tiene dos candidatos a desafiarlo: su jefe de gabinete, Agustín Rossi, y el embajador en Brasil, Daniel Scioli, quien ya viene calentando motores y se muestra dispuesto a presentar su candidatura en cualquier circunstancia.
Limitar el fortalecimiento de Massa parece el premio consuelo al que aspira Fernández. La jugada evoca la conocida fábula del escorpión y la rana: el ministro de Economía es visto por los mercados y por importantes actores internacionales como una figura de estabilidad, y en esa calidad, apuntala la gobernabilidad remanente de Fernández. El presidente usa el serrucho en su propia rama.
Las imprudentes maquinaciones de la Casa Rosada tendientes a recortar el juego de Massa no son, sin embargo, una novedad. Diez días antes, otra travesura de la Casa Rosada fue el disparador de los sacudones del mercado cambiario y, en última instancia, del gesto dimisionario del Presidente. Fernández le pidió a su entonces asesor, Antonio Aracre, un listado de medidas alternativas a las que despliega Massa desde el Palacio de Hacienda, se reunió a solas con Aracre para escuchar ese plan de acción y sin duda le dio señales a su consejero de que era plausible la aplicación de esas recetas. Uno de ambos interlocutores o alguien muy ligado a ese pequeñísimo círculo filtró la información y así, a partir del 17 de abril la cotización de los dólares libres inició una trepada que llevó el blue al borde los 500 pesos el martes 25. La idea de que desde la cúspide del gobierno (y esta vez sin intervención directa del kichnerismo) se libraba una guerra de guerrillas no podía sino alterar los mercados.
La renuncia de Fernández a su pretensión reeleccionista refuerza la idea de que el ministro de Economía se ha vuelto la figura de más poder efectivo del gobierno.
Massa cuenta con niveles apreciables de interlocución y confianza en puntos importantes del poder mundial y de las fuerzas de la producción local. Pero actúa en el seno de un sistema de gobierno obturado, ineficaz y en retirada y en el contexto de un sistema político en centrifugación.
 

ELECCION Y TRANSICION
El proceso electoral se despliega este año encarrilando transitoriamente esa dispersión, creando nuevas condiciones para un reordenamiento del sistema, tras una revalidación de las representaciones que permita gestar consensos sostenibles.
Aunque nombres y formas estén aún en borrador, las tendencias básicas están a la vista. El sistema ya exhibe un desplazamiento elocuente cuando el oficialismo baraja como candidatos plausibles a figuras como Massa, Daniel Scioli o Agustín Rossi –tres personalidades moderadas que han exhibido autonomía política-; cuando el llamado “círculo rojo” ( sin olvidar la mirada de Washington) se muestra inquieto no por alguna amenaza de izquierda, sino por el crecimiento que se asigna a Javier Milei y sus ideas anarco-liberales; cuando el liderazgo de los halcones del Pro es firmemente contestado por los exponentes de un estilo dialoguista y propenso a los acuerdos y cuando a esas corrientes centrales está a punto de sumarse la del peronismo federal que encabezan Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey.
Decíamos en este espacio un mes atrás: “el cuadro actual de fuerzas políticas y coaliciones que está a la vista debería ser considerado una imagen transitoria, apenas una instantánea en medio de la deconstrucción y recomposición de un sistema que está pinchado y que seguramente seguirá así hasta su extinción”.
Con primera estación en las PASO de agosto, hay por delante un alborotado tránsito hasta las elecciones de octubre/noviembre. Allí se abre una nueva transición, hasta que un nuevo sistema político –con diversidad representativa legitimada y objetivos acordados- termine de configurarse.