Contra el racismo y su chatarra intelectual

De Raza

Por Rachel Khan

Ediciones Godot. 152 páginas

Desde una Francia desgarrada por las tensiones sociales, llega esta dolorida reflexión personal sobre el racismo que depara una sorpresa: el aporte de una mirada honesta, inconformista, desafiante, en un asunto de sobra manipulado.

La autora es Rachel Khan (Tours, Francia, 1976), quien se ve a sí misma como europea y africana a la vez, negra y blanca, porque es hija de padre gambiano y madre polaca, pero además judía con orígenes cristianos, musulmanes y animistas. Esta mujer, orgullosa de sus "varias raíces que algunos confunden con razas”, y complacida de no ser racista, ya que de otro modo, dice, "debería odiarse a sí misma", se revuelve contra los lugares comunes y los intentos de etiquetarla.

De raza quiere ser una reflexión sin condicionamientos de ningún sector. Y es esa rebelión contra propios y extraños, esa incorrección política, de esta ex campeona de atletismo, luego actriz, abogada especializada en derechos humanos y ahora escritora, lo que vuelve más interesante lo que tiene para decir por primera vez en este libro.

Khan se encabrita contra la vacuidad del mundo moderno que se fija en apariencias o envases y que se enfrasca en una rentable dinámica de segregaciones mutuas que solo logra perpetuar el statu quo. Y así carga contra los identitarios y los que viven del victimismo, contra los que se sirven del orgullo del oprimido y los que la acusan de traidora a la causa porque, en el fondo, a ellos también les interesa solo por su color.

Su rebelión es contra el corset de las ideas sin matices. Por eso se detiene en las palabras ideológicas que separan, cuyo influjo va analizando, tales como "souchien" (de “souch”, raíz), "razado", "afrodescendiente", “causa” o "cupo", un concepto que quiere legitimar otra forma de discriminación. Pero también carga contra las frases huecas que llenan los discursos políticos y las palabras "comodín" que no llevan a ninguna parte, como "convivencia" o "diversidad" o "colectivo".

Khan se lamenta de que no podamos congregarnos en nuestra humanidad común. Admite que “las razas” aún duelen, pero discurre sobre las palabras que también pueden ser sanadoras, como el “silencio”, la “intimidad” y el “deseo”, entendido como instinto de supervivencia.

Su denuncia de la “chatarra intelectual” que rodea el debate es sensata, aunque no entra en la más obvia de las razones para la actual crispación identitaria: el hecho de que Francia sufre, en última instancia, una crisis de identidad.