SE AMPLIA LA SAGA POLICIAL DEL DUO LÄCKBERG-FEXEUS

La detective y el mentalista, capítulo II

Hace setenta años, Jorge Luis Borges reflexionaba en las páginas de Sur sobre una rareza de la historia universal. “Destino escandinavo” era el título de aquél texto sublime (1) que expresa su perplejidad por el hecho de que las dilatadas empresas y los libros pioneros que produjeron los pueblos del norte de Europa son "como si no hubieran sido, todo queda aislado y sin rastro, como si pasara en un sueño o en esas bolas de cristal que miran los videntes. En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte del normando Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril, para la economía del mundo, como el descubrimiento de América", bajo Leif Eriksson. ¡Ah!, y un sueco, Rurik, fundó el reino de Rusia; la capital antes de llamarse Novgórod, se llamó Holmgard.

Es probable que el boom de la novela policial nórdica sufra el mismo destino de irrelevancia histórica. ¿Alguien recordará a Hennig Mankell o a Assa Larsson en 2073? ¿Las próximas generaciones seguirán leyendo al matrimonio Sjöwall-Wahlöö?

De hecho, hay indicios de que el globo se está desinflando. Aquél loable propósito de refrescar el género con textos de calidad y color local parece haber degenerado en mero pasatiempo, con todos los vicios de la literatura pochoclera.

Ejemplo cabal de esa pendiente es la segunda entrega del dúo sueco Camilla Läckberg (48 años) y Henrik Fexeus (51 años). Una economista metida a escritora de tramas policiales (con un espectacular éxito de ventas) se asoció con un mediático "maestro mentalista".

Fruto del joint venture es la ambiciosa novela La secta (Planeta, 746 páginas), recién publicada en español, que cumple sobradamente con la noble función de entretener, tan demandada en la sociedad de masas. Debe advertirse, no obstante, que se encuentra a la misma distancia de la Alta Literatura que se hallan las canciones de cancha de la música culta.

Los protagonistas de la saga (en principio se trataría de una trilogía) son la detective Mina Dabiri y el mentalista y experto en ciencias del comportamiento Vicent Walder. La agente integra el Departamento de Homicidios de la Policía de Estocolmo, grupo de élite supuestamente, aunque transmiten la idea de ser un hato de incompetentes, al punto que necesitan con desesperación la ayuda de un consultor externo para esclarecer crímenes horribles.

DOS AÑOS DESPUES

Pasaron casi dos años de la anterior aventura de la pareja Dabiri-Walder (2). La investigadora es germanófoba, al estilo caricaturesco de Adrian Monk. El galán es una suerte de enciclopedia parlante; abruma a sus oyentes con un torrente de datos, lo que permite a los autores del libro cumplir con un férreo mandato de la industria del best-seller: siempre le enseñarás algo a tu público. Aquí, estimada lectora, podrá descubrir, por ejemplo, si su cita tiene interés en usted según su lenguaje gestual. O los beneficios para el cuerpo y para el espíritu de una ducha con agua fría.

La historia se despliega en dos direcciones. Por un lado, se investiga una serie de secuestros y asesinatos de niños que han conmocionado a Suecia y son explotados con toda mala fe por un partido de ultraderecha (vaya sociedad, allá los policías son de izquierda). Al mismo tiempo, una secta opera entre las sombras para captar inocentes. El libro pretende ser didáctico, mostrarle al vulgo los mecanismos del lavado de cerebros, pero como la corrupción política y el progresismo chirle bañan todo el conjunto, se llega a la enormidad de comparar a los votantes de Donald Trump con los acólitos de Jim Jones. Naturalmente, los malos de la película tienen cabello rubio y ojos celestes.

Una tercera línea temática es la cuestión de la paternidad en la sociedad postmoderna. De hecho, las cuestiones familiares -tratadas no sin cursilería- engordan el mamotreto y nos distraen de su principal activo: la paciente investigación policial. A pesar de la prosa plana, los personajes de cartón pintado, los diálogos insípidos, uno quiere seguir leyendo para descubrir quién es el responsable del tormento a los párvulos. Menudean los crímenes rituales, cargados de simbolismo oculto, lo que justifica la entrada en escena del bueno de Vicent. ¿Si Dan Brown (qué será de su vida) ganó millones de dólares con sus pastiches místicos, pseudorreligiosos, por qué nosotros no?, puede que se hayan preguntado Läckberg y Fexeus, a quien debemos reconocerles que se toman su tiempo para narrar, como corresponde al arte de la novela.

El problema básico con esta clase de libros -al menos para quienes buscamos una mínima densidad estilística- es que dan una sensación de manufactura en serie, un artificio diseñado para agradar, instruir, generar interés, pero al que se le ven siempre las costuras. Para peor, la pintura del fuselaje es burda y los detalles son de plástico.

Días atrás, el sello editorial organizó una videoconferencia de los autores con periodistas de la hispanósfera. Por la Argentina, estuvo presente la agencia estatal Télam. En su crónica, Carlos Aletto refiere que un colega le preguntó a Camilla Läckberg si piensa en el Premio Nobel. No se ría. De los mandarines de la Academia Sueca puede esperarse cualquier cosa. Esa chusma ignoró a Borges.

(1) Borges en Sur. Emecé. Edición 1999.

(2) https://www.laprensa.com.ar/517227-El-asesino-del-truco-fallido.note.aspx