Buena Data en La Prensa

Se voló el hornero

"Tengo un billete de mil..." decía una famosa canción de fines de los años sesenta. En esa época circulaban los pesos Moneda Nacional, cuyo billete de mil se lo conocía popularmente con el nombre de "fragata" o "luca".

Los viejos pesos Moneda Nacional que durante algo más de siete décadas fueron nuestra moneda, dejaron de serlo a partir del 1 de enero de 1970 en que, por una ley del gobierno de Juan Carlos Onganía, se creó un nuevo signo monetario, los llamados pesos ley 18.188. De este modo, 100 pesos Moneda Nacional pasaron a ser 1 peso ley 18.188. Se iniciaba de esta manera la primera corrida de ceros del siglo XX.

Entre 1970 y 1992, fueron trece los ceros que se le corrieron a la moneda. Es así como 1 peso actual equivale a ¡¡¡10 billones de pesos moneda nacional!!! En tan solo 22 años sucedió esta catástrofe y vamos aceleradamente a hacer desaparecer el peso actual, si no se toman las medidas necesarias.

Este año se cumplen 100 años de la hiperinflación alemana de 1923, en donde se llegaron a imprimir billetes de un solo lado debido a la gran necesidad de poner rápidamente el dinero en circulación. Los alemanes tenían que utilizar cantidades significativas de billetes para comprar cualquier cosa por mínima que fuera. Los precios subían varias veces en el día. Aparecieron los famosos "Notgeld", que fueron billetes emitidos por los diferentes municipios y comercios y también se resellaron billetes para aumentarles considerablemente su valor nominal y usarlos como medio de pago.

En 1988 comienza la hiperinflación en Argentina. El gobierno radical de Raúl Alfonsín dispuso en principio cubrir la gran demanda de circulante, poniendo en la calle los diseños utilizados para imprimir billetes de pesos ley 18.188. Se les tachó la palabra pesos y se agregó el signo del Austral, que fue la moneda creada por su gobierno tres años antes.

Países cercanos como Bolivia, Brasil y Perú sufrieron altos niveles de inflación y cambios de moneda, pero hace años disfrutan de estabilidad monetaria, pese a los conflictos políticos y el contexto internacional. Nosotros, parece que no queremos aprender.

ALGO SE ESCONDE

El actual billete de mil pesos, vio la luz durante la presidencia de Mauricio Macri, en diciembre de 2017. En ese momento equivalía a cincuenta y cinco dólares de EE. UU., o sea, a valores de hoy, unos veintitrés mil pesos aproximadamente.

Ante la imposibilidad de satisfacer la demanda de billetes de mil, el Banco Central de la República Argentina y la Casa de Moneda, recurrieron a la Casa de Moneda de Brasil y a la de España, para que imprimieran billetes de esta denominación. Además, ahora se informó que también se importarán billetes impresos en Francia y en Malta.

A estos últimos se les solicitarán unos doscientos cincuenta millones de ejemplares, por los que habrá que pagar unos treinta millones de dólares.

Tener como billete de mayor denominación a uno que equivale poco más de dos dólares, no tiene ninguna lógica, salvo que exista un “negocio” con los diversos proveedores o que se quiera promover el pago por intermedio de dinero electrónico y que de esta manera vayamos naturalizando la desaparición del dinero en efectivo.

PREPARANDO EL TERRENO

Como hemos expresado hace unos meses en esta columna, el globalismo viene imponiendo el uso del dinero digital.

Al pagar en efectivo nadie más que comprador y vendedor serán los beneficiados, pero si esa transacción se hace digital, alguien tendrá que administrarla y se beneficiará por ello.

Hay un espacio entre comprador y vendedor y en ese espacio se genera dinero. El profesor de ciencia de la gestión y economía, de origen croata, Drazen Prelec, ha pasado casi 20 años investigando lo que pasa en el cerebro cuando tomamos la decisión de pagar en efectivo o con un medio digital.

"La IRM (imagen de resonancia magnética) detecta picos de actividad en la región del cerebro conocida como insular, asociada con sentimientos desagradables como dolor, rechazo, disgusto", declaró a la BBC.

"Nos indica que hay dolor asociado con gastar dinero. No es físico, es ansiedad y aversión, y puede que no sea consciente, pero está ahí. Las tarjetas anestesian a las personas y eliminan el dolor del pago. La gente compra más".

Un estudio realizado junto con el Profesor de Marketing y Mercadotecnia Duncan Simester, mostró que las personas que compran entradas para eventos deportivos estarían dispuestas a pagar precios significativamente más altos utilizando tarjetas de crédito, que si lo hicieran con efectivo.

Además del gran negocio que esto significa para las empresas prestadoras de servicios de pago digital, los Estados nacionales tienen gran interés en que se imponga esta forma de pago, para así poder controlar todos los flujos de capital.

Ojalá el nuevo gobierno que asuma tome las medidas pertinentes, para que de una vez por todas Argentina, tenga estabilidad monetaria y que además del dinero digital, sigamos utilizando el dinero en efectivo en defensa de nuestra libertad y privacidad.

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